–Son las 8:00 de la mañana. Lo sabes ¿no?
Le dejé la puerta abierta para que pasara. Caminé hacia una esquina del sofá y me senté en el brazo. Ella cerró la puerta y corrió a sentarse en el sofá a mi lado. Varios bostezos salían sucesivamente de mis labios. Tenía demasiado sueño. Me había acostado tarde, y en ese momento tenía una visita súper temprano. Ella analizaba la casa, no sabía porque lo hacía estaba igual de lo habitual. Lo único diferente era lo oscura que se encontraba por la poca luz que entraba por una de los ventanales del segundo piso.
–¿Y mi primo?—preguntó con una sonrisa en el rostro.
–En tu casa ¿no?
–No ese—destacó, ya sabía de quien se refería—¿Ya... se acostaron juntos?
Aquí vamos de nuevo.
–No somos nada, solo compañeros de piso.
–Porque tú quieres.
Negué con la cabeza, y otro bostezo salió de mi. Ella me escaneó por completo. Sus ojos se detuvieron en mis piernas desnudas y volvió a la mirada que hacía justo unos segundos atrás. Sabía que iba a seguir toda su estancia con insinuaciones, y buscando cualquier detalle que pudiera parecer comprometedor.
–Antes de que lo digas, que conste que traigo ropa por debajo.
–¿Interrumpí algo?—ignoró, últimamente todos solían hacerlo—Tienes ojeras, ¿larga noche?
–Eres un caso perdido.
–Por lo menos dime como fue, la tiene grande ¿verdad?
–Eso fue muy delicado.
Caminé hacia la cocina con ella detrás de mi. Tomé el mango del refrigerador, lo abrí, para sacar leche junto con una caja de cereales del estante de encima, y los uní en un bol. Ella seguía analizando todo en la cocina. El sonido de sus tacones se detuvieron justo a mi lado, observé el porqué. Oh mierda, las reglas de convivencia. Quitó las figuritas que lo sostenían y me daba una mirada de decepción a la vez que iba leyendo. Estaba acabada, se pasaría la vida sacándome las putas reglas.
Llevé una cucharada a mis labios, la misma que se vio interrumpida y tirada en la barra. Joder, si que molestaba eso. Recordé que en el día de ayer le hice lo mismo a Noah. Diablos, que paciencia tenía. Levanté mi vista para encontrarme rodeada de sus brazos y con dos ojos que parecían cuchillas. Daba miedo la pequeña Emi. Dejé mis cereales—sin empezar— y salí corriendo por toda la casa con ella persiguiéndome. Como podía correr con esos 20 centímetros sobre tierra.
–Oh no querida, no vas a escapar.
Me subí encima del sofá mientras brincaba de uno en uno tirándole almohadas en el camino. Retomé mi camino hacia el suelo. Volví a correr pero una de sus manos tiran de mi por la camiseta. Tragué en seco, para girarme lentamente hacia ella. Su cara era pura maldad, era como cuando un gato logra atrapar al roedor.
–¿Estás de coña? Que mierda tienes en esa cabeza—me dio unos golpes en la antes dicha, me quejé por el golpeé—Te estas perdiendo la oportunidad de tu vida.
Estaba a punto de responderle pero el sonido de una puerta me detiene.
–¿Qué es todo ese ruido?—ambas observamos hacia las escaleras.
–¡Primooooo!—gritó mientras iba hacia él, al llegar lo abrazó, el se quedó inmóvil mientras me miraba sin entender nada.
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Lila
Fiksi RemajaLila Malley nunca había tenido la vida que tanto deseaba, y sus padres eran los verdaderos culpables de eso. Sus problemas la habían llevado a ser una discreta consumidora que a su debido tiempo provocó que sus sueños se desmoronaran y convirtieran...