[OBRA TERMINADA]
Una deidad atrapada en el cuerpo de un canino, se acerca con el propósito de liberar su alma a un ser demoníaco capaz de hacer que recupere su cuerpo. Pero para desgracia de Lan Wangji, ese cultivador demoníaco le teme con brutalida...
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Mascaras
-Lan Wangji... Hanguang-jun
Sus ojos apenas podían despegarse, sentía una intensa sed en su garganta y a su vez, aunque pareciera contradictorio, la necesidad de escupir algo. Al abrir completamente sus parpados pudo permitirse ver el entorno. El lugar era iluminado por una tenue luz proveniente de un lugar desconocido y las paredes hechas de piedra se caían a pedazos, aquellas características eran propias de una cueva.
Sus recuerdos se hallaban nublados y los últimos momentos, o la razón por la que estaba en ese lugar, estaban perdidos en su mente. La voz que antes lo había llamado ahora tomaba forma en una persona escalofriante de aspecto tétrico, quiza fue la sonrisa maliciosa que le dedicó apenas abrió lo ojos lo que le generó desconfianza.
-¿Hanguang-jun? ¿Ha despertado?-, la persona no parecía conocer el espacio personal, porque estaba a solo centímetros de su rostro -, me alegró mucho, haremos esto rápido, no tiene que preocuparse.
Después de un tiempo observando aquella figura, pudo reconocer el rostro de Xue Yang, sus túnicas negras también lo delataba. Lan Wangji no pudo comprender las palabras, y por instinto, trató de levantar su cuerpo del frío suelo. Fue justo el momento en que cayó en cuenta de su condición física. Sus manos estaban sujetas a gruesas cadenas de un pesado metal; lo máximo que logró levantarse fue hasta estar arrodillado.
-Xue Yang... ¿tú eres quien me ha estado controlando? ¿Colocó en mi una maldición? -, su furia iba incrementando conforme entendia mejor la situación, en respuesta, el acusado soltó una risa nada discreta burlándose de la situación.
-Pensé que era más inteligente, Dios de la serenidad -, el sarcasmo que usaba le molestaba cada vez más y la tranquilidad que demostraba lo hacia dudar de sus nuevas conclusiones. No tardó mucho, cuando una nueva personalidad se hizo presente; era un hombre pequeño, de sonrisa agradable a la vista, que Lan Wangji reconoció como el Dios de la literatura.
-¡Wangji! Me alegro tanto de verte -, sacudió sus prendas y expandió su sonrisa -¿cuantos años, no?
En los cielos, no recordaba haber interactuado con él más allá de las ceremonias acostumbradas. No había enemistades entre ellos ¿o sí?
-¿Qué es esto? Dios de la literatura, Jin Guangyao, le exijo una explicación -, vocifero casi a gritos.
-¡Wangji! ¡Wangji! -, antes de que la explicación del dios de la literatura llegara, unos gritos llamandolo interrumpieron. Escuchar esa voz lo tranquilizó, su hermano estaba cerca y no tardaria en rescatarlo del malévolo plan de esos dos.
Sus suplicas fueron escuchadas y en segundos las túnicas blancas de Lan Xichen aparecieron, eso le brindo una increíble tranquilidad; su hermano llegó hasta él, de rodillas para poder estar a su altura.
-Wangji, ¿estás bien? ¿no te han hecho daño? -, preguntó el primer jade, su semblante parecía tan preocupado y sincero, que Lan Wangji no dudó en creerle.