Capítulo 12

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Le di una mordida al pedazo de pizza que había sobrado de la noche anterior, mi otra mano traía un vaso con zumo de naranja. Recién había despertado, y no parecía ser tarde, debían ser las 9:00 am. Caminé hacia la sala para ver algo mientras comía. Pero mis ojos se desviaron hacia una señora esbelta que recién entraba por la puerta.

Me detuve a mitad del camino, ella repasó la casa para luego caer en cuenta de mi existencia. Sus ojos viajaron por todo mi cuerpo como si fuera un escáner, y luego me tendió una sonrisa que más bien parecía hipócrita. Creo que era mal día para usar unos chándal desgastados.

Pero no lo iba a negar, yo hice lo mismo. Era de estatura mediana y vestía bastante bien, tenía rasgos muy parecidos a los de Noah, el cabello era oscuro y sus ojos era la unica diferencia, estos eran castaños, pero definitivamente debía ser la madre de el.

–Hola querida, ¿se encuentra Noah?—asentí, me llevé el zumo a mis labios tomando de el.

–¿Madre?—el mismo se asomó desde la segunda planta, abrí los ojos cuando noté que solo traía un bóxer.

«Si, mal día para una visita»

Ella le sonrió, peros sus ojos parecían estacas. El corrió hacia su habitación para colocarse unos pantalones cortos, y bajó los escalones con bastante normalidad. ¿No tenía una lesión? ¿Por qué se la oculta? Incluso no traía su rodilla vendada.

–¿Qué haces aquí?

–¿No puedo visitar a mi hijo?

–¿Tú le abriste?—me señaló, y yo negué con la cabeza—¿Te hiciste unas llaves?

–Cariño, todas las madres deben tener las llaves de la casa de sus hijos—este rodeó los ojos, su madre pasó su vista hacia mi y Noah pareció notarlo—¿Nos vas a presentar?

–Ah si, madre ella es Lila—me señaló, y yo le di una sonrisa de labios cerrados—Lila ella es mi madre.

–Anna Robinson, encantada—me extendió su mano y se la tomé, me dio un leve apretón en ellos.

¿Robinson? ¿Por qué no llevaba el apellido del esposo? Una pregunta más para el millón.

–Lila Malley. Estaré por allá—señalé la cocina y Noah asintió, me detuve cuando me volvió a hablar.

–Lila, tienes...—señaló su nariz, arrugué mis cejas sin entender nada—Tienes pizza en la nariz.

Abrí mis ojos, y mis mejillas me ardieron levemente. El comenzó a reírse por lo bajo y su mamá lo miraba con el entrecejo cerrado. Mejor me largo antes de que vuelva a pasar una pena delante de la señora. Me di vuelta en dirección a la cocina. Limpié mi nariz, y me senté en la barra a esperar, creo que debí ir a mi habitación.

«¿Ahora qué hacemos?»

–Te dije que no vinieras por acá—débilmente escuche ese pequeño reproche.

«Y si escuchamos...»

No debería, es mala educación.

–¿No querías que viniera por ella?

Están hablando de mi.

«¿Segura que no quieres escuchar?»

Dios esto está mal, esta muy mal. Me había movido a un lado de la puerta que debía la sala de la cocina tratando de escuchar su conversación. No era algo que hacía comúnmente pero hablaban de mi, y eso si me concierne. Ellos se quedaron en silencio por unos minutos hasta que ella volvió a hablar.

LilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora