Capítulo 8

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Holisss.
Agradeced a mis impulsos repentinos por doble actualización casi que en el mismo día. :)
Por cierto, quería agradecerles por el apoyo y los lindos comentarios que me han dejado.
Lxs adoro.

Ya no les quito mas tiempo,
disfruten <3

•••

–¡Sorpresa!—retiré las manos de los ojos de mi hermano.

Por fin había llegado el domingo. La semana me había parecido enorme sin el. Noah apenas llegué de casa de mis tíos con mi hermano nos mostró unas entradas del parque de diversiones local. Acto que conquistó a mi hermano del todo. Ahí nos encontrábamos en ese momento los tres. El me pidió que le tapara los ojos a mi hermano. No sabía para qué pero había insistido tanto que al final lo hice. Se había aparecido con un enorme peluche de un koala que había ganado en una de las atracciones de tiro. Típico de un niño, mi hermano se vendió por segunda vez por un juguete. Allí estaba el abrazando a Noah y al peluche al mismo tiempo.

Sonreí al verlo tan feliz. Ambos se acercaron a mí tomados de las manos. Froté el cabello del pequeño al posicionarse a mi lado y el me mostró el gran peluche que apenas podía sostener.

–Wow, que grande—fingí asombro.

–Siiii—chilló emocionado.

–Me lo gané ¿verdad?—habló Noah a mi lado.

–Lo compraste que es diferente.

–¿Estás celosa?

Tomé la mano de mi hermano para llevarlo a otra atracción. Noah me seguía con una sonrisa en el rostro. Se ofreció a llevar el koala de Gabel. El sin pensarlo le dejó. Nos detuvimos delante de un enorme castillo inflable que estaba repleto de niños brincando y subiendo por unas sogas que habían en el. Mi hermano comenzó a hacer pucheros y un corto berrinche para subirse en el. Otro de los caprichos que mi compañero le dio.

–Me lo estás malcriando.

–Es un niño.

–No justifica que lo malcríes.

–Es que... míralo—la escena de mi hermano saltando con una sonrisa en el rostro, me hizo sonreír—Tienes un hermano muy lindo.

–Lo sé.

Nos mantuvimos en silencio vigilando cada paso a que daba Gabel. Tal parecíamos unos padres disfrutando de la felicidad y seguridad de sus hijos.

–¿Quieres una manzana acaramelada?—cortó el silencio.

No me dejó responder, y se perdió entre varias personas. ¿Qué se iba a hacer si le decía que no cuando lo trajera? Que tonta era, seguramente se lo daba a mi hermano o se lo comía el mismo. Mi hermano bajó de la atracción al mismo tiempo que llegaba Noah con tres manzanas cubiertas de caramelo y con algunas chispas encima. Nos las entregó y comenzó a comer de la suya.

–¿Y si no quería?—pregunté.

–Todos quieren manzanas acarameladas.

–Debes saber que no soy todos.

Sus labios se abrieron para decir algo, pero no llegaron esas palabras a mi.

–¿Te lo vas a comer o no?—preguntó.

Miré la misma en mis manos. Se veía realmente apetitosa, no podía dejar de comerla solo por irle a la contraria—Si—contesté finalmente.

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