Capítulo 2

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Beranice

Termino de comer y me dispongo a subir a mi habitación.

- Hija, vamos a presentarnos con los vecinos, pero primero ve a cepillarte – Dice mi madre con voz decidida, tuerzo los ojos ante la decisión y subo las escaleras.

Cepillo mis dientes, tomo el peine para desenredar mi cabello y paso mis manos por mi vestido quitándome las pequeñas arrugas producidas por mi siesta.

Mi madre se asoma a mi habitación y me avisa que salimos en cinco minutos.

- ¿Por qué no saludamos mañana? Ya es tarde – Digo tratando de evitar la vergonzosa situación en la que inconscientemente me quiere involucrar.

- No son todavía ni las nueve de la noche, seguramente ya cenaron, estamos en el momento ideal, mañana tengo doble turno en el museo, así que vamos – Dice mi madre dando por finalizada la conversación.

Me resigno ante mi futuro inmediato, bajo las escaleras y tomo mis llaves de la mesa principal. Mi madre ya está en la puerta de la casa esperándome, intento controlar los fuertes latidos de mi corazón para poder enfrentar a la persona con la que he sido bastante grosera hace menos de dos horas y amor platónico por meses.

Caminamos el pequeño trecho que dividen todas las casas de la cuadra y camino por detrás de mi madre.

Toca el timbre, mis piernas tiemblan.

Siento mi ansiedad en aumento al escuchar unos pasos acercándose a la puerta principal, abre una hermosa mujer que no pasa de la edad de mi madre y puedo observar el parecido con Eli, el mismo color de piel blanca contrastado con el color miel de sus ojos.

- Hola, soy su vecina de al lado, Emily Johnson, junto con mi hija venimos a darles la bienvenida a la cuadra – Dice mi madre tomándome por el brazo para estar a su altura.

- Hola, bienvenidos al vecindario, soy Berenice – Digo regalándole una sonrisa a la mujer enfrente de nosotras.

- Mucho gusto, soy Elena Thompson, gracias por venir a darnos la bienvenida – Dice la señora Thompson volteándose a las escaleras de su casa – ¡Chicos, bajen, tenemos visitas! – Grita llamando a su esposo e hijo.

Ante la perspectiva de enfrentar a mi vecino tan temprano después de nuestro altercado mi corazón vuelve a agitarse y siento como mi garganta se cierra.

Escucho pasos de dos personas, primero veo a un señor mayor con una sonrisa cansada pero amable.

Y ahí está, un poco más alto de lo que pensaba, con su pelo encima de sus ojos, me observa y a los segundos sé que me reconoció, siento mi estómago retorcerse un poco y mis mejillas adquieren un poco de calor.

- ¿Qué tal? Soy Miguel Thompson, un gusto – Menciona el señor Thompson mientras saluda a mi madre con un apretón de manos – Este es nuestro hijo, Eli – Agrega indicándole a él que se acerque a saludar.

Mientras se acerca, sus ojos me advierten que tiene algo en mente. Para mi sorpresa, lo primero que dice es:

- Soy Eli Thompson, hijo de ese par de locos – Señala a sus padres – Digo, encantador par – Corrige ante la mirada acusatoria de su madre.

- Se ve que eres un buen muchacho – Dice mi madre mientras le regala una sonrisa – Hija, ¿Por qué no van a caminar por ahí para conocerse mejor ustedes dos, mientras los adultos charlamos? – Agrega mirándome y después a los señores Thompson en busca de apoyo.

- La señora Johnson tiene razón, vayan a caminar un rato – Apoya la señora Thompson.

¿Esto en verdad está ocurriendo? Mi ser esta emocionado e indignado a partes iguales, mi pulso vuelve a alterarse y puedo jurar que mi presión aumenta de manera dramática, voy a terminar visitando a un médico. 

- ¡Claro! – Habla Eli como un niño al que le han regalado un caramelo, por un momento me recuerda a Brendan.

Los cuatro me miran expectantes ante mi respuesta, muerdo mi labio inferior nerviosa y gracias a la presión social, termino aceptando la dichosa caminata.

Eli pasa el umbral de la puerta, me toma de la mano y mirando a los adultos menciona:

- ¿Por qué no entran a tomar algo? Les prometemos que no volveremos demasiado tarde ¿Verdad? – Me mira directamente a los ojos y por un momento me pierdo en los suyos, salgo del trance y asiento con mi cabeza, parece que mi lengua desaparecido por arte de magia.

No desapareció, simplemente la persona a tu lado te dejo aturdida.

Maldita conciencia.

Presiona un poco mi mano incitándome a caminar, lo hago. Nadie habla, suelta mi mano, pone ambas manos en los bolsillos delanteros de sus jeans y se pone delante de mí, pero sigue caminando.

- Ya encontré la maravillosa aplicación que me mencionaste antes – Sonríe – Así que tu nombre es el de una reina, bastante original ¿Quién te lo puso?

Estoy sorprendida, no me puso en evidencia frente a nuestros padres ni me ha reprochado mi mala actitud con él.  No respondo, me sigo sintiendo bastante avergonzada.

- Oye, si sigues molesta por lo de hace rato, me disculpo, no debí haberme reído, estuvo mal de mi parte – Dice mirándome apenado mientras pasa una mano por su cabello.

No sé qué me lleva a mirar sus ojos, siento como mi corazón se suaviza y me empiezo a sentir cómoda.

Tu corazón acaba de ser conmovido.

Ignoro a mi conciencia y le regalo una sonrisa, es la primera vez que alguien se disculpa conmigo de manera tan genuina. Ignoro lo que sea que esté creciendo en mi estómago.

- No te preocupes, no estoy molesta, en realidad si un poco avergonzada, no debí haber sido tan grosera contigo – Me disculpo también, me da una sonrisa amistosa y se posiciona otra vez a mi lado – Respondiendo tu pregunta, me lo puso mi madre, ella ama la cultura egipcia, así que te imaginaras por donde va la cosa.

- Interesante – Dice mirándome con cierta fascinación, se da cuenta de que vi su mirada y la desvía al frente, pasando saliva.

Una pequeña sonrisa se me escapa de los labios y bajo la mirada a mis sandalias, me doy cuenta de que no traje un abrigo por la brisa de la noche que golpea mi piel descubierta, tiemblo un poco y toco mi nariz, esta fría.

- Tu nombre también es curioso – Digo rompiendo el silencio que había entre los dos – ¿O Eli es el diminutivo?

- Es solo Eli, es hebreo, significa hombre sublime – Responde.

Y sí que lo define.

Trato de no concentrarme en mi conciencia y decido hacerlo en Eli que me mira un poco extrañado.

- ¿Qué pasa? – Digo un poco cohibida.

- Tu nariz esta algo roja – Toca mi nariz con uno de sus dedos como para probar su punto – Eres como Rodolfo el reno.

- No traje un abrigo, así que tengo frio, es por eso – Digo pasando mis manos por mis brazos para proporcionarme algo de calor.

- Ya deberíamos regresar – Propone Eli ofreciéndome su mano – Para que dejes de tener frio –Agrega regalándome un plano perfecto de sus ojos.
                                                                                            En ese momento sé que podría perderme toda una vida en ellos.

El chico de la ventana amarillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora