Capitulo 2

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Abid.

Mi memoria guardó ese nombre en cuanto di un paso al interior de la habitación. El chico castaño con aire relajado caminó entre los sillones de tela azules interponiendo la visión de su hermano que estaba sentado recostando casi completamente en el asiento, mirando atentamente el televisor.

La sala parecía ser de estar, por que no habían camas ni nada relacionado a un dormitorio, las paredes cambiaban un poco en la decoración de la casa, estás eran color zafiro brillante y lisas.  Habían cuatro sillones, para dos personas cada uno, distribuidos en el lugar, el aire acondicionado hacía su favor al clima. Había una ventana grande a mi izquierda pero con la cortina blanca cerrada, y finalmente el televisor estaba prendido mostrando un programa irrelevante.

—Mira a quien te traje—avisó divertidamente Alterd a su hermano.

—Quitate.

Abid se giró en la silla con ruedas, fue una imagen muy descriptiva para mis ojos. Imaginense a un chico guapo sentado en una silla inclinado hacia atrás levemente hacia la izquierda, con las piernas abiertas y con el control en su mano que descansaba en sus labios, el cabello castaño güero revuelto con cabellitos posando en su frente. Sus ojos, dos zafiros oscuros y brillantes escrutándote con la mirada. Sus ojos café avellana me miraron con curiosidad de arriba abajo, tragué saliva difucultosamente.

—Es broma— indicó Alterd cayendo en un sillón cerca de mí— Ella es Roma.

Mis músculos se tensaron notablemente, miré dramáticamente toda la sala rodando los ojos para no posar mi mirada con los de él. Respiré una vez más parándome recta dejando la postura indefensa a un lado, traté de sonreír.

—Ajá y ¿quién es?— preguntó jocosamente Abid. Su mirada seguía analizándome.

—Soy— contesté ruidosamente, me di cuenta de que estaba hablando muy alto, inhale aire— Soy la hija de una amiga de Esther.

—Notre mère veut que nous soyons amis— ¿Que dijo?

Alterd soltó aquellas palabras desconocidas para mi vocabulario. ¿Que idioma era? ¿Alemán? Ni idea.

Una sonrisita traviesa se coló en los labios de Abid, me mesí con los talones de manera incómoda con las manos en mi espalda. Pensé que iba a decir algo más pero lo que se avecinó fue un silencio desagradable, mordí mis labios y miré con más intensidad toda la habitación. El sonido de el partido en la televisión era lo único que disipaba mis nervios, pero eso no evitaba que fuese incómodo.

De repente Abid con el control en la mano apagó la televisión sin dejar de mirarme, tragué saliva.

—¡Oye! ¡Estaba viendola!— se quejó el menor de ellos.

—Tienes tu propio televisor—contraatacó Abid.

—Pero no es lo mismo, tendré que pararme e ir a prender la calefacción y esperar a que se caliente diez minutos en lo que trató de acomodarme en sillones que yo no tengo y todavía buscar el canal porque sé que serás odioso y no me dirás cual es.

Abid se inclinó para apoyar los brazos en sus rodillas, quedando hacia adelante. Dejando a la vista su playera básica blanca y su pantalón negro.

—Ese no es mi problema— reiteró fríamente.

Alterd le señalo el dedo del corazón antes de pararse y caminar con pasos largos hacia la puerta, cuando pasó por mi lado automáticamente me volteé para planear salir con él, no toleraria estar a solas y en silencio con Abid. El chico aún desconocido para mí.

—Oh, no te preocupes por nuestra mini pelea a la actitud de imbécil que tiene mi hermano Roma, te puedes quedar aquí. Yo iba a llamar a Alisson— señaló el castaño de Alterd.

Eternamente Tú  (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora