Esta es la historia de Alex. Una historia fascinante, llena de romance, alguna que otra amistad, demasiados problemas, un pasado...triste, y un futuro incierto.
¿Estáis dispuestos a descubrirlo todo?
Bienvenid@s a Chico.
Ya hace tres meses que estoy en este instituto, y que conocí a mis mejores amigos Martina y Jordi. Estoy muy contento...sí, contento. Con Jordi al final pude aceptar al completo lo que soy. Un chico.
Desde el día en que Jordi se quedó a mi casa, nuestra relación fue a más, confiábamos uno en el otro y me hacía sentir protegido. Jordi se hizo muy amigo de mi padre, ya que vino muchas más veces a dormir a casa.
Después de todos estos meses, se encendió algo dentro de mí. No sabía muy bien que era lo que sentía, porque nunca había notado nada igual, pero al final comprendí que era el amor. Jordi me gustaba. Y me costó mucho saber eso, porque nunca me había enamorado.
Ahora estábamos en el instituto, y ya habíamos acabado la clase de gimnasia, así que Jordi y yo fuimos a los vestuarios, mientras que Martina iba al de chicas.
Yo me encerraba en un cubículo para poder cambiarme tranquilamente. Jordi a través de la puerta me dijo que me esperaba en clase. Porque siempre tardo más que él en cambiarme.
Cuando por fin acabé, salí del cubículo y, nada más salir, vi a 5 chicos de clase. Me estaban rodeando y no sabía qué hacer.
-Nos hemos dado cuenta que eres el único que se mete en un cubículo cada vez que te tienes que cambiar...-dijo uno de ellos.
-A lo mejor tienes algo que esconder ahí abajo...quizás ni si quiera seas hombre... Aunque eso lo podemos averiguar fácilmente - me cogió del cuello de la sudadera.
-Suéltame, por favor...
-Ni de coña.
-¡¡Te dije que me sueltes!!- le di un golpe en el abdomen y me soltó.
Como los demás chicos tapaban la puerta de salida no tuve más opción que meterme otra vez en el cubículo. Me senté en la tapa y comencé a llorar. Esto volvía a pasarme, como aquella vez que las chicas me pegaron. Sólo quería morirme...
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Ellos no paraban de golpear la puesta para que saliera, pero ni loco, iba a salir de allí.
Casi un cuarto de hora después, por fin se cansaron. Ya no hacían ruido y, parecía que se habían ido, pero no quería arriesgarme a salir, por si era una trampa.