— Señor Farsh, los contratos con Löwenterprises están listos, ya los revisé y todo parece perfecto— explicaba Lexie sentada enfrente del escritorio de Ethan.
— Me alegra escucharlo— dijo este, estaba obviamente de buen humor.
La noche los había alcanzado hacía una hora y un poco, los empleados se habían ido y de no ser por los guardias de seguridad el lugar estaría ocupado solo por ellos. Lexie había intentado evitar esa situación pero ese día en particular se le había hecho imposible.
— Eres muy hermosa y hoy estas sublime.
Lexie sintió como su piel se erizaba ante aquel halago. Desde el inicio había sentido la atracción palpable que su jefe sentía por ella y por eso había puesto tanta distancia como le fue posible. Esa noche había cometido un error. El peligro era palpable, ella intentaba obviarlo pero cada segundo su presencia en la oficina se hacía más imperante.
— No sabía que te gustaban los ornamentos chinos— comentó ante el silencio de Lexie, haciendo alusión a los kanzashis que llevaba ese día sosteniéndole el cabello.
Afortunadamente vestía pantalones y plataformas de tamaño medio, se veía delicada pero al mismo tiempo eran prácticas para correr. Lexie pensó que al menos no todo había sido desafortunado ese día si al menos su ropa le permitía defenderse y huir.
— Son japoneses— explicó lacónica.
— Oh, ya veo— dijo este divertido con una sonrisa escalofriante. Esa sonrisa le recordaba a alguien más, la había visto en otra persona antes y las bilis se le subieron a la garganta pero supo contener la compostura.
— Creo que nuestro trabajo aquí ha acabado— dijo ella intentado dejar la oficina lo más rápido posible— si me permite, me retiro— ya se había despedido, solo quedaba salir de allí. Caminaba hacia la puerta cuando las palabras de Ethan la detuvieron en el acto.
— Haran’s company— pronunció este alto y claro— sé que descubriste las inversiones, sé que sabes la verdad— dijo mientras salía de detrás del escritorio para sentarse en la parte frontal de este apoyando ambas manos sobre la madera— me impresiona que no hayas dicho nada— apuntó cuando Lexie se giró para mirarlo— me pregunto qué podrías querer.
Esa frase puso a máxima velocidad al cerebro de Lexie que buscaba una forma de salir de esa situación. Todas sus alarmas de autopreservación estaban encendidas y gritándole que huyera.
— No quiero nada— respondió rápidamente— esos negocios no son de mi interés, me importa nada lo que usted haga. Mi trabajo no es juzgar u opinar, no deseo nada a cambio de dicha información a no ser el fingir que no lo sé y que usted pretenda también— aclaró lo mejor que pudo, mirándolo fijamente en todo momento.
— No me suena convincente— afirmó este mientras caminaba hacia ella, Lexie respiró hondo, sabía lo que podría ocurrir y se preparó— cuando alguien conoce algo mío debe darme algo a cambio de dicho secreto—dijo caminando alrededor de ella, tan cerca que su aliento rozaba su piel.
— No tengo nada que darle— intentó hacerle entender.
— Opino diferente— repuso él acariciando con su manos los hombros de Lexie.
— ¿Eso crees?— dijo ella en tono sensual y provocativo.
— Sí, eso creo— confirmó él y ella supo que tenía una oportunidad.
Lexie se pegó más a su cuerpo, respiró agitada ante el tacto de sus manos por su vientre que ascendían buscando sus senos. Llevó su mano a su cabello y tomando el kanzashi metálico lo dejó caer en una castaña lluvia alborotada, él le apartó el cabello del cuello y la besó allí a lo que Lexie emitió un suspiro.
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Sombras Ocultas
ActionCuentas peligrosas: Libro I (trilogía) La vida de Lexie era un sube y baja de manipulaciones. Bajo el control de un corrupto se vio arrastrada al mundo del que tanto había intentado escapar hacía años. Ahora unos ojos azules turbios y taladrantes l...