XI. Tipo

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Arona.

Saqué a Max del hospital casi a rastras, supe enseguida cual fue el propósito principal de su visita. Espiarme. No obstante cuando vio a Rami quedó estupefacto.

-¿Por qué no me dijiste que era tan guapo?-murmuró mientras salíamos.

-Vamos, Max, esta vez no te involucres con él. Es mi jefe, no es ninguno de mis amigos o conocidos de los que te enamoras un día y echas por la ventana después.

-Dicen que los doctores ganan buena plata, siempre y cuando trabajen en hospitales privados, pero este lugar es un asco.

-No lo es. Es lindo.-una vez fuera lo miré y crucé los brazos.-No quiero que regreses aquí, me causarás problemas. Y olvídate de tu cenita. No creo que seas el tipo de Rami.

-Oh, ¿Ya lo llamas por su nombre?.-dijo pícaro.

-Por favor, Max, vete. Estoy aquí para pagarle a Gina, es todo.

-¿Y crees que ganaras tanto como para pagar los cinco mil dólares? ¿Por qué no se los pides prestados a Rami?

-No pediré prestado para pagarle a alguien que ya le había pedido prestado. Por si no recuerdas, pedirle a Gina fue idea tuya.

-¿Te obligué a hacerlo? ¿Acaso soy responsable de que te vetarán de todos lados?

-No, pero se supone que trabajas para que pueda volver. ¿No es así?

-¿Dudas de mis habilidades?

-Solo vete ¿sí? Luego hablamos.-me giré y volví al pasillo. Caminé hasta el consultorio donde Rami estaba limpiando. Luego de disculparme por esa visita inesperada dijo que tendríamos que limpiar nosotros. Me tomó por sorpresa, no el hecho de que teníamos que hacerlo, sino lo serio y tenso que estaba de repente. ¿De verdad le molestaban tanto las visitas personales aquí? No dije más y me dispuse a limpiar.

Luego atendió a dos pacientes en lo que yo acomodaba más cosas. Siempre escuchaba lo amable y profesional que era al expresarse y comunicarse con las personas que venían en busca de su ayuda. Sin duda era muy buen doctor y buena persona. Todavía sentía vergüenza al recordar el momento en el que su amigo nos encontró tan cerca.

Cuando la hora de salir llegó me despedí con nervios, y su despedía fue igual de seca como una uva pasa.

Salí del lugar sin decir nada, quizá no me convendría meterme mucho en sus asuntos o tomar mucha confianza con él. A fin de cuentas solo era mi jefe.

Al salir del estacionamiento busqué mis llaves en mi bolso. Casi solté un grito al ver una sombra aparecerse a un lado de mi auto.

-Rayos, mamá.-reclamé cuando la vi bien.-¿Qué haces aquí?

-¿Creíste que podrías evitarme por más tiempo? Max me avisó que vendría a verte y le dije que me dejara aquí. Él se fue y necesito que me lleves.

-Claro, es lógico, madre. Eso pasa cuando tu y Max vienen a espiarme en el trabajo.-dije mientras quitaba el seguro a las puertas.

-No vinimos a espiarte, ¿Qué no podemos visitarte en tu trabajo?

-No. A mi jefe no le gusta.-ambas nos subimos a los asientos respectivos. Cerré la puerta y encendí el auto.

-Pues que amargado. Bueno, ya que estamos juntas, vamos a cenar a casa. Ayer supe que visitaste a Gina y no a mí. ¿Qué te pasa?.-reclamó. Salí del estacionamiento y conduje por las calles hacia su casa mientras seguía quejándose.

Al llegar a casa estacioné en la entrada. Nos bajamos y la seguí por el pórtico. Entrar a mi antigua casa me hacía recordar mi adolescencia y niñez. Seguí a mi madre a la cocina y me senté mientras ella cocinaba.

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora