Nota: Este capítulo no es "fuerte", pero Vinna en este one-shot padece depresión y hay algunas cosas que podrían resultar incómodas para personas demasiado sensibles.
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El bullicio de la gente esperando el metro en la estación la hizo sentirse fuera de lugar, aquel sentimiento incómodo de que por alguna razón no encajas en esta sociedad de mierda a pesar de estar segura que es una mierda igualmente. Se acerca a la orilla y observa las vías plateadas, tan inmensas, tan largas, tan tentadoras. Juraría que por un segundo escuchó que le susurraron —Ven, anda, salta aquí humana destrozada—. Lo piensa, la idea no parece tan mala. Su relación con sus padres ha terminado de quemarse, la llama comenzó hace años y hace un par de días finalmente redujo todo a cenizas. La decepción reflejada en los ojos de su padre le apuñala el corazón. Las palabras que grita su madre saben amargas, saben a veneno, saben a «Yo jamás quise tener tres hijos». Siendo la hija menor ha pasado por tanto, tanto que la idea de rendirse lleva años revoloteando en su mente como una bella mariposa.
El metro llega, sus cabellos bailan suavemente ante el viento ocasionado y sale de sus fríos pensamientos antes de adentrarse al vagón. La gente se apresura y puede sentir como la empujan como si no fuera nadie, como una muñeca de trapo que no se siente despreciada ante tales actos. Se mueve torpemente entre la multitud tratando de encontrar un punto más cómodo, cree tenerlo pero hay tanta gente que realmente ese punto no existe. Se siente agobiada, detesta las multitudes, todo su alrededor parece moverse en cámara lenta y las voces llegan en eco a sus oídos. Está a un segundo de perder la noción de dónde está, sus ojos miran a todos lados y reflejan miedo. Sin embargo, cierto tacto la hace regresar en sí; alguien la está tocando, alguien se está aprovechando de la situación. La sensación de vacío se manifiesta en su pecho, trata de escapar pero hay tanta gente que ya parece imposible. Quiere pedir ayuda pero su voz no sale, se ha quedado muda y está a nada de llorar. La mano en su trasero parece tomar más confianza, seguridad de que nada pasara. Siente el cuerpo pegarse tras ella y puede ver el brazo que se pasa por el vientre y comienza a bajar. Está tan aturdida que el anuncio de la llegada a la estación no llega a sus oídos.
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