XVIII. Código

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Rami.


Luego de haber confesado mis sentimientos a Arona me sentí más aliviado y un poco ilusionado por verla al día siguiente. Al subirme al auto no podía borrar mi sonrisa.

-Felicidades, amigo. Creí que nunca volvería a verte así.-comentó Ben. Encendí el auto y puse marcha.

-Gracias, Ben. ¿Viste que le gustaste a su amiga?

-Pensé que lo había imaginado. ¿Viste que le gustaste a su amigo?

-Prefiero ignorar eso a toda costa.-se carcajeó.

-Tienes admiradores de todo tipo.

-Cierra la boca, Ben.

-Ya sabes si no funciona con una chica puedes pensar en probar cosas nuevas.-decidí ignorar sus insinuaciones y seguir pensando en Arona.

A la mañana siguiente salí un poco tarde del departamento, me había quedado dormido unos minutos después del sonido del despertador. Al llegar había dos pacientes esperando y Arona estaba dentro. Al verme me extendió un vaso de café. Al tomarlo la miré a los ojos y me sonrió. En ese momento quise robarle un beso.

-Tiene trabajo, señor.

-Gracias, linda.-sonrió apenada y se alejó para llamar al primer paciente. Di un sorbo al café y me dirigí a mi escritorio.

Luego de atender a aquellos dos pacientes fueron llegando otro par más. No sé porque me sentía desesperado porque no llegaran más pacientes, quizá porque quería estar un momento a solas con Arona de forma natural.
Y tal como lo deseé, nos quedamos solos al despedir al último paciente. Suspiré un poco. Todavía sentado sobre mi escritorio observé a mi lado a Arona quien anotaba en una libreta los medicamentos que había en el estante. Estaba tan concentrada en ello que no se había percatado que ya estábamos solos.


-Eres muy trabajadora.-mencioné levantándome. Me miró.

-En realidad es muy fácil hacer esto.

-No seas modesta.-murmuré cuando me encontré cerca de ella. Aspiré el refrescante aroma que emanaba su cabello.-Hueles muy bien.-soltó una risita.-Y eres muy hermosa.-dejó de reír y me miró a los ojos unos segundos.

-Lo que dijiste ayer antes de irte... ¿Es verdad?.-sonreí de costado.

-Totalmente.-ella mordió su labio, aquello fue difícil de resistir. Tomé delicadamente su mentón con mi pulgar y mi índice acercando su rostro al mío.

-¿Puedo besarte?-pregunté. El gesto le sorprendió un poco. Entre abrió los labios sin articular palabra.

-Si.-dijo en un suspiro. El sonido de su voz erizó mi piel ante la contestación afirmativa del deseo de mis labios por tocar los suyos.

Cuando nuestros labios se unieron en uno mismo cerré los ojos para disfrutar como ella correspondía y aceptaba el paso de mi lengua sobre la suya.

La abracé de la cintura dándole más intensidad a nuestra unión. Quería acercarme todavía más y sin darnos cuenta, ella golpeó con la camilla detrás, entonces tome sus piernas y la senté para continuar besándonos. La sensación hizo que me olvidara por completo que estábamos en mi oficina de trabajo. Todo continuaba a nuestro alrededor mientras nosotros nos perdíamos en una agradable estimulación mutua de nuestras bocas entre sí.
Me separé un poco temiendo que este momento se terminara bruscamente. Al ver sus ojos y sus labios todavía dirigidos a mi me hicieron sentir aún más correspondido.


-¡Código amarillo!.-gritó Verónica afuera y luego abrió la puerta.-¡Doctor, Malek, es Clif, amenaza con tirarse de la azotea!.-Arona y yo nos alejamos y salimos casi corriendo del lugar.

-¿En qué parte está?-pregunté.

-En el área Oeste.-respondió. Eso era subiendo las escaleras del otro edificio. Tuvimos que cruzar el jardín y subir por las escaleras del servicio. Cuando llegamos a la azotea Clif está de pie en la orilla. Un par de enfermeras a unos metros y Ben también. Trataban de calmarlo.
Mi amigo rubio al verme corrió a mí.

-Tiene una crisis. Se trastornó cuando le tuvimos que decir que tendríamos que amputarle la pierna derecha.-me dijo por lo bajó.

-¿Cómo llegó aquí?

-Dijo que quería dar un último paseo. Dejó la silla de ruedas y subió solo las escaleras, casi a brincos, la enfermera había ido a traerle un jugo. Solo a ti te escuchará.-explicó. Asentí con la cabeza y me acerqué.

-¡Clif!..-lo llamé, giró a verme. Su rostro estaba enrojecido y empapado.

-Doctor, Malek. Que gusto de volverlo a ver y en compañía de su novia. Qué lindo. Ustedes tienen todo por delante...--sollozó.

-Clif, tranquilo. Acércate para que podamos hablar. ¿recuerdas que charlábamos de cualquier cosa? Puedes decirme qué te ocurre.

-Ya me quitaron un pie. ¡No permitiré que me quiten mi pierna!.-gritó con dolor.

-Nadie te quitará nada, Clif. Tú en cambio sí saltas, te quitarás la vida. ¿Crees que eso es justo?


-Es mejor a vivir así.


-¿Por qué? ¿Por qué es mejor? Aun tienes tus brazos, tus ojos, puedes ver y abrazar a tu familia. No estás perdiendo una pierna, estás ganando otra perspectiva de ver la vida, de valorarla.-aspiró comenzando a tranquilizarse.-Hay muchas cosas que puedes hacer todavía, piensa en las personas que amas y el vacío que les dejarás si haces esto. Ellos no lo merecen, y tampoco tú, pero sabes que es tu responsabilidad cuidarte.

-Lo sé.-murmuró.

-Recuerda que tú tienes que ganarle a la enfermedad, no ella a ti.

-¡Patéale el trasero a esa hija de perra con tu otra pierna!.-gritó Ben atrás de mí. Clif río un poco.

-Vamos, Clif.-le extendí mi mano.-No estás solo.-observó mi mano un momento y luego la tomó, en ese segundo pude respirar. Se acercó y me abrazó.

-Gracias, doctor Malek. Usted es muy bueno.-mencionó.

-Estarás bien, Clif.-le sonreí. Las enfermeras acercaron la silla de ruedas y lo ayudaron a sentarse.

-Quiero que usted lo haga.-dijo una vez sentado.

-Haré lo posible.-palmee su hombro.-Solo si prometes comportarte.-sonrió y asintió. Las enfermeras se alejaron con él hacia el elevador de servicio. Miré a Arona quien estaba un tanto asustada y sorprendida.


-Eso fue genial, Rami. Te debo una grande.-dijo Ben tomándome de los hombros.

-Debes canalizarlo a psiquiatría. Su mente debe estar preparada para el proceso de amputación.

-Lo haré en seguida. Gracias, chicos.-se despidió y se marchó casi corriendo.

-Eso fue increíble. -espetó Arona.

-Pasa más seguido de lo que crees.-sonreí. Ella se acercó y me besó unos segundos.

-Oye, no pediste permiso para eso.-se río.

-También me gustas mucho.-sonreí sin poder contener mi felicidad.

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora