Camarera. Un título universitario y veme aquí, sirviendo copas en un trabajo de medio tiempo mientras los ricachones corruptos disfrutan de su fiesta de lujo.
Alexis no había podido conseguir trabajo después del escándalo de sus últimos empleos. Era casi menos problemático servirle a esos ricachones si la mayoría de ellos no fueran pervertidos viejos verdes, grasientos y asquerosos.
Había obtenido el trabajo gracias a un viejo contacto de la universidad, la paga no era mala, especialmente cuando las celebraciones a atender eran como aquellas. Aun así el trabajo no estaba hecho para ella.
— Tomaré una— estaba tan ensimismada que no se dio cuenta de quién era la persona que cogía una copa de champán de las que ella llevaba en una bandeja.
— Claro, adelante— dijo cortésmente. Cuando vio sus oscuros ojos azules mirándola sintió que su cuerpo la abandonaba, de no haber recapacitado rápido las copas habrían terminado en el suelo— Viktor— el nombre cruzó sus labios a la misma velocidad que pasó por sus pensamientos.
— Así que a esto has tenido que llegar— comentó él— Cuando la fiesta termine te estaré esperando a dos cuadras de aquí, el mismo auto de la otra vez, sabrás encontrarme— le dijo.
Era lo más cercano a una orden que ella había recibido de él desde aquel día cuando le bajo el azúcar. Por algún motivo el enojo hirvió dentro de ella pero después de que él la ayudase, aun cuando no se lo pidió, lo menos que podía hacer era ir a verle.
— Cuando la fiesta acabe tenemos una hora para limpiar— le contó.
— He dicho que esperaré ¿no?— repuso él.
— Señor Löwe— otro de los invitados lo llamaba.
No intercambiaron más palabras, de hecho no se volvieron a ver el resto de la noche. Cuando todos los invitados se marcharon, los trabajadores se pusieron a limpiar el sitio. En un apuro que no reconocía propio de ella, se vio terminando el trabajo que le correspondía en media hora y el jefe responsable la liberó por el resto considerando que ya había acabado.
Se cambió en las habitaciones de servicio, el traje de camarera era bonito de cierta forma pero no pensaba andar con él por las calles, menos aún con el frío que ya azotaba a la ruidosa Seattle. Se vistió con sus jeans aguas claras degastados, una camiseta blanca, unas botas carmelitas, por encima se puso una sudadera ancha gris sin capucha que solo se pegaba en los puños y con las palabras “It’s mine” escritas en negro y bien grandes.
Salió a la calle, el frío resultó ser mayor del esperado por lo que sacó de su bolso una bufanda de color arena y se la puso. Le sujetaba el cabello y le daba calor protegiendo su cuello y boca, buscó sus guantes pero se le había olvidado cogerlos por lo que alargó un poco más las mangas de la sudadera, estirándolas para que taparan cuanto pudieran de sus congeladas manos.
Caminó por unos minutos las dos cuadras que él le había indicado. La limusina, que llamaba la atención igual que un león en la Antártida, estaba estacionada esperando su llegada y parado a un lado de esta estaba Nathaniel.
— Buenas noches— la saludó cuando ella estuvo cerca.
— Buenas noches— Decir eso a las 2 y media de la madrugada.
— Por favor— dijo abriendo la puerta trasera del coche.
Lexie se adentró en él mientras Nathaniel cerraba la puerta detrás de ella. Viktor miraba pacientemente y de cierta forma divertido como Lexie se frotaba las manos y soplaba aire caliente en ellas.
— Toma— le tendía un café, al cogerlo Lexie reparó en que estaba caliente, de hecho por la boquilla echaba un humo ligero que inundó el ambiente de la limusina con el agradable olor.
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Sombras Ocultas
ActionCuentas peligrosas: Libro I (trilogía) La vida de Lexie era un sube y baja de manipulaciones. Bajo el control de un corrupto se vio arrastrada al mundo del que tanto había intentado escapar hacía años. Ahora unos ojos azules turbios y taladrantes l...