Capítulo 10

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Beranice

El que mi ropa deportiva sean dos camisas viejas y una licra tan solo demuestra mi amor por el deporte.

Observo mis opciones y me decido por la que tiene a los Looney Tunes como estampado en el medio; al menos esta no tiene un hueco al costado como la otra.

Tomo los convers viejos y bastante sucios que tengo por ahí completando el atuendo.

Al observarme en el espejo noto que mi piel ya no esta tan pálida y que en realidad casi no parece que amanecí con resaca. Me hago una coleta que termino cambiando por una cebolla desaliñada.

Si tuviese mejor actitud y accesorios parecería una chica Tumblr que parece tener la vida resuelta y perfecta.

En cambio, parezco vagabunda.

Que sueño.

No entiendo esto, mi madre no es de hacer deporte al igual que yo, no tiene ningún tipo de lógica que de repente quiera hacerlo.

¿Sera este un castigo divino por haberme emborrachado?

¿Debería hacerle algún tipo de ofrenda al cielo para librarme de esto?

¿No hay alguna campana que me salve como lo hace de vez en cuando la de la escuela?

El sonido de la puerta principal me distrae de mi existencialismo y bajo para ver a mi madre entrando con bolsas de plástico. Por el olor sé que es pollo frito.

La ironía de la vida.

- ¿Vamos a consumir calorías a propósito para después bajarlas? – Pregunto recibiendo las bolsas y acomodándolas en el comedor.

- Es lo que pude conseguir – Dice con simpleza – Además a ti te encanta ¿No?

- Sí, pero cuando después puedo tirarme a dormir.

- Hasta ya estas vestida para salir más tarde ¿Así que de que te quejas?

- Que te haga caso no significa que esté de acuerdo – Trato de controlar mi creciente molestia.

Se hace la que no es con ella yendo a la cocina y regresando con dos vasos de agua.

- Te gusta la ironía ¿Verdad? – Trato de soportar la risa que me da la situación.

- No sé de qué hablas – Menciona mi madre inocentemente sin darse cuenta que acaba de ser el objeto de mi burla.

- Olvídalo – Me siento abriendo una de las bolsas.

...

Mi madre es el tipo de persona que empieza algo y lo hace hasta cierto punto. Por esto, cuenta con cierta variedad cuando se trata de ropa deportiva. No tomo su ropa por la diferencia de nuestros cuerpos.

Cuando la veo que llega al último escalón de la escalera me acerco con cautela y le termino dando una nalgada.

- ¡Oye! – Dice algo sorprendida dando un brinquito.

- ¿Quién te manda a no heredármelo? – Hago referencia a su buen trasero. De verdad, parece casi operado.

- Ya vámonos – Dice tomando las llaves de la entrada y esperándome debajo del marco de esta.

Arrastro mis pies como un zombie demostrando mi felicidad con mi rostro que grita "Prefiero la guillotina".

- Cambia esa cara.

- Solo tengo una – Me encojo de hombros - A todo esto, ¿A dónde vamos con exactitud?

- A jugar baloncesto.

- ¿En dónde?

- ¿Puedes dejar de hacer tantas preguntas?

- Entonces responde las que te hago – Mi madre suspira demasiado dramática para mi gusto y al fin responde:

- Con los vecinos. Los Thompson.

- ¿Qué? ¿Por qué? – El sueño dentro de mí parece desaparecer por la adrenalina.

- Me encontré con él en la entrada hace unos días, empezamos a hablar y me termino comentando una especie de tradición que tiene con el hijo de jugar baloncesto los domingos. Le caí tan bien que nos terminó invitando – Responde con una sonrisa relajada.

- ¿Por qué lo aceptaste? – Digo molesta. No quiero pasar por esto.

- Esto lo hago por ti, para que socialices y no te quedes todo el tiempo aquí.

- ¿De qué hablas? Si no estoy en la escuela, estoy en la casa hogar – Me desahogo – Hoy solo quería dormir.

- Estás muy vieja para hacer berrinches. Vamos – Dice finalizando la conversación.

Trato de asimilar lo que se viene.

Hacer algo en lo que no soy buena delante de mi amor platónico usando lo que me hace ver como toda una vagabunda además de tener ciertos estragos de la noche anterior como lagunas mentales.

Crónicas de una vergüenza anunciada.

Lo que me recuerda que debo preguntarle por anoche y la rara actitud de Chris.

- ¡Hola! – Escucho saludar a Elli con su característica alegría al lado de su padre el cual saluda a mi madre.

¿Cómo puede Elli siempre tener buena actitud?

- Hola – Digo casi por inercia. Mi molestia supera a mi vergüenza por la situación.

- ¿Por qué tan gruñona Rodolfa? ¿Los duendes no te dieron zanahorias?

- Prefiero los tomates – Le sigo el juego mientras seguimos a nuestros progenitores a lo que asumo es el auto de su padre.

Me fijo en Elli.

Detallo como parece estar completamente entusiasmado y preparado para jugar. La banda que aleja sus rulos de su frente parece darle todo un aire de profesionalismo.

- Me gusta tu atuendo – Dice de repente.

- No te burles de mí.

- Es en serio, no cualquiera puede lucir tan bien el estilo de vagabundo.

- No eres gracioso.

- Eso no es lo que dice tu sonrisa – Miro hacia el frente tratando de deshacer la gracia que me causa.

Me monto en la parte de atrás del auto y cierro la puerta. Escucho un quejido. Elli vuelve a abrir la puerta y me doy cuenta de que se la cerré en la cara. Acaricia su nariz y me mira con sospecha.

- Si es por lo de anoche, disculpa, no debí haberme quedado quieto tan de repente pero no era necesario una venganza.

Un flashback de lo que asumo sucedió anoche viene a mi mente. Elli sosteniéndome de la mano mientras caminábamos y deteniéndose de repente. El pequeño golpe y su proximidad.

- Estuviste en la fiesta – Asumo en voz alta.

- Así es.

- ¿Por qué?

- ¿Me estas interrogando?

- ¿Debería?

Nota de la autora

¡Hola!

Espero hayan disfrutado el capitulo.

Nos vemos la otra semana con una nueva actualización.

Un beso,

Pía.

El chico de la ventana amarillaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora