Volumen 02 · Capítulo 04: Soñadora

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DarkLizardmon era historia. Su muerte traería una paz que temían fuera imposible. Ya no atemorizaría más a los indefensos bebés que habitaban los alrededores de la torre negra y brindaría a su guardián el descanso que tanto necesitaba.

La conveniente digievolución de Solarmon había logrado culminar el plan táctico de Opal. Pero, ¿qué lo había desencadenado? Era la pregunta que ambos se hacían mientras a su alrededor el ambiente festivo casi hacía olvidar que los pastos habían ardido.

—¡No más miedo! ¡No más temor! —gritó JungleMojyamon rebosante de felicidad.

En torno al yeti una veintena de bebés, como así algunos de los voluntarios que habían ayudado a socorrerlos, saltaban y vitoreaban en modo de celebración. La mayoría de ellos sólo conocía el terror, por lo que se dejaron invadir por la adrenalina del momento.

A un lado, cuestionándose hasta su propia existencia, humana y digimon se miraban fijamente, como si esperasen que las respuestas que ansiaban obtener cayesen del ennegrecido cielo. Un duelo silencioso que terminó por romperse.

—Me has salvado. Otra vez.

—Era tu plan —respondió con voz seria Guardromon Gold—. No podía permitir que nuestra, cómo lo llamáis los humanos... Nuestra comandante callera en combate.

—No soy comandante, sólo soy una soldado, bueno, lo era. —Una tímida sonrisa se esbozó en su rostro.

Completar con éxito su cometido, sobre todo después de haber salvado a la hermana de Éndor, asunto del que estaba convencida, logró desbloquear ese sentimiento de amargura que se había arraigado en su entrañas. Sus padres, su hermano Ofir, en el fondo nunca había sido capaz de pasar página... Hasta ese momento.

—Entonces, ¿qué serás en el futuro? —El droide no podía mostrar sus emociones, pero su mirada era tan cristalina que lograba transmitir lo que sentía: liberación.

—Una soñadora. 

Ni ella misma sabía qué significaba lo que acababa de decir. Lo único que tenía claro es que no volvería a la civilización, al menos no por un tiempo. Aún tenía cosas pendientes con las que debía lidiar, remordimientos por algunos actos cometidos, por lo tanto simplemente se dejaría llevar.

Ineludiblemente el jolgorio acabó por contagiarles. Al fin y al cabo acababan de ejecutar conjuntamente la derrota del reptil que tantos estragos y males había ocasionado. Qué menos que disfrutar de la victoria conseguida.

 —¡Tomad un poco de digimiel! —JungleMojyamon les ofreció unos biberones cargados de ese delicioso manjar—. Estos llevan un poco de alcohol...

Quizás fuese el brillo pícaro de los ojos del yeti o sencillamente la sed que tenía, el caso es que Opal amarró el tetero y dio un sorbido sin dudarlo. Rara vez consumía bebidas alcohólicas en su estancia en el ejército, por lo que se le quedó un regusto extraño en la garganta.

—Venga. Anímate, tuercas —bromeó.

La complicidad cada vez más palpable entre ambos simbolizaba la criptonita a la que tanto pavor tenía la humanidad: la unión entre especies. Los seres humanos preferían morir en una interminable guerra que aceptar lo que unos pocos afortunados ya sabían: la convivencia era posible.

Armado de valor Guardromon amarró el biberón, se abrió la escotilla que tenía en el medio de su robótico cuerpo y lo lanzó entero al interior. La díscola imagen desató las risas de todos los espectadores.

—Está rico.

El diablillo bebé comenzó a llorar de la impresión, sin embargo un instinto hasta entonces adormilado hizo reaccionar a la soñadora: el maternal.

The Last Stories (Digimon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora