Esclavo de sus besos 《Rami Malek》

II. Traslado

Rami.
Durante mi vida profesional nunca me sentí tan estancado como cuando tuve que volver al trabajo luego de mi ruptura amorosa. Asistí más veces a la oficina del psicólogo del hospital que a mi propio consultorio. Ya había pasado un largo y tormentoso año. Los trabajadores en el hospital fingían no saber absolutamente nada y tampoco me preguntaban al respecto, aunque siempre eran muy entrometidos. Sabía que mi amigo y compañero Ben, se había encargado de que todos cerraran sus bocas cuando yo pasaba por el pasillo. Creí que lo podría dejar pasar si me concentraba en otras cosas o pedía mi traslado.
 
—Doctor Malek.—menciona mi amigo rubio asomándose por la puerta de mi consultorio. Dejé el libro que leía en mi escritorio. Lo miré luego de quitarme los anteojos.
Mi amigo no podía evitar ocultar su sonrisa. Su visita tan inesperada y fuera de la hora del almuerzo me hizo pensar en la primera y única razón por la que lo haría. Sé que lo había estado pensando mucho antes de decírmelo.
 
—Camille dijo que si.—murmuró. Sonreí y me levanté del asiento.
 
—Genial, amigo. Felicidades.—lo abracé y di una palmeada en su espalda. Me daba gusto ver a mi amigo feliz después de tantos años. Camille fue una de sus tantas novias y fue la única que ha aceptado su propuesta de casamiento. Me alejé y el me observó.
 
—No quiero que te pongas melancólico. Dude demasiado en decírtelo.
 
—Lo sé. Te conozco bien.—volví a sentarme y tomé mi libro.
 
—Tienes que superarlo, amigo. Salir con otras chicas.
 
—Me mantengo ocupado, Ben. Es la mejor forma para superarlo.
 
—No. Solo estás evadiéndolo.—me arrebató el libro.—Vamos a beber esta noche. Yo invito.
 
—Claro, debemos celebrar por ti y Camille.—asintió con la cabeza.
 
—Y tal vez conozcas a una linda chica.—le quité el libro y lo ignoré ante su gesto pícaro.
 
—Estoy demasiado ocupado como para perder el tiempo en eso.
 
—¿Metiste tu solicitud de traslado?.—asentí.
 
—Hace un par de semanas. Solo espero respuesta.
 
—Bueno, como vas a irte de la ciudad muy pronto, deberías divertirte, ya sabes, sacar la tensión de tu cuerpo.
 
—Ya vete, Ben.—lo corrí. Él se alejó y asintió, comprendiendo mi mal genio. Suspiré una vez me encontré solo.
 
Al terminar mi jornada laboral salí del hospital y me subí a mi auto. Conduje unas cuantas calles hasta mi departamento en el centro de Nueva York. La ciudad era de locos pero sino rentaba en el centro, llegaba tarde todas las mañanas al hospital.
Entrando al recinto me quite mi bata y la deje en el cuarto de lavado. Luego entré a la al baño y me desvestí para ducharme.
 Ya vestido, me reparé algo para cenar y comí solo en la barra de la cocina. Luego lave mis dientes, coloqué algo de loción y luego un reloj en mi muñeca.
Salí nuevamente por la entrada, subí al auto y conduje hasta el bar que Ben mencionó por mensaje hace unos minutos.
Llegue casi media hora antes de la hora citada, pues tenía menos cosas que hacer a comparación de él. Tomé asiento en la barra y pedí un vodka solo. Mientras bebía noté a una chica castaña sentada a unos dos metros de mí. En dos ocasiones sentí su mirada sobre mí, al girar un poco solo noté su silueta delgada y su cabello largo y castaño.
Pronto, sentí como algo se derramaba en mis pantalones. Abrí los ojos y miré a la chica, quien también golpeo contra mi brazo izquierdo. Pareció que comenzó a temblar.
 
—¡Lo siento tanto!.—exclamó con una voz aguda. Dejó el vaso en la barra y se alejó. Volteé al otro lado mientras la miraba alejarse, luego, noté que mi reloj no estaba. Entonces fui tras ella. al alcanzarla la tomé del brazo fuerte y la giré hacia mí. Ella me miró asustada y sus ojos me cautivaron un segundo. Por un momento sentí compasión.