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—La escuela Koldovstoretz es la más apropiada por los intereses de Scorpius —explicó Draco a la Directora McGonagall que corroboró la opinión del rubio al pasar los resultados obtenidos en los T.I.M.O.

Scorpius escuchaba atento la conversación, en ese instante lo único que agradecía es que su padre le había creído que quería alejarse de Hogwarts para no tener más problemas con la hija de la ministra, quien tan pronto culminaron los exámenes no escatimó en arremeter contra él en las diferentes clases compartidas a las que podía asistir. Además, ya tenía la promesa de que Albus pasara lo que pasara, siempre iba a ser suyo.

No obstante, su atención fue dirigida a la figura del pelirrojo que al oír la afirmación no aguantó más y le reclamó su decisión saliendo del escondite que le permitía escuchar lo que hablaban los mayores sin ser visto.

Media hora antes, feliz con la noticia de que su amigo volvería a recibir las clases con normalidad, Hugo Weasley, como se hacía llamar desde el enfrentamiento que tuvo con su madre después del receso de Navidad, buscó a Scorpius para felicitarlo y preguntarle cómo seguirían con las tutorías que el ojigris le daba en las materias que cada vez más se le estaban dificultando.

Cuando lo divisó rumbo a la oficina de dirección con Draco, le siguió a prudente distancia extrañado por la visita del mayor de los Malfoy, escuchó la palabra clave y esperó unos minutos para repetirla y subir por la escalera del fénix.

Nunca creyó que el rumor era cierto, pero ahora ya estaba confirmado.

—¿Cuándo pensabas decírmelo Scorpius?
—¿Se puede saber cómo entró señor Granger-Weasley? —cuestionó Minerva al ver el desconcierto en el rostro del menor de los Malfoy que no soportó la mirada de reproche bajando la cabeza.

Hugo esperaba una respuesta, si se iba Scorpius volvía a quedar sólo, a ser señalado como el hijo de Ministra, a que le compararán con su hermana y se burlaran de él por ser tan similar a su padre, todos decían que Ron Weasley fue un perdedor, a tal punto que en su cobardía renunció a los Aurores por esconderse en los escaparates del famoso negocio de su hermano George. 

Esos meses junto a Malfoy habían sido un descanso, ya no era «el hijo del mejor amigo de Harry Potter», tampoco «el hermano de Rose Granger la novel cazadora de Gryffindor», si no que habían comenzado a llamarlo por su nombre y ver que era más que el segundo en la casa.

—Fue una decisión de último momento, sabes todos los problemas que ha tenido Scorpius.

El que respondió fue Draco, dio media vuelta y salió de la misma manera que ingresó, sin pedir permiso.

Caminó por el corredor rumbo a su habitación, no tenía intención de hablar con nadie, ni de escuchar a los que se burlarían porque desapareció su apoyo, el único que lo vio por él y comprendió  que era más que un niño bajo la sombra de la gran bruja Hermione Granger.

Se recostó cerrando las cortinas del dosel y lanzando un hechizo que evitara que lo molestaran, cerró los ojos para ver la imagen de su madre y de su hermana, y aunque no era un sentimiento nuevo si fue la primera que lo reconoció, odiaba a la ministra y a Rose, eso fue lo único que pensó antes de quedarse dormido.

En la oficina de McGonagall nadie dijo nada cuando el pelirrojo salió, Scorpius sabía que debía hablar con él, con Rick y con Zachary, pero nunca pensó que Hugo se comportara en la dirección de esa manera.

—Para tu reintegro a lo que queda de clases y con el fin de evitar problemas —explicó Minerva—, se firmara un compromiso con la señorita Granger-Weasley.

Los Malfoy asintieron escuchando las demás recomendaciones, mientras realizaban los documentos propios para el cambio de escuela, lo que restaba de año escolar no iba a afectar su rendimiento académico, por eso con la respectiva firma a los certificados escolares, Scorpius sonrió por la carta de presentación que la Directora le escribió.

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