XXXIX. Llorar

30 4 0
                                    


Arona.

Quede muy afectada luego de mi encuentro con Rami. En los últimos meses ya no solía pensar tanto en él, pero en los cinco años que estuvo lejos siempre estaba presente al final del día, aun cuando pasaba la noche entera con Sylvester.
Recordé el momento exacto en el que redacté esa carta, traté de evitar a toda costa que mis sentimientos salieran a flote en esos renglones, creí que así había sido. Pero al imaginar que él la había leído y sentido el amor de aquel entonces, hizo latir mi corazón. Todavía amaba a Rami con tanta intensidad, pero también quería demasiado a Sylvester.

 
—Cariño.—me llamó Sylvester llegando conmigo al estacionamiento. Me sujetó de los brazos y me miró.
 
—Estoy bien. Son las alergias.—sonreí.
 
—¿Pasó algo con Malek?
 
—¿Podemos hablar por la noche?
 
—Tenemos nuestra cena de ensayo, ¿lo recuerdas?
 
—Oh, sí, claro.—sonreí. Coloqué mis manos en su pecho y delinee la línea de su corbata azul mientras la miraba.
 
—¿De verdad estás bien?.—lo miré en su rostro, preocupado. ¿realmente este hombre tan dulce sería capaz de lastimarme de alguna forma?
 
—Estoy emocionada por la cena.—me sonrió y me besó.
 
(*)

La cena del ensayo de nuestra boda fue en un lujoso restaurante de un lindo hotel en Nueva York. Nuestras familias eran muy pequeñas así que la mayoría de los invitados eran amigos y colegas de mi prometido.
No dejé de pensar en Rami en todo momento, incluso mientras me arreglaba. Sentía una necesidad inmensa de hablar con Sylvester al respecto. ¿él sabría que Rami no podría volver a Alemania en cinco años? ¿fue por eso que me hizo escribir esa carta, para asegurarse de que se fuera? No tenía mucho sentido, o no podía comprenderlo del todo.
Durante la cena no podía sacar esa idea de mi cabeza. Miraba al hombre a mi lado, sonreír y hablar como todo un ángel. Me costaba entender que podría hacer algo como lo que Rami mencionó. No aguante mucho y decidí preguntar.
 
—Cariño.—lo llamé. Él en seguida me miró.—La carta responsiva que hice hace años, ¿sirvió de algo?
 
—¿Por qué la pregunta, amor?
 
—Estaba pensando en ello de repente.
 
—¿Rami te dijo algo hoy?.—mordí mi labio.
 
—Me dijo que tú sabias que no podría volver en cinco años. ¿es cierto?.—desvió la mirada y bebió un poco de vino. Me extrañé.—¿Es cierto?.—repetí.
 
—Si.—respondió con tranquilidad. Algo en mi me hizo sentir como mi garganta caía hacia mi estómago. ¿habría sido posible que Sylvester planeara todo para separarnos?
 
—¿Era cierto que el robo afectaba su residencia?
 
—Cariño, ¿Por qué te importa hablar de esto de repente?.—preguntó confundido.—Ya pasó mucho tiempo. Olvídate de Malek.—bufó molesto.
 
—Sabias que entre él y yo había algo. Me hiciste hacer esa carta para que me sintiera culpable.—me tomó del brazo y me solté. Estaba a punto de gritar. Sentía mi garganta obstruida. Me levanté y salí del lugar. El hombre me siguió mientras se disculpaba con la gente a su paso. Llegando a recepción, me detuvo con fuerza.
 
—¿Qué estás haciendo, Arona?
 
—Suéltame.—me alejé. Me miró a los ojos. Quise evitar llorar a toda costa.—Si tan solo hubieses visto a Rami esta mañana.—pausé.—Estaba destrozado.
 
—Eso ya no es asunto nuestro.
 
—¿Tu tuviste algo que ver con el robo de las medicinas? Porque ahora que lo pienso, son muchas las casualidades.—crucé los brazos. Sylvester guardó silencio.
 
—No puedes pensar eso de mí. Siempre he sido sincero con mis sentimientos hacia ti.
 
—¿Y qué hay de lo demás? No importa cuánto me ames y si le haces daño a otros, incluida a mí.
 
—Jamás he querido dañarte. Te he dado todo lo que tengo, Arona. Eres lo que eres ahora gracias a mí.—aquello me dolió tanto, porque era verdad.—Así que no puedes dejarme. Tu eres leal y respetuosa. Quiero seguir dándote todo. Me necesitas. No puedes negarlo.—negué con la cabeza. ¿Cómo es que llegue a este punto? Hacia unos días me sentía completa, plena, una mujer realizada, lo cierto es que sin Sylvester no hubiese logrado ni la mitad de lo que soy ahora. Pero al volver a ver a Rami me di cuenta que seguía amándolo como la primera vez. ¿debería estar con Sylvester solo por gratitud y cariño? Era aun más complicado alejarme de él, por un lado era muy tierno y cuidadoso conmigo, después hacia esos comentarios que me dolían, que me manipulaban y me tenían carcelera. Solo hasta ese momento me di cuenta, porque ya lo había hecho anteriormente.

No era ni lo cerca de ser una mujer admirable. No tenía escape. La boda era al día siguiente y todo estaba preparado para la gran fiesta. Luego de la cena teníamos nuestras despedidas con nuestros amigos. Así que pasaríamos la noche separados. Por dentro estaba muy herida, trate de aparentar en todo momento, era doloroso fingir, e imaginar que tendría que hacerlo por muchos años más me hacia querer llorar.
 
Mis colegas y amigas pasamos la fiesta en una de las habitaciones del hotel, tomaron varios tragos y pronto estaban fuera de sus cabales. Aproveche que todas estaban alucinando para salir del lugar. Bajé a recepción y salí de la playa. Caminé más adentro en ña arena y me senté  donde había mucha oscuridad para que nadie pudiese mirarme. Comencé a llorar fuerte. Pensaba que la decisión que tomara, sería inevitable dañar a alguien, pero lo que más me dolía, era dañarme a mi misma. Me dolía también recordar estos cinco años, en los cuales Sylvester y yo tuvimos un lindo noviazgo, jamás negaría todo lo que vivimos, fue autentico y lleno de amor, sin embargo, pensar que todo fue a base de mentiras, me hacía dudar de mis sentimientos y de los suyos también.

Estando ahí sentada dándole más agua al mar, mi madre me llamó al celular.
 
—Hey, ¿Qué pasa? ¿dónde estas? Tus amigas están ebrias pero dicen que no estas.—dice eufórica.
 
—Bajé por un poco de aire.—guardó silencio.
 
—¿Estás dudando?.—tragué saliva.
 
—Rami volvió.—escuché como suspiró del otro lado.
 
—Sabíamos que tarde o temprano iba a volver. Pero tú ahora tienes un compromiso, Ari. No porque él volvió vas a dejar todo.
 
—Ya lo sé, mamá.—tape mi rostro.—Y ya iba a volver al cuarto, no tenias que llamarme.—dije fastidiada.
 
—Soy tu madre y siempre voy a estar llamándote. Cuídate. Nos veremos mañana.—y colgó. Había sido difícil imaginar que mi madre iba a comprender mi dolor. Limpié mi rostro y regresé a la habitación.
 
(*)
 
Al día siguiente, toda la mañana fue de locos. En el salón de belleza me prepararon de pies a cabeza para verme y sentirme impecable.
Mientras me ayudaban en los últimos detalles trataba de no moverme, me sentía como una muñeca falsa.
 
—Te dejaremos sola. En diez minutos salimos.—dijo Verónica. Ella vio en mi rostro todo mi dolor, aunque no tuvimos la oportunidad de hablarlo. En este instante, no había vuelta atrás.
 
Cuando me quedé sola, me miré en el espejo. La sola imagen mía me hizo querer llorar. Trate de evitar el nudo en mi garganta nuevamente. De pronto alguien abrió la puerta detrás de mi. Sobre el reflejo del espejo, Rami me miró.

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora