XL. Destino

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Rami.
 
Cuando estuve consciente de que Arona iba a casarse, estaba molesto. Ahora que sabia lo que había pasado tenía que decírselo. Tenía que decirle que Sylvester no era el hombre para ella. Él nos había hecho daño, y si le decía la verdad ella no iba a perdonarlo. Arona era una buena chica, y si alguien la hería, sé que se alejaría de esa persona.
Lo que yo no sabía en ese momento, era que la boda seria al día siguiente de mi llegada. Tomé aquello como un llamado del destino. No fue casualidad que yo llegara justamente un día antes de la celebración. Estaba escrito en algún lugar, que  yo tenía que llegar e impedir esa boda.
Llamé muy temprano a Verónica y ella me dio la información de la boda. Lugar y hora. Por algún motivo pensaba igual que yo. Sylvester no era hombre para ella. así que me ayudó a poder verla a solas.
Al observarla ahí, tan linda, con su vestido blanco y largo, hizo como mi corazón se arrugara y se sintiera de papel.
 
—¿Qué haces aquí?.—preguntó con la voz ahogada mirándome todavía a través del espejo. 
 
—Te ves maravillosa.—articulé sin aguantarme. Ella se giró y sus ojos penetraron los míos. Estaban mojados.
 
—No puedes estar aquí.
 
—Tengo que decirte algo importante.—dije casi en suplica.—Sylvester no es quien crees que es, y Gina tampoco es tu amiga.
 
—Ya lo sé. Sé lo que hicieron.—aceptó. La miré estupefacto un momento. Procesé en silencio la situación.
 
—¿Cómo puedes seguir con él después de lo que nos hizo?.—reclamé controlándome.
 
—¿Nos hizo? Tú te fuiste a Alemania. Eso era lo que querías.
 
—Por supuesto que no. ¿Cuándo lo vas a entender?.—apreté la mandíbula, acercándome a ella, la sujeté de los brazos.—Yo solo te quería a ti.—sus ojos comenzaron a nublarse. Sus sentimientos manifestados en lágrimas me hacia entender que a ella también le dolia el que nos hayan separado de esa forma. Incliné mi rostro y la besé, con el objetivo de aminorar el dolor que sentían nuestros corazones en ese momento.

Cinco años extrañando y anhelando sus besos. Esos besos que me tuvieron cautivo durante 1825 días. Fui un completo esclavo de ellos porque cada uno de los que tuvimos me hacía perder los cabales y querer que me absorbieran toda la vida. Fui carcelero de ellos porque no quise los labios de nadie más en todo ese tiempo. Solo los de ella.
Ella me correspondió el beso tan apasionadamente. Mi corazón dio un brinco y en mi cabeza sentí una descarga hasta la nuca.
Al sepáranos sujeté su mejilla y aun con los ojos cerrados no me alejé de su rostro.
 
—Te amo. Y puedo sentir que tú también a mí.—susurré.—Por favor, no te cases.
 
—¿Sabes la magnitud de lo que me pides?.—preguntó temblorosa. Abrí mis ojos y la miré.—Quieres que haga lo mismo que te hicieron a ti.
 
—No es justo que te cases con alguien que no amas. ¿por qué te guardas tanto lo que sientes? Todos estos años he muerto por solo escucharte decir que me amas.—dije con un nudo en la garganta.
 
—Le debo mucho a Sylvester. No puedo abandonarlo aunque…—pausó.—Aunque seas tú a quien ame.—confesó. Cerré los ojos y la abracé.
 
—Por favor.—murmuré.—Vámonos juntos.
 
—No puedo.—contestó sollozando. La miré—No podría dejar todo lo que construí con Sylvester estos años, sería muy egoísta. Deberías irte y el hecho de decirte que eres tú a quien amo debe ser suficiente.
 
—Pues no lo es.
 
—No puedo darte más. Lo lamento.—se alejó.—Deseo que seas feliz, te lo mereces. Pero esa felicidad no está a mi lado.—asentí con la cabeza comprendiéndolo.
 
—Si todavía lo decides al último minuto antes de decir “acepto” o incluso después, yo estaré esperándote.—mordió su labio inferior. Aquello que me gustaba mucho ver que hiciera ahora me hería en lo más profundo. Di media vuelta y me marché, aún más roto que antes.
 
(*)
 
Salí del hotel hacia el estacionamiento. Me dirigí a mi auto donde Ben me esperaba sentado en el piloto.
 
—Parece que no nos fue muy bien.
 
—Vámonos al aeropuerto.—dije.
 
—¿Estás seguro, Rami?
 
—No soportare estar aquí más tiempo.—el guardó silencio y me hizo caso. Encendió el auto y condujo hasta el aeropuerto.
No regresaría a Alemania. Eso claro está, tampoco me quedaría aquí a ver por todos lados el amor perfecto entre la mujer que quería y mi antiguo jefe. Pasaría un largo rato en casa de mis padres en California. Sería un buen escape. También me tomaría un descanso de los hospitales, y Ben quiso hacer lo mismo.
 
Llegamos casi una hora antes del vuelo, por lo que tuvimos que esperar en la sala. Todo era un silencio incomodo entre mi amigo y yo. Él se aguantó mucho no preguntarme nada. Creo que en mi rostro se miraba lo destrozado que estaba.
Al comenzar a llamarnos para nuestro vuelo por el altavoz, tomamos nuestras cosas y nos acercamos a la entrada de abordaje, cuando muy a lo lejos, escuche que alguien decía mi nombre.
Giré confundido. Agudicé mi vista hasta que divisé a una figura blanca corriendo hacia mi dirección.
 
—Cielos, es Arona.—exclamó Ben. En ese instante no pude evitar sonreír y congelarme en mi sitio, de no ser por el empujón que Ben me dio, no hubiese podido correr hacia ella de igual manera. Cuando nos encontramos, nos abrazamos muy fuerte, hasta la cargue unos segundos de la emoción y adrenalina que se desplego de mi cuerpo.
 
—No pude hacerlo.—dijo con el pecho agitado.—Te amo demasiado y sabía que sería un terrible error dejar que te fueras de nuevo.
 
—Me sentía tan infeliz sin ti, cariño.—acaricié su mejilla. –Eres todo lo que necesito en mi vida. Te amo.—se acercó con una sonrisa y nos besamos. A nuestro alrededor, todos aplaudieron, como si fuesen extras en una película.
 

A veces pueden decirte que no te aferres a nadie. Que no vale la pena sufrir por alguien que no te corresponde o que en ese momento no puede estar contigo. Yo me aferré por más de cinco años a una chica. Era buena, linda, amorosa y trabajadora. ¿Por qué si era todo eso y me hacía sentir muchas cosas lindas, tenía que olvidarla? Ella, que no le hacía daño a nadie y que en cambio solo sufría por odio y envidias ajenas, merecía ser feliz, merecía a alguien que le diera todo el amor que necesitaba. Y yo quería dárselo.
Así que, si es bueno aferrarse a las personas que son buenas, las que iluminan tu día con solo una mirada o una sonrisa.
Ama con locura a quien merece ser amado, y perdona a quien demuestre arrepentimiento, porque la vida de eso se trata. De ser feliz y hacer feliz a otros.
Y ella me hace feliz de mil maneras. 
 

Fin.

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora