Mercado del Norte

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Aplicó más de la pasta verde en el cuenco del tocador en su rostro. Se quejó débilmente, para después apretar los labios, soportando el dolor que la pasta medicinal le provocaba. Se miró al espejo, encontrándose con piel quemada, así como con todavía rastros de sangre; parte de la ropa seguía algo adherida a su cuerpo, las partes menos dañadas estaban de un rojo brillante y se concentraban más en sus piernas y vientre. Quiso hacer una mueca de desagrado, pero incluso eso le dolía.

Siguió aplicando el menjurje a pesar de no encontrar resultados inmediatos. Parte del pelo se le había quemado también, dejándola sin cabello en la parte derecha de su cabeza; observando cada vez más su reflejo, llenándose de enojo. Literalmente podía sentirlo subir hasta su cabeza, creándole un nudo en la garganta, haciéndola lagrimear, causándole más dolor en el rostro y en el cuerpo mismo.

¿Cómo es que había sido tan tonta? Tal vez si ella no se hubiera creído la mejor en estas cosas, esto no habría sucedido.

Y su bello, bello rostro.

El espejo empezó a crujir, como si estuviese próximo a reventar mientras ella lo miraba fijamente, con la sal de las lágrimas irritándole la piel quemada. Y su sobrina, su amada sobrina, ¿por qué no pudo salvarla de todo? Del estúpido camino de la luz, o lo que sea.

Astrid jamás había dudado en obedecerle, ¿que había cambiado ahora? ¿Ese dragón que le había hecho? En el momento en el que la desafío no pudo sentir más que dolor, ¿por qué, por Satán, su sobrina tiro todo por la borda? Todos esos años, criándola, enseñándole todo lo que sabía, explicándole todo, como a una niña normal de la noche y así era como le pagaba.

Incluso había llegado a quererla. Astrid siempre fue una niña querida, feliz, criada para ser la mejor siempre, sin dejarse aplastar por nadie, sacarlas adelante... Pero ahora, había usado esas mismas armas con quien la había salvado, con quien le había criado y amado.

Seguramente estaba rodando en la isla. Tenía que hacer algo al respecto, las demás harán lo que sea para asesinar a su sobrina, incluso mintiéndole. Mørke tenía que encontrar a su sobrina antes de que otra pudiese hacerlo; pero la herida dolía demasiado...

Hubo un par de toques en la puerta, Mørke no respondió.

—¿Mørke?—la llamó alguien desde el otro lado de la puerta, la aludida no dio ninguna respuesta, es más, no siquiera se giró hacia la puerta.— Eh, ya revisamos en toda la isla. Astrid no está en ninguna parte.

Imposible, ¿cuál era la única forma de que la chica pudiese salir de la isla? En bote o en barco, pero había heks rodeando todo el perímetro, ¿cómo lo había logrado?

Mørke caminó hasta la puerta, para después abrirla con brusquedad.

—Pues busquen de nuevo— ordenó con voz dura— No pudo haber ido lejos.

La adolescente que habían mandado era una de las chicas que había hablado con Astrid antes de su bautizo. Esta temblaba del miedo, demostrando que la habían obligado a estar ahí.

—Revisamos en todas partes, en la aldea, en las playas, en muchas cuevas, las montañas... peinamos los bosques, en lo que cabe...

—¿Dijiste, "en lo que cabe"?— Mørke apretó el picaporte de la puerta con fuerza, haciendo que la chica diera un paso atrás— ¿Qué significa... "en lo que cabe"?— cuestionó de forma lenta, con gran rabia.

—Bueno, es que hay... Hay sparers en algunos lugares y es imposible cruzar...

Mørke apretó con más fuerza los dientes, sintiendo cada vez más frustración. ¿¡Sparers en Berk!? Claro, el jefe Stoick había muerto, pero su hijo parecía más listo de lo que creía.

La Bruja y el Dragón: En busca de la TryllestavDonde viven las historias. Descúbrelo ahora