24 : N° 513.

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PARTE III

Han pasado tres veranos desde entonces. He terminado mi estadía en la universidad y tú has terminado tus terapias psicológicas. Papá ahora dirige un gran hospital, mamá tiene su propio pequeño restaurant y tú te ves hermosa con tu mandil de camarera. Pasaste de vivir entre paredes y soledad a convivir con decenas de personas diferentes todos los días, y no sabes cuan feliz estoy por eso.

Me ves sentado en la mesa del rincón, y luego de que el último cliente se vaya, te acercas gentilmente y finges que no me conoces.

— Disculpe, si no va a ordenar nada le pido que se retiré —bromeas.

¿Me vería muy mal si te pido a ti?

— Voy a ordenar que se disculpe, ¿no sabe quién soy?

Te ríes de mi pésima actuación y niegas con la cabeza. Te ves tan hermosa sonriendo.

— No, ¿Quién es usted?

— Soy el hijo de su jefa.

Te miró juguetonamente y te sonrojas mientras sonríes avergonzada. No hagas eso, me haces pensar que tengo oportunidad. Una cliente llega, la miras entrar y luego vuelves a mirarme.

— Te traeré algo de tomar luego de que la atienda. —dices divertida y amable dándome una última mirada.

Te observé alejarte, ahora eres toda una joven mujer. Aún estoy conociendo esta mejor versión de ti, esta versión más alegre, plena y segura de sí misma, y me encanta. Aunque no todo es superación y felicidad.

Dirijo mi vista a la mesa del otro extremo del restaurante, y veo a tu madre ahí, decapitada y sentada con el cuerpo apuñalado, y su cabeza observándome desde el centro de la mesa. Sus ojos me miran fijamente y la sensación de inquietud recorre mi cuerpo como si fuera la primera vez que la veo así, aunque en realidad llevo estos años viéndola en todos lados.

Tu madre me persigue desde aquella madrugada en que la hice picadillo.

Pero me alegra que me persiga a mí y no a ti. Aunque solo aparece cuando estas cerca de mí, y a veces olvido que esto pasa, pero cuando tú y yo estamos a mitad de un buen momento juntos tu madre se pará detrás de ti y me mira fijamente por sobre tu hombro. Me da escalofríos.

Sus labios se mueven y puedo leer que dice —Voy a matarte— y claro, los muertos no pueden crear más muertos, pero joder, es tan malditamente real que muchas veces temo por mi vida, pero entonces tu voz suena dulce y suave.

— ¿Estás bien? —preguntas dejándome una limonada en la mesa y yo dirijo mi mirada a tus ojos— Te quedaste mirando fijamente.

— Nada en especial. Estaba pensando en cómo es posible que la camarera no sepa quién soy.

Tu expresión desconcertada desaparece y sonríes sutilmente.

— No vas a perdonarme por ello, ¿no? —bromeas y yo probé la limonada.

Sé al instante que la hiciste tú y no es de la limonada que le sirven a los clientes. Lo sé porque es ligeramente menos dulce, y tú sabes que lo prefiero así.

— No, jamás. —te digo burlón. Pensé que te reirías y te irías, pero agregaste algo más.

— Ya, en serio... —titubeaste— ¿Tienes libre esta noche? quiero que me ayudes con algo de la mudanza, no podré dormir con todo el desastre por todos lados.

— Claro, me quedaré a esperarte.

— Gracias, Eren. —me sonríes y te vas.

¿Cuándo será el día en que me digas —Gracias, mi amor— o algo así?

𝐄𝐫𝐞𝐧 𝐉𝐚𝐞𝐠𝐞𝐫 : 𝐎𝐧𝐞-𝐒𝐡𝐨𝐭𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora