XIV. Enigma

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Rami.

Cargué a Arona en mis brazos y así caminé de nuevo al hospital. Entré por la puerta de emergencias y una de las enfermeras me dio una camilla. La recosté y la revisé.

—¿Qué tiene, doctor?

—Tuvo una reacción al alcohol, por favor póngala en observación.—pedí y ella se llevó la camilla hacia urgencias. Suspiré de cansancio. Me encontré con uno de los médicos en la sala a quien le pedí hacer unos análisis de sangre de Arona. Su salud comenzaba a preocuparme de más. Si bien no debí dejar que bebiera, sus demás problemas de salud pueden deberse a algún diagnóstico.

Mientras le hacían los exámenes acompañé a Arona en su habitación. Luego de saber esos detalles de su familia podía comprender un poco más porque estaba sola. No tenía tantos amigos, o por lo menos no los mencionaba, a excepción de su manager Max y la amiga que la hizo robar mi reloj.

Cuando estaba por quedarme dormido, mi colega llegó con los resultados.

—Ella está bien. Solo está bajo mucha presión. La sangre está bien, la presión... solo se emborrachó de más por el analgésico y el vino.—sonrió.—Estate tranquilo.

—Gracias.

—Puede irse a casa en cualquier rato.—asentí con la cabeza y desapareció. Volví a mirarla. Entre más la conocía, más cerca me encontraba de ella y por alguna razón aun la sentía como un enigma. No un enigma de su persona, sino de lo que me hacía sentir, porque a veces, o muy a menudo, luego de pensar mucho en ella todavía pienso en Lucy, y mi corazón se vuelve a romper.

Esperé en la habitación a que Arona despertara para poder irnos, pero eso no paso, en cambio, yo me quedé dormido con medio cuerpo en la camilla.

Desperté de golpe al escuchar un ruido chillante en mi oído. Miré a la chica que estalló en carcajadas al ver mi rostro. Me había quedado dormido en su estómago y el chillido de la ausencia de alimento me despertó.

—Qué suerte. No sabía cómo quitarte sin jalarte del cabello.

—Lo lamento.—dije sintiéndome enrojecido del rostro.

—Descuida. Ayer debí desmayarme de nuevo luego de la comida. Quizá deba pedir unos análisis de sangre.

—Ya los he pedido. Todo está bien, solo fue el alcohol y el medicamento.—recordé en seguida sus últimas palabras antes de estar inconsciente. Dudaba en este momento que lo recordaba.

—Lo lamento, Rami. Solo te he dado problemas.—dijo afligida.

—No digas eso. A decir verdad hemos estado conociéndonos y me gusta. Hace mucho no conocía a alguien que no fuera del hospital y es agradable.—ella sonrió.

—También pienso que eres agradable.—nos miramos y continuamos sonriendo.

—¡Vaya si son los tortolitos!.—gritó Ben entrando en la habitación. —Saben que no pueden hacerlo aquí.

—Ben...--me quejé.

—Lo siento. Vine a ver como estaba Arona. Escuché de la emergencia anoche.

—Estoy bien, gracias. No fue nada alarmante, no necesitaba estar aquí.

—Cuando tienes un novio doctor serás cuidada con las mejores manos.

—Ben.—me levanté y lo jalé hacía afuera.—¿Puedes dejar de decir esas cosas?.—reclamé entre dientes.

—Tranquilo, no hay nadie aquí. Es una técnica. Solo mira su reacción ante los comentarios y si se ruboriza, quiere decir que le gustas.

—¿Y cuándo te pedí ayuda para averiguar eso?

—Creí que no podrías solo.

—No tengo quince años.

—Esa es la mala noticia, la buena es que le gustas.

—¿Qué?

—Se ruborizó, ¿No la viste?.—lo miré callado.—Sé que soy molesto, amigo, pero tiene propósito científico.

—Eres un payaso.

—Y tu mejor amigo.—suspiré. Pronto Arona apareció en la puerta.

—Creo que tomaré una ducha en la habitación.—comentó en voz baja.

—Está bien.—dije y le pasé la llave del dormitorio. Se alejó por el pasillo dejándome con mi amigo.

—Aprovecha y dúchate con ella. 

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora