Capítulo 34: Sucesión

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Capítulo 34: 

Sucesión

Intente dormir un poco, pero cada vez que cerraba los ojos el lago del olvido aparecía en la oscuridad, con sus rostros helados observándome

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Intente dormir un poco, pero cada vez que cerraba los ojos el lago del olvido aparecía en la oscuridad, con sus rostros helados observándome...

Al final no he podido dormir nada. Solo me dedico a observar los colores que se forman en las gotas de hielo que se encuentran suspendidas del techo, la luz que se filtra por la ventana ilumina la habitación por completo.

Me dejo hipnotizar por los colores danzando sobre el hielo, mientras mi mente revive una y otra vez la conversación entre Gina y Arcadia. No puedo dejar de pensar, en sus palabras.

—¿En qué piensas? —ni siquiera escuche cuando entro a la habitación.

Dejo de lado los colores hipnóticos, para mirarlo a él. Mi padre y yo no hemos tenido mucha comunicación, y comienzo a sentirme como Geraldo. Cohibido ante sus hijos, sintiéndose como hablando con una desconocida que no lleva su sangre.

—Pienso en algo que mencionó Arcadia. Ella dijo algo sobre un recipiente —respondo en medio de un suspiro. —Supongo que no sabes nada de eso al igual que Geraldo.

Ahora que lo pienso, me alegra no ver a mi madre cada vez que me miro en el espejo. Es un alivio tener los mismos rasgos de mi padre.

—Necesitas comer algo —deja una bandeja con algunas frutas frente a mí. Se sienta, un poco incómodo.

No tengo hambre, pero no me parece agradable despreciar lo que me ha traído.

—¿A qué te refieres? —pregunta después de unos minutos de incómodo silencio.

Termino con un par de uvas, lo último de la fruta en el plato. Ha sido una buena elección, después de mi espectáculo con Geraldo, la fruta ha fortalecido mi estómago.

—No estoy segura, parece que Maritza necesita de un recipiente para volver —no dice nada, pero al mismo tiempo expresa demasiado. Él está tan tenso que creo que se quebrara en cualquier momento. Quizás no lo sabía con certeza, pero estoy segura de que el algún momento lo supuso—. Tienes alguna de ¿qué es el recipiente?

—Me gustaría saberlo —susurra. —No estoy siendo muy útil. Quisiera poder hacer más, pero no tengo mucho que aportar a esta lucha.

Coloco la bandeja a un lado de la cama.

—Ya has aportado mucho, papá. —Sus ojos se iluminan. Una simple palabra de cuatro letras ha cambiado por completo su mirada. —Desde el principio. Me diste la daga, un obsequio muy útil, por cierto. Incluso, me ayudaste para traer conmigo a Shema. Sin ti quizás no lo hubiera conseguido. Has hecho más que mi madre.

Mis ojos se humedecen. Recordarla me lastima.

—Haría lo que fuera por mantenerte a salvo, pero nada de lo que haga te alejara del peligro. Solo me queda darte las herramientas que pueda y hacerlo más fácil. —Sonríe. Sí, bueno, eso es complicado.

Encantus. Alas de fuego (libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora