XXV. Ciega

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Arona.

Me era difícil comprender que luego de pasar casi todo el día juntos, Rami no me dijera más detalles sobre lo de Alemania, incluso cuando Lucy lo mencionó frente a mí, no dijo nada después. Quizás esperaba que yo se lo preguntara directamente y así podérmelo decir. Sin embargo, ni siquiera lo recordé.

Luego de recibir mi pago de la semana fui a la casa de Gina a pagarle un poco de mi deuda. Le sonreí en cuanto me abrió la puerta.
 
—Ten. El primer pago voluntario.—le extendí algunos billetes. Ella lo tomó y me miró extraño.
 
—A veces dices tonterías y no te entiendo nada.
 
—¿Recuerdas cuando dijiste que tu jefe iría a cobrarme? Lo hizo solo que me asaltó y de paso casi hace que me atropellen.—ella se sorprendió.
 
—No lo sabía. Lo siento. No creí que haría algo así.—me encogí de hombros restándole importancia.—Espera.—me detuvo antes de irme. —¿No te interesa saber lo que pasò hoy con Max?
 
—Solo quiere llamar la atención de Rami. Pero él y yo ya estamos juntos.
 
—Ah, claro. Siempre te espantaba a todos los chicos y con él quería hacer lo mismo.
 
—¿Por qué lo dices?.—cuestioné confundida.
 
—¿Nunca te lo preguntaste? Del porque no has tenido ningún novio serio.—la miré atenta.—Max se encargaba de alejarlos.
 
—¿Cómo?
 
—Sabemos que Max es muy gay, pero le decía a todos que ustedes dos eran amigos con beneficios.
 
—¿Qué? Eso no puede ser cierto.—dije atónita.
 
—Oye, yo a esta altura no tengo por qué inventar nada.
 
—Se me ocurre una razón.
 
—¿Ah sí? ¿Cuál?.—cruzó los brazos.
 
—Quieres que te ayude con Ben. No pierdas tu tiempo ni me hagas perder el mío.
 
—Yo puedo con Ben sola.
 
—Claro.—asentí sarcástica.—No pudiste ni con el papá de tu bebé.
 
—Tu ciega confianza hacía Max terminará dejándote en la miseria.
 
—Ya estoy ahí, al igual que tú.—apretó los labios y cerró la puerta con fuerza. Solté el aire que sostenía. ¿Por qué confiaría en Gina ahora si toda su vida fue una desgraciada conmigo? Me pregunté mientras volvía a casa.
 
—Hola, Ari, justo para la cena. ¿cómo te fue con Rami?.—desde la cocina me saludó mi madre en cuanto entré por la puerta.
 
—Bien. Me enseñó algunos libros de medicina. Está ayudándome para el examen de la universidad.—contesté deteniéndome detrás de la mesa. Al escucharme se giró sorprendida.
 
—¿De verdad? ¿No estás mintiéndome?.—negué con la cabeza. Dio un grito de felicidad y me abrazó. Aquel era de los pocos momentos en el cual no discutíamos, y era lindo.
 
(*)
 
A la mañana siguiente salí a correr por el vecindario. En casa de mi madre aún tenía muchas cosas mías por lo que podía seguir viviendo ahí unos días. Con el pago de la semana pude comprar algunas cosas que necesitaba y pagar la renta del departamento, aunque mi madre decía que podía quedarme en su casa, aún estaba pensándolo.

Al regresar de correr y con algunas bolsas de compras me encontré con Gina.
 
—Oye.—la llamé. Ella detuvo su andar. Llevaba a su bebé en brazos.—Lamento lo que dije ayer.—murmuré al llegar con ella.—No tengo derecho a decir nada sobre tu bebé o su padre. 
 
—Nunca esperé unas disculpas tuyas.—dijo un poco extrañada pero burlona.
 
—Conoces a mi madre, desde pequeña me obligaba a disculparme con todos.—asintió con la cabeza dándome la razón. La miré esperando su disculpa.
 
—No me disculparé por lo de Max, lo siento si no quieres creerme. Deberías darte cuenta del porque ni siquiera tu madre lo tolera.
 
—No quiero tener está conversación. Que tengas lindo día.
 
—Allá tú.—nos alejamos al mismo tiempo a nuestras casas.
Decidí ignorar el tema de Max. Me metí en la ducha y me vestí con algo cómodo. Luego almorcé con mi madre antes de ir al hospital.
 
—¿Rami pasará por ti?
 
—Iré en taxi antes para llamar a un mecánico y que arregle mi auto, no puede estar mucho tiempo ahí varado.
 
—Estoy de acuerdo.—me despedí de ella tomando mi bolso, tomé mis llaves y salí. Me monte en el taxi y este condujo hasta el hospital. En el camino le envié un mensaje a Rami.
 

Al llegar al hospital me detuve a un costado de mi auto y llamé a un mecánico, quien mencionó estaría en diez minutos en el lugar. Decidí esperar ahí afuera ya que para el horario de entrada aún faltaba una hora.

Un auto se aparcó enfrente del mío y Sylvester se bajó de él. Giré la cabeza para no verlo, luego de lo que pasó en el bar era un tanto incómodo.
 
—Hola, Arona.—saludó en tono bajo.
 
—Director.—dije como un saludo cortante. Se quitó los lentes de sol y me miró.
 
—Lamento mucho lo que pasó el viernes en el bar.—lo miré.—Estaba muy confundido. Tú y Rami… no lo esperaba.—guardé silencio. No supe que contestar ante aquello. Sylvester se miraba afligido, como si de verdad eso lo hubiera lastimado.—Estuve pensando esto mucho tiempo.—lo miré con atención.—En decírtelo o no. No quiero que él te lastime. Él se irá a Alemania. Es un hecho. Y después de lo que pasó con la doctora Boynton, él no es muy estable.
 
—No creo que sea correcto que tengamos esta conversación.
 
—Si, tienes razón, lo lamento. ¿Esperas a alguien?
 
—Al mecánico.
 
—Yo lo espero por ti, igual debo hacer unas llamadas aquí afuera. Tu amigo Max ha estado preguntando por ti.
 
—Iré a verlo solo unos minutos. Se lo agradezco.—me alejé a paso normal. La mirada de Sylvester me destruía, sentía que me juzgaba, y sus ojos me penetraban hasta el fondo. Era la misma sensación cuando Rami me miró por primera vez por el robo de su reloj.

Me negaba a pensar que a raíz de mi relación con Rami tendríamos muchos problemas. Mientras caminaba al cuarto de mi amigo pensaba en una forma de dejar el trabajo y buscar otra forma de pagar mi deuda.

Al entrar en la habitación, Max estaba profundamente dormido. Cuando iba a marcharme, su celular vibro en la mesilla de alado. Esto no hizo que se despertara, con libertad, tomé el aparato y respondí.
 
—¿Sí?
 
—Max, ¿cuándo me dejarás hablar con Arona?.—exclamó una voz femenina.
 
—Ella habla.
 
—Oh, querida, lo lamento. Tengo semanas queriendo hablar contigo. Soy Tiffany, de publicidad de la marca Chanel. He intentado convencer a Max de que trabajes con nosotros en el nuevo lanzamiento del perfume para dama de la temporada. Planeamos un comercial y necesitamos a nuestra protagonista.—miré a Max que seguía con los ojos cerrados. No podía creer lo que me decía.
 
—¿Hablas de un trabajo?
 
—¡Si, chica! ¿Puedes venir mañana? Te mandaré la dirección.—la llamada se terminó y yo me  mantuve paralizada. Revisé las llamadas de Max, y en el último mes tenía muchas llamadas de la chica de Chanel y mensajes de otras marcas. ¿Por qué nunca me lo dijo?
 
 

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora