VII. Eres

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Arona.

Al salir del hospital conduje en dirección a la casa de mi madre, sin embargo, me estacioné a un par de calles. Sabía que Gina seguía viviendo en la casa de alado. Sé que pude haberle llamado, pero debido a que le debía dinero a su jefe, opte por explicarle personalmente que ya tenía empleo y le pagaría lo que le debía pronto.

Golpee la puerta un par de veces escondiéndome un poco de la vista de la otra casa. El llanto de un bebé se escuchó de repente. ¿me equivoqué de casa? pensé, cuando la puerta se abrió. Gina apareció ahí con un bebé en brazos. La miré tan sorprendida como ella a mí.

-No sabía que tenías un bebé.-exclamé sin aparentar mi sorpresa.

-Y yo no sabía que podías venir a mi casa cuando quisieras.-reclamó y el bebé comenzó a llorar más fuerte.

-Yo...- No pude hablar ante el llanto. La rubia se giró y se metió en la casa. la seguí y la miré mientras iba a la cocina, sacó un biberón que calentaba en una olla con agua al fuego y la probó un poco antes de dárselo al bebé.

-¿Qué es lo que quieres?

-Venía a decirte que conseguí un empleo y estaré pagándote semanalmente lo que te debo hasta liquidar.

-Bien. Ahora ves porqué lo necesito.

-Lo lamento.

-¿Por qué? ¿por qué soy madre soltera?.-retó.

-Por haber venido sin avisar. Además, devolví el reloj que robaste ayer.

-¿Qué?.-se exaltó.-Valía por lo menos diez mil dólares.-dijo fastidiada.

-Bueno, el hombre al que se lo quitaste, me dio empleo.

-Te dije que tu cara bonita te ayudaría.-sonrió y negó con la cabeza.

-Lo hizo solo por agradecimiento, por habérselo devuelto.

-Él tiene más relojes de esos. Descuida. Pero quizá está soltero, puedes intentarlo.

-De acuerdo, ya me voy.-anuncié y caminé a la salida.

-¡Espero ese pago cada semana!.-gritó y luego cerré la puerta. Me escabullí de nuevo a mi auto y regresé a mi departamento.

(*)

Por la mañana salí del departamento hacia el hospital con un poco de más ánimos. Antes de salir bebí café y comí un par de tostadas con mermelada. Me coloqué ropa un poco más cómoda pero no simple. Una falda de mezclilla, un top negro y tenís blancos. Eso era lo más sencilla que podía estar.

Al llegar saludé a Verónica y ambas nos dirigimos al elevador. Mencionó que la reunión no duraría mucho tiempo. Los del turno de noche apenas iban a de dejar sus puestos así que estaban alertas todavía por alguna emergencia. Cuando llegamos a la oficina en esta estaba todo el personal del turno que apenas comenzaría. Me alejé un poco nerviosa de repente y golpee contra alguien.

-Oye, nos vemos de nuevo.-mencionó el hombre hacia mi cuando me giré. Era el mismo al que le había tirado sus herramientas ayer.

-Qué suerte que no llevas nada esta vez.-bromee, el río un poco.

-¿Qué haces aquí?

-Soy la nueva asistente.-sonreí.

-¿De verdad?.-se sorprendió.-Entonces te veré más seguido por aquí.-dijo con gusto. Evité sonrojarme del todo.-¿Gustas una taza de café?

-Claro.-sonrió y se alejó un poco.

-¿Soy yo o el director del hospital estaba coqueteando contigo?.-murmuró Verónica en mi hombro.

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora