XXXIV

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Narra Azul

Todo lo que Max me cuenta parece el guión de una película, sabía muy bien que no era del agrado de Irving y lo entiendo aveces ni yo  misma me podía aguantar, pero nunca pensé que fuera capaz de hacer algo así, solo para  hacerme daño. Entendía a Max yo viví algo similar con Bárbara, sin embargo no debió prestarse a los chantajes, yo hubiera preferido ir a la cárcel a pensar que él me abandonaba.

Es impresionante ver lo que una persona con odio puede hacer para dañar a otra, él me quería hacer sufrir y podía ser que parte de esa humillación me la tenía merecida, solía ser arrogante y caprichosa no pensaba en las consecuencias que todo podría traer. Durante mi vida he cometido muchos errores y me arrepiento de ellos, no puedo hacer nada para remediarlo, es algo con lo que tendré que cargar toda mi vida.

Cuando regresé de estudiar me dediqué ha decir tantas cosas, sin pensar en todo lo malo que con ello hacia. Escuché con atención todo lo que Max tenía para decirme ¿qué podía hacer? Tal vez en su lugar hubiera echo lo mismo, Irving no tenía derecho a hacernos eso ¡Por Dios! Estamos hablando de su hijo. Un alma llena de odio es lo peor que una persona se puede encontrar.

Voy a la cocina por algo para comer, preparo unos sándwiches, en realidad no se si lo hago porque tengo hambre o son mis ganas de estar sola. Hago las cosas lo más despacio posible, llego a la sala y coloco la bandeja frente a Max, lo veo vomitar en el sofá ¿qué sucede?  Él tiene náuseas ¿estará enfermo? A lo mejor le pasa algo y yo sin saberlo, empiezo a preocuparme.

Max limpia todo para sentarse luego junto a mí, tengo ganas de preguntar lo que sucede y termino diciendo —Será una larga noche.

Max suspira, se que va a seguir —Lo que menos quería era que la pasaras mal, te juro aún no logro perdonarme el echo de haber provocado tus lágrimas, eres lo más grande en mi vida. No hubiera soportado verte tras las rejas, tenía tanto miedo, lo siento.

—Sufrí más de lo que te imaginas, pensé que mi historia se repetía una y mil veces, que también tú me abandonabas al igual que muchos en mi vida.

—Yo soy un idiota, pero a pesar de alejarte de mí no estaba dispuesto a dejarte ir. Me volví tu sombra iba siempre junto a ti. Azul estuve en todo,  te vi salir triunfante de tu casa después de que la boda se canceló.

—Pero te fuiste con Karen.

—Nunca, no pude me faltó fuerza de voluntad para soltarte. Te vi llorar en el cementerio, quise acercarme, pero me di cuenta de que si lo hacía nada habría valido la pena. Mi papá quería que me fuera nunca lo hice, tal y como lo prometí estuve para aplaudir el día que fuiste premiada, siempre te acompañé desde la oscuridad.

—Entonces siempre fuiste tú.

—Así es. No podía alejarme de ti, era como caminar sin rumbo, mis pies siempre terminaban llevandome a tu lado. Lo siento pero no puedo alejarme, intenté hacerlo incluso desde que descubrí que empezabas a ganarte mi corazón, fue una lucha perdida.

—Max no se que decir.

—Te vi en el aeropuerto indecisa, deseaba que no te fueras.

—Con razón no tuve el suficiente valor para irme, siempre sentí que alguien me seguia a pesar de todo me sentía tranquila. No voy a negar que sentir que alguien estaba pendiente de mí me causaba un malestar que no sabía describir.

—No había nada que temer, solo era yo siguiendo tu vida de cerca. Te vi beber en aquel bar hasta perder el conocimiento. Fui yo quien te llevó al hotel, esa fue la mejor noche que pasé después de dejarte, estuve esas horas vigilando tu sueño y antes de irme susurré algo en tu oido, deseaba decirte lo mucho que te amaba aunque estuvieras dormida. Ordené tu desayuno favorito y salí para esperarte, no tienes idea del martirio que era tenerte tan cerca y a la vez lejos.

Ella Es Un Tormento Donde viven las historias. Descúbrelo ahora