Capítulo 41: Ritual

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Capítulo 41: 

Ritual

Me aseguro de que haya suficiente distancia entre la mujer serpiente y yo

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Me aseguro de que haya suficiente distancia entre la mujer serpiente y yo. El corazón golpea mi caja torácica sin contemplación. Calma Mafer es una mujer, solo una mujer con una extraña naturaleza. No va a enrollarse a tu alrededor para asfixiarte. Tiene cosas más importantes que hacer, como curar a Susej. Así que no hay de qué preocuparse. Ni hablar conmigo misma funciona. Mis acelerados latidos no disminuyen, y eso que ya me estaba sintiendo mejor. No bien del todo, porque sigo sintiéndome débil, lo que sí es que me puedo sostener muy bien sobre mis pies. Desperté hace como media hora, completamente desorientada. Arcadia hizo que nos trajeran con una curandera, pese a que me negué venir. Lo que evidentemente no sirvió para nada, por un instante olvidé donde me encontraba y con quien. Sí, olvidé que estoy recluida en el velo... Un momento.

Detallo el espacio, es un cuarto pequeño, paredes de piedra en un tono tan oscuro que parece que hubieran sido pintadas de negro. Lo que para mí es una camilla, es una mesa alta, rectangular con gruesas y torcidas patas. Una tela blanca la cubre. Ya estuve aquí, y no ha sido en mis visitas al velo, no. Nada que ver. Gerald me trajo a este mismo lugar antes de mi juicio por una rodilla dislocada, lo que significa que estoy en la corte oscura.

—¿Te encuentras bien? —presto a tención a la curandera que me estudia con la mirada. Seguro de que no tengo muy buen aspecto. —Puedo revisarte...

—No es necesario.

Y aquí estoy, incapaz de hacer cualquier otra cosa que no sea temblar de miedo.

¿A qué se debe que estemos en la corte oscura? Para mí no tiene ningún sentido.

—Es todo lo que puedo hacer —anuncia la mujer serpiente de baja estatura y mucho peso para la poca altura que tiene. Quizás se comió un apetitivo y todavía no hace la digestión, las serpientes pasan horas para digerir.

Desvió la mirada hacia Susej, un terreno más estable, solo es apariencia. Ella permanece sobre una camilla con la mirada fija en el techo, algunas lágrimas humedecen sus mejillas. El hada oscura va en picada hacia el acantilado y sus alas no saldrán para salvarla. Se convierte en humana, y parece ser irreversible.

—¿Seguro de que no hay nada más que hacer? —se atreve a preguntar Shema.

No se ha despegado de su amorcito en ningún momento. Sin importarle la presencia de Arcadia o cualquier otra hada de la hermandad, su único interés reposa en una cama muy asustada.

La curandera cada vez que habla una lengua delgada sobresale de sus labios, estoy segura de que no es producto de mi imaginación, tampoco de mi fobia. A esa criatura lo único que le hace falta es una piel escamosa y arrastrarse por el suelo.

—Pueda que haya una solución, pero no aquí —susurra con ese extraño movimiento en los labios. Me pego más contra la pared, queriendo fundirme con ella.

Encantus. Alas de fuego (libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora