Capitulo 18

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CAPITULO 18

Mi cuerpo tenso me indicó que aún sin su cercanía los nervios me apresaban. Me apresaban, en este juego que tanto dolor me causaba. El tiempo se ralentizó a los lentos latidos de mi corazón que con sorna bombeaban el calor a mis mejillas, mis piernas estáticas amenazaron con dejar de funcionar cuando me imaginé dando pasos para ir a inquirirlo, si es que se dejaba. El frío del aire chocó revoloteando mi cabello, riéndose de mi nulo intento. Un atisbo de sorpresa apareció por los ojos del castaño, atisbo que como el flash de una cámara desapareció. Me miró como si fuera una desconocida, sus ojos claros que con tanto brillo me habían hipnotizado fueron opacados por un vacío que muda me dejó. El silencio hueco y espantoso nos sumergió en una laguna de recuerdos lastimosos.

Su indiferencia me apagaba, apagaba ese sentimiento de estar feliz y llena. Su indiferencia me llegaba al corazón como una flecha que silenciosamente no era para mí, impregnándome en una sensación de no querer seguir aquí. Su indiferencia me hacía creer que yo no le importaba, que los besos en los que nos habíamos sumergido solo habían sido parte del juego, un juego lamentable del que me aferre para poder cambiar y creer que podía sentir. Que podía amar.

— Abid...— un suspiro lastimoso de mis labios brotó. Con una súplica y delicadeza le hablé, sin querer. Porque la garganta me dolía de tanto retener.

Tragué saliva, esperando por su reacción. Medio cuerpo atrás de la puerta escondió, cuando abrió la puerta llevándose mi temor. Su rostro era como la de un mimo, blanco y sin expresión. Sus ojos seguían en contacto con los míos, pero gracias a eso el desinterés percibí, el desinterés me golpeó. Vi su labio temblar, y sus manos tiritar, en una acción que después noté como defensiva. Cuando sin que una palabra brotara de sus labios la puerta frente a mi rostro angustiado cerró, mis sospechas se hicieron realidad, él no estaba listo para verme.

¿Por qué? Me gustaría saberlo.

Nuevamente mi rostro bañado en sorpresa de que la puerta me cerrara, así, sin más, mis pulmones exhalando me indicaron que había retenido el aire. Sin haberme dado cuenta. Mi cabeza era como una montaña rusa, no sabía que sentir o pensar. A causa de eso, el frío de la calle me volvió a indicar donde estaba, continué mi camino mirando todo el tramo como si yo no estuviera aquí. Me sentía fuera de mí.

Mi presencia atenta a las clases de la universidad estuvo, porque físicamente estaba aquí, frente al profesor que sin energía la clase explicaba, pero mentalmente me encontraba al lado de él. Navegando juntos en una laguna calmosa, laguna calmosa que en mi mente pertenecía, porque ahí, es donde mi dolor desaparecía.

— ¿Rojo o un rosa natural?

Inquirió con pereza la rubia de Alisson, con ambos labiales en mano intercaló la mirada entre los colores y mis ojos mientras descansaba todo su peso en una pierna, el vestido negro que a su figura esbelta se ceñía me indicaba que el rojo le favorecería a su atuendo y maquillaje.

—Rosa natural si quieres ir en son de paz a divertirte toda la noche, rojo potente si quieres ir a cazar una presa o impresionar a alguien— finalmente comenté. Mientras mi dedo índice se deslizaba por la pantalla de mi teléfono acomodé nuevamente mi espalda en el respaldo de la cama de la chica.

En espera de que los minutos se apresuraran y dieran las ocho de la noche para tomar rumbo a la fiesta a perdernos en un matiz de jóvenes relajados. Una fiesta. Eran las siete con seis de la noche cuando la rubia que caminaba por mientras con tranquilidad por toda su habitación en busca ahora de zapatos, había terminado mi maquillaje. En una relación de amigas nunca podía faltar la que sabía maquillar y la que nunca en su vida había tocado un rímel. No era mi caso como tal, pero ella sin duda tenía más conocimiento que yo en ese aspecto.

Eternamente Tú  (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora