Volumen 01 · Capítulo 03: Animal

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Los siguientes años, acercándose ya a la treintena, Casiopea se dedicó a aprender a ser una con Renamon. Su relación se había fortalecido, creándose una fortaleza a su alrededor firme y basada en la confianza. Ambas se conocían al milímetro, incluso eran capaces de adelantarse a los movimientos de la otra.

Lo aprendido con el profesor Cyril les había resultado muy útil a la hora de sobrevivir en el mundo salvaje. Rara vez se acercaban a las poblaciones y cuando lo hacían era por pura necesidad. La joven aborrecía en lo que la sociedad humana se había convertido y se sentía más cómoda viviendo entre la naturaleza.

En su viaje habían visto todo tipo de digimon, a quienes estudiaron sin interferir: sus niveles, características, incluso habían pasado un mes entero observando una torre negra para analizar lo fascinante del nacimiento de estas criaturas, anotándolo todo en una pequeña libreta. Tan sólo les quedaba algo que explorar... Los combates.

La zorra había estado practicando para ganar experiencia, pero por norma general evitaban cualquier enfrentamiento y huían en caso de necesidad. Pese a ello, Casiopea entendía que luchar estaba en el ADN de los digimon. El profesor le había explicado que necesitaban experiencia, datos para avanzar a su siguiente fase evolutiva, por lo que llegado el momento en el que estuvieron preparadas, comenzaron a combatir.

 El profesor le había explicado que necesitaban experiencia, datos para avanzar a su siguiente fase evolutiva, por lo que llegado el momento en el que estuvieron preparadas, comenzaron a combatir

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Las primeras refriegas fueron contra enemigos menores, como Gizamon, Mushroomon y, ocasionalmente, algún Fangmon. Aunque en ninguna de las ocasiones se atrevieron a rematar a su adversario. La joven temía la agresividad inherente a la naturaleza de los monstruos digitales, razón por la que Renamon controlaba sus instintos.

Durante una de sus travesías, los rumores sobre una peligrosa bestia que acechaba los caminos llamaron la atención de las compañeras, las cuales decidieron investigarlo. Según les narró una mujer, se hablaba de que la criatura solía atacar a los transeúntes que viajaban en solitario o en grupos pequeños y les daba caza hasta la muerte aprovechándose de los temporales.

—¿Crees que sea buena idea? —preguntó la zorra—. Si es tan peligroso como argumentan, si llegase a asaltarnos, es probable que no esté a la altura de la situación.

—Nos hemos vuelto unas expertas del camuflaje. Sabemos ocultar nuestro rastro, así como eliminar nuestras huellas o tener en cuenta la dirección del viento —contestó su compañera—. Me gustaría desentrañar este misterio.

—¿Por qué?

—Siempre os culpan a vosotros los digimon, ¿pero recuerdas el incidente con los lobos de hace unos meses? — Casiopea mostró su descontento—. Casi inician una cacería sin sentido hasta que les dimos las respuestas a sus problemas con el ganado, pese a que no quisieran oír la verdad.

—Nada cambiará la opinión de los humanos, pero si es lo que quieres, tienes todo mi apoyo. — Renamon la miró a los ojos y asintió positivamente.

The Last Stories (Digimon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora