Capítulo 3

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Beranice

No encuentro la corbata del uniforme, voy tarde, Chris debe estar pasando por mí en menos de diez minutos. Olvide poner la alarma, todo culpa del desvelo que tuve ocasionado por el shock de tantos eventos en una sola noche.

- Debo concentrarme, el que ahora sea mi vecino no debe afectarme – Me digo a mi misma en voz alta.

Pero si ya lo hizo.

A veces mi conciencia se pone pesada, encuentro al fin la dichosa corbata y me pongo delante del espejo de mi baño, hago los nudos necesarios y paso mis manos por mi pelo.

Falta poco para que acabe el bachillerato, ese pensamiento me emociona y asusta a partes iguales, sé que no va a ser demasiado grande el cambio ya que no me voy de la ciudad, pero la expectativa de empezar la carrera de mis sueños me eleva en las nubes.

Escucho sonar mi celular y lo tomo del bolsillo de la falda escolar.

Chris

Nice, ya estoy fuera de tu casa.

La dejo en visto y tomo mi mochila que está encima de mi cama, volteo a ver a mi ventana y veo a mi vecino con tan solo unos pantalones, mi mirada se desvía a su abdomen, la aparto y paso saliva, salgo prácticamente corriendo de mi habitación sin siquiera cerrar la ventana o puerta de mi habitación.

Salgo de mi casa y veo el auto rojo de mi amiga, abro la puerta del copiloto y me siento apretando mi mochila contra mi cuerpo. Chris tiene las manos en su cabello terminándose de hacer una cola de caballo y me mira frunciendo el ceño ante mi apresurada entrada a su automóvil.

- ¿Qué pasa? ¿Viste algo indebido? - Pregunta Chris con una sonrisa pícara, inconsciente de que acertó, mis mejillas adquieren calor por sentirme descubierta, pero recuerdo que ella no sabe nada.

- No, tan solo tengo algo de afán – Miento poniéndome el cinturón de seguridad.

- Nice, eres muy mala mintiendo, pero no te preocupes, cuando estemos en receso vas a soltarme toda la sopa – Responde la chismosa de mi amiga.

Nos ponemos en marcha y Chris rápidamente empieza a contarme de su entrenamiento de ayer, que el sábado es el partido y que debo asistir por ser la mejor amiga de la goleadora del equipo (en lo que tiene razón, es excelente en el fútbol), me hace prometerlo con nuestro saludo y hace que se me olvide todo el asunto de mi vecino.

...

- ¿Es en serio? – Dice incrédula Chris ante lo que le acabo de contar, estamos en receso bajo la sombra de un árbol, tan solo asiento - ¡Por Dios! ¡No me lo creo! – Sigue repitiendo en un ataque de felicidad. Creo que está más contenta ella que yo ante el hecho de que mi amor platónico ahora es mi vecino.

- Cálmate un poco ¿Si? – Digo tratando de relajarla ante las miradas curiosas de las personas que nos rodean - Respira.

- De acuerdo, ya, ya – Responde tomando una bocanada de aire y cerrando los ojos un momento – Quiero todos los detalles, cuéntamelo todo, no todos los días pasan este tipo de cosas, parece sacado de los libros que tanto lees – Tiene un brillo en sus ojos gracias a la expectativa de mis siguientes palabras:

- Vamos, ya van a tocar el timbre – Digo finalmente parándome y sacudiendo la tierra de mi falda, ella me mira con cara de pocos amigos y me señala.

- ¿Cómo me vas a dejar con esta intriga? Mala amiga – Dice haciéndose la indignada mientras se pone de pie y me sigue señalando con su dedo.

- Te voy a contar todo, pero cuando estemos en un lugar más reservado – Digo pensando en la alta capacidad auditiva de mis compañeros – Sabes lo orejas paradas que son aquí.

Chris me observa analizando mis palabras y mueve la cabeza poniéndose de acuerdo conmigo. Recupera su característica felicidad tomándome del brazo para llevarme con ella al aula.

- Casi llegan tarde señoritas – Dice Francisco, nuestro profesor de literatura parado en la puerta de nuestro salón esperándonos a todos.

- Disculpe profesor – Menciona Chris un poco atontada, lo cierto es que nuestro profesor es un hombre de ensueño, además de un excelente profesor y esposo, está casado con nuestra profesora de salud, Paula, haciéndose así, la pareja favorita del colegio.

- Que no se haga costumbre – Dice regalándonos una sonrisa y haciendo espacio para que podamos pasar.

Nos colocamos en nuestros asientos y la clase comienza.

...

Estoy recogiendo todos mis libros, Chris me apura en la puerta del salón y cuelgo la mochila en mi hombro.

- Eres más lenta que una tortuga – Me reclama Chris – Debo llegar a casa temprano, tengo entrenamiento en menos de una hora y deje mi ropa de gimnasio.

- Estoy lista, vamos – Digo llegando a su lado, empezamos a correr al estacionamiento, ella saca sus llaves, quita el seguro del carro y nos adentramos en él.

Llegamos a mi cuadra, Chris asoma la cabeza por su ventana.

- ¿Qué pasa perrita? – Digo molestándola, me mira, saca la lengua y jadea un poco siguiéndome el juego, reímos y se estaciona frente a mi casa.

- Estaba mirando a ver si encontraba a tu querido vecino – Dice Chris moviendo las cejas dándome una sonrisa de boca cerrada.

- No empieces con eso, ya te dije que te contaría todos los detalles en otro momento, hasta entonces, concéntrate en el partido del sábado – Digo recordándole implícitamente que tiene entrenamiento y va contra reloj.

Bajo del carro, la despido con la mano y veo como acelera antes de perderse de mi campo de visión, sonrío ante la perspectiva de poder llegar a casa a descansar y quitarme la corbata, emprendo mi camino hacia mi casa cuando noto que abren la puerta principal de los vecinos.

No lo note antes, pero Eli también está recién llegando a casa con una bata en una mano y una mochila en la otra, al parecer siente mi mirada, voltea a mi dirección, me regala una sonrisa.

- Hola Rodolfa – Dice, no sé de donde sale eso, volteo mi mirada y decido ignorarlo - ¿Te gusto la vista de hoy? – Vuelve a hablar, sé que me habla a mí, me pillo cuando observe por unos momentos su abdomen esta mañana.

No me acobardo, saco la poca valentía que hay en mi sistema, volteo en su dirección, presiono mi mochila con fuerza y mirándolo directamente a sus ojos.

Alias mi perdición.

Respondo:

- No, en realidad pensé si quizás no sabías que el exhibicionismo es un delito.

Eli me mira sorprendido.

- Creo que me lo han mencionado, en todo caso, no sería exhibicionismo, estaba dentro de mi casa, así que en realidad lo único que sucedió fue que me estabas observando, creo que legalmente le llaman acoso.

Touché.

- No te estaba acosando, solo que la situación me tomo desprevenida – Digo defendiéndome, no voy a dejar que se salga con la suya.

- Claro, como digas Rodolfa – Dice irónico – Normalmente ando así por mi casa, trata de no acosarme.

No me da tiempo de defenderme ya que inmediatamente entra a su casa y cierra la puerta.

Estoy paralizada, recuerdo la caminata de anoche y caigo en cuenta de donde saco aquel ridículo apodo mi vecino el exhibicionista.

El chico de la ventana amarillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora