Capítulo 25: Frontera de las tinieblas

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Capítulo 25: 

Frontera de las tinieblas

Frontera de las tinieblas

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Me quedo paralizada. El terror se apodera de mí. No puedo dejar de mirar esos brillantes y rasgados ojos. Su largo cuerpo se mueve con agilidad buscando rodearme, pero antes de que pueda alcanzarme una flecha se incrusta en su gruesa piel.

Una serpiente encolerizada no es algo que sea divertido de ver. Su cuerpo se agita y ataca.

El corazón se me sube a la garganta con la cercanía de semejante animal, pero su ataque va a quienes se encuentran detrás de mí. No sé quién me toma por los brazos y me hace retroceder, mis pies se tropiezan entre sí y caigo al suelo.

La serpiente continúa atacando, pero no ha lastimado a nadie, los tres elfos, disparan flechas al animal. La han dejado ciega, no creo que unas simples flechas logren detenerla, pero sus ataques comienzan a perder fuerza, es como si estuviera desorientada. Busco a Susej con la mirada, y está bastante distanciada.

Bianca me hace moverme, mientras que los elfos se hacen cargo de la serpiente, poco a poco el animal comienza a retroceder al pantano. Me dejo caer en el suelo, cuando el peligro se ha disipado. Entre todo el agite, me doy cuenta de que los elfos no traían flechas, recuerdo perfectamente que estaban armados con espadas. Entonces, ¿de dónde salieron los arcos y las flechas?

Una última flecha toma forma en la mano libre del elfo de ojos verde, y antes de que pueda detallar sus movimientos la flecha se precipita contra la cabeza de la serpiente, haciéndola retorcerse hasta hundirse por completo en el pantano.

—¿Te encuentras bien? —Pregunta Bianca, sus ojos azul cristalino están sobre mí, solo puedo ver su rostro pálido lleno de preocupación.

—Sí —susurro mientras me concentro en llevar todo el aire posible a mis pulmones.

—¿Por qué no te moviste? —Me reprocha Susej. Alzo la vista, sus ojos gris plata brillan encolerizados—, esa serpiente pudo haberte matado, y a nosotros también.

—Crees que no lo sé —expreso aun aterrada, mi voz entrecortada, jadeante por el pánico—. Por si no lo sabías Susej, les tengo fobia a las serpientes. Por lo que lo último que quiero es hacer que una nos haga su apetitivo.

—¿De verdad? —pregunta la princesa con sarcasmo. Cierro los ojos, dejo que el aire calme el ardor que siento dentro de mí. La ira es un sentimiento que puede llegar a destruirte por completo.

—Me da igual lo que pienses —replico, un poco más clamada.

—Es suficiente —interviene el elfo de ojos azules—, no me digan que vinieron a la frontera de las tinieblas a discutir las fobias de cada una —sus ojos se tornan oscuros, nos observa con dureza.

Me obligo a relajarme, a veces la forma en que se comporta Susej me hace odiarla, es tan arrogante, mucho más que su hermano. Respiro despacio, con ayuda de Bianca me pongo en pie. Los elfos ya han retomado la marcha en dirección a las ruinas del castillo. Me obligo a recordar porque estoy aquí, y porque soporto el trato de estos desconocidos, y de la princesa.

Encantus. Alas de fuego (libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora