XVII. Gracias

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Arona.
 
Mientras regresaba al hospital acompañada de Sylvester, sentí su mano en mi cintura. ¡¿qué?!, así reaccionó Verónica también cuando le conté.

 
—¡¿Qué?! Le gustas al director del hospital, ¡lo sabía!

 
—¿Qué hago… para no gustarle?—pregunté interesada.

 
—Lo opuesto a lo que ya eres. Es lógico.—suspiré.

 
—¿Sabes? lo último que quería en este trabajo era involucrarme con alguien aquí.

 
—Entonces recházalo.
 
—¿Cómo lo hago?
 
—Lo preguntas como si nunca hubieses rechazado a alguien.—dice extraña.
 
—No. Nunca lo he hecho. Normalmente los hombres se alejan de mí.
 
—No puedo creerte eso. ¿te has visto en el espejo?.—me reí.
 
—En la escuela me hablaban muchos chicos pero luego por alguna razón se alejaban.—me miró pensativa.
 
—No creo que sea por ti.
 
—Creo que renunciaré.
 
—¿Por qué?
 
—Luego de embriagarme con mi jefe me da mucha vergüenza.
 
—¿No es por lo que te dije, verdad?.—negué con la cabeza.
 
—Simplemente no encajo aquí.
 
—Claro que sí. Para el trabajo solo necesitas una cosa: ganas de trabajar. Estás ganándote dinero honestamente, así que deja esas inseguridades y ve a acomodar libros y luego, no sé, dile al doctor que te gusta y bésense.—me reí ante su tono de voz.
 

Verónica tenía razón. Lo cierto es que debía ignorar todo indicio de sentimientos de mi parte y de otros hombres por mí. Solo estaba ahí para trabajar y punto.

 《*》

Hubo una tormenta casi todo el día y la tarde. Rami se la pasó atendiendo a pacientes mientras yo arreglaba y limpiaba el lugar. Antes de salir, recibí una llamada de mi madre.
 

—Hola, mamá.—dije respondiendo el llamado.
 
—¿Acaso olvidaste que es día de acción de gracias?.—reclamó de inmediato.
 
—Me encuentro muy bien, madre. Gracias por preguntar.
 
—Compra patatas de paso. He estado toda la tarde cocinando. Ya no pude salir por la tormenta ¡ten cuidado! Hay muchos locos conduciendo con este clima.
 
—Depende del clima si podré llegar. Quizá tenga que desviarme.
 
—Hice tu favorito. No creerás que comeré todo yo sola. Ah, e invitas a Gina cuando llegues. La pobre está muy sola.—suspiré luego de que colgó.
 
Al momento de despedirnos Rami y yo sentí el ambiente un poco tenso. Imaginar que pasaría acción de gracias solo me hizo sentir tristeza, pero él parecía que disfrutaba su soledad así que aguante el hecho de invitarlo a cenar con mi madre. Sería buena suerte para él, no tendría que conocerla.
 

Mis planes cambiaron radicalmente cuando mi auto no encendió. Llovía a catarros todavía y no supe que hacer. Me bajé y divisé el auto de Rami todavía en el estacionamiento. Me acerqué para mirar si estaba dentro, cuando de repente salió y casi golpeamos frente a frente.
El agua nos empapó de inmediato. Su rostro, con ojos de cachorro mojado estremecieron mi corazón.

 
—Lo siento. Mi auto no enciende.—hablé.
 
—Sube. Yo te llevo.
 
—Gracias.—di la vuelta hacia el otro lado y me subí. Me disculpé al notar lo mojado que estarían sus asientos luego.
 

—Descuida. Pondré la calefacción.—encendió el auto y salió del aparcamiento con cuidado. Mientras yo le indicaba por dónde ir. Al final, el camino a casa de mi madre no estaba tan transitado así que pudimos llegar sin problema.

 
—Deberías quedarte a cenar.—dije cuando aparcó en la entrada.—El tiempo parece que no mejorará por un rato.
 
—No hace falta.
 
—Insisto. Además debes secarte bien.—dije bajándome. Él me imitó y caminamos a la acera de la casa. Subimos unos cuantos escalones y entramos. El calor del lugar no golpeó de repente.

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora