Capitulo 3

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Me coloqué a su lado, caminamos un poco más sin que él me contestara, su rostro estaba neutro.

Pronto caminando en el pasillo, entramos a una puerta antes de llegar al fondo del pasillo, en donde anteriormente había visto que estaba la sala de Abid. Alterd abrió una puerta mientras yo lo seguía, el cuarto estaba con la luz apagada, por lo que prendió la luz y todo se iluminó. Era su habitación, lo podía suponer por la apariencia, una cama individual bien acomodada en el centro, piso de alfombra color azul oscuro, paredes blancas, una televisión de tamaño mediano estaba colgada en la pared que daba buena vista a la cama.

Aunque, una duda se prendió en mí, ¿que hacíamos aquí?

El chico sin decir nada caminó hacia un clóset de madera que estaba del lado derecho del cuarto, yo me quedé parada en la entrada de esta, sosteniendo la puerta abierta. Me quedé callada por incomodes a que me ignorara y quedar como estúpida hablando sola.

Alterd regresó con unas prendas de ropa en el brazo, dobladas y enrolladas. Se posó nuevamente delante de mi y dijo;

—Yo dormiré con Abid en su cuarto para que duermas sola en mi recámara, no sé qué mosco le picó a mi madre que no pensó en esto— lo último pareció preguntárselo a sí mismo— En fin, el baño es esa puerta de enfrente— señaló— Y si quieres cambiar las cobijas de la cama, están en aquel armario arriba hasta el fondo— inclinó su cabeza al clóset que él había abierto segundos antes— Ahora me dispondré a ver al maldito que tuvo que ser mi hermano— confesó pasivamente y salió por la puerta dejándola abierta. Reí por eso último.

A medida de que el iba diciendo mis ojos se abrieron como si el fuese mi salvador, un gran peso se quitó de mis hombros y no me quedo más que saltar de alivio en la recámara. Había demasiado frío, a pesar de que tenía puesta aún la sudadera gruesa y felposa. Busqué con la mirada y vi el control de la calefacción en una mesita de madera al lado de la cama.

Fui y lo prendí.

Y cuando iba a caminar por la mediana habitación sin saber qué hacer, me calló el veinte como si un foquito se hubiera prendido en mi cabeza.

¡Por eso mi madre me había preguntado de que cual pijama me iba a poner! Ahg la maldigo. Me dieron ganas de quejarme frente a mi madre y reclamarle. Me quedé con el sin fin de sentimientos en la boca por un momento más, hasta que caí en cuenta de que mañana tenía que madrugar, ni en cuenta de la hora estaba.

Recordé que mi pijama estaba en el la mochila que había traído, y esta estaba en el sillón de Esther.

Sin perder tiempo bajé nuevamente por las escalera y fui por mi mochila. Cuando regresé, me fui directo al baño tocando la puerta para saber que estuviera vacío, al tocar y que nadie contestara, abrí.

Sin prestarle atención a la decoración y esas cosas hice de mis necesidades y me cambié por un sweater gigante y un pantalón holgadito de color caqui, me cepillé los dientes con la pasta de dientes prestada, recogí mi cabello rubio en una cola alta y cómoda para dormir.

No me imaginaba que tan incómodo hubiera sido si tuviera que dormirme con el hermano maldito, me hubiera demorado adrede mucho tiempo en el baño para no estar con él.

Agradecí infinitamente a mis adentros a Alterd, no sabía del gran aprieto en el que estaba. Solté un suspiro y quise ir a agradecerle ya que no me había dejado hacerlo, pero decidí que ya no era el momento. Todos íbamos a dormir.

Abrí la puerta del baño y salí encontrándome con el castaño claro de Abid, el seguía teniendo la misma ropa, suponía que se iba a cambiar porque tenía ropa en sus manos.

Eternamente Tú  (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora