XXI. Demostrar

41 5 1
                                    

Arona.

Me mantuve pensativa todo el tiempo luego de lo que me dijo Verónica. Rami planeaba desde hacía mucho tiempo irse lejos. Aunque nos conocíamos muy poco teníamos mucha confianza, ¿Por qué no me lo había dicho? Cuando sabía algo así me era difícil disimular en mi rostro que no lo sabía. No era lo mismo saber que Lucy lo había abandonado, pues no me compete del todo ese asunto porque era pasado, pero eso... el que en un futuro cerca fuese a irse, si que me afectaba. ¿Qué debía hacer? ¿Esperar a que él me lo diga o preguntárselo directamente?

No podía reclamarle que se fuera, aunque nos habíamos besado, no éramos nada oficialmente. Quizás él solamente quería una aventura antes de irse. Tenía derecho a cuestionarle qué seríamos a partir de ahora, pues yo estoy libre de decidir si lo quiero o no. Yo por muchos años he esperado al hombre indicado con el cual pasar mucho tiempo juntos y dedicarle parte de mi vida. Dudaba en este momento que se trate de Rami, aunque algunos minutos atrás así era. Ese hombre pronto se adueñó de mis sueños y tomó un gran lugar en mi corazón. ¿Ahora tenía que echarlo sin antes haber comenzado algo, como todos los hombres en mi vida?

Al irse con Ben no volvió en un buen rato, mientras maté un poco de tiempo leyendo los folletos que mi madre me había dado. La facultad de medicina y ciencias de la salud en Manhattan parecía una buena opción. Tenía programas para personas con empleo de medio tiempo, becas de promedio y por talleres artísticos. Era un enorme edificio alto de cientos de pisos, además contaba con cinco estrellas en calificaciones de google. Dejé los folletos en la camilla pensando en que mis capacidades no serían suficientes como para ser un profesional de ese rango. Tenía más miedo de fracasar que de postularme.

Mi mente volvió nuevamente a Rami. Sin otro remedio más, salí al pasillo esperando poder hablar con él. Al encontrarlo de repente mi mente se puso en blanco. Afortunadamente Ben nos invitó a almorzar. Decidí charlar un poco con él para distraerme.

(*)

Sentía el ambiente un poco incómodo con Camille, y más aún cuando Sylvester apareció. Notaba que el hecho de que el director comiera con ellos en un día cualquiera les parecía muy extraño. En la energía y rostro de Rami miré su descontento ante la insinuación de Sylvester. Tendría que ser muy estúpida yo como para no notarlo. No supe que decir en ese instante, se supone que yo estaba soltera ¿o no?

Al momento que Rami y yo nos levantamos, pensé en su misma excusa del otro día, diríamos que teníamos un paciente esperándonos. En lugar de eso me llevó hasta su árbol de limón y me besó. La intención de aquel beso fue diferente a los anteriores. ¿Acaso quería demostrar algo frente a todos? Aquello no me agradó, porque no pidió mi permiso para hacerlo en un lugar público, más aún en mi lugar de trabajo. Cuando se alejó de mi yo me di la vuelta y me alejé.

—¡Arona!—me siguió hasta adentro del edificio.

—¿Por qué hiciste eso sin pedírmelo antes?—reclamé girándome. Si estaba molesta. Él me miró sorprendido.—¿Querías demostrar algo?

—Yo... lo lamento, no lo pensé lo suficiente. Me avergüenza decirte que estaba celoso de la atención que te da Sylvester.

—Creí que eras un hombre más maduro.—dije decepcionada. Me giré y regresé al consultorio.

—De verdad lo lamento, Arona.—continuó cuando entramos al consultorio. El cerró la puerta.—No debí hacerlo. Esto no se trata de una competencia, es solo que...--me tomó de los hombros y me giró a él.—Me gustas demasiado.—me miró a los ojos.—Sé que llevamos poco tiempo tratándonos, pero te quiero. Y hace un año tuve una decepción muy fuerte por parte de la mujer que creía que amaba, justo ahora soy puros fragmentos rotos. Quisiera prometerte muchas cosas, pero no puedo. No quiero pensar en el futuro, solo en el ahora, aquí, contigo.

—¿Quieres una aventura?.—pregunté deseando que no respondiera nada.

—Quiero conocerte más. Disfruto mucho estar a tu lado. Eres una mujer esplendida. Por favor, dame la oportunidad.—apreté los labios y desvié la mirada, evitando preguntarle acerca de su residencia. ¿por qué no me lo decía y ya?

La realidad es qué si yo se lo preguntaba, y él aceptaba que iba a irse, no me quedaría más que terminar esto. No tendría caso. Yo buscaba algo a largo plazo, y él solo algo del momento. Decidí no decir nada. Ni responder el "te quiero" me dolería mucho hacerlo.

Me alejé un poco asintiendo con la cabeza.

—¿Qué es esto?

—Folletos de universidades. Ya sabes, mi madre está obsesionada.

—Deberías darle una oportunidad. Yo puedo ayudarte a estudiar para el examen de admisión. Tengo muchos libros aquí y en casa que podrían servirte, además que te ahorrarías mucho dinero en ellos. ¿Qué dices?.—suplicó. Y sus ojos de borrego derritieron mi corazón de nuevo. Sonreí.

—Está bien. Gracias.—él sonrió de igual forma y me abrazó.

Mi idea de mantener en secreto por lo menos por hoy lo que pasaba entre Rami y yo ya no pudo ser, además del beso en público, Verónica nos encontró en ese momento, cuando solo estábamos abrazándonos.

—Lo siento. Doctor Malek, tiene una llamada en la línea.—dijo con pausas.

—Saldré para que hables mejor.—mencioné viendo a Verónica, quien me pedía una explicación con la mirada. Caminé hacía afuera con ella y cerré la puerta.

—¿Qué fue eso, chica?—murmuró.

—¿No has escuchado ningún rumor el día de hoy?

—¿Sobre un beso en el jardín?—la alejé de la puerta.

—Ayer por la tormenta, Rami se tuvo que quedar a cenar, y antes de irse dijo que yo le gustaba.—dije apenada.

—¡Eso chica! Te lo dije.

—El problema es que no he dejado de pensar en lo que me dijiste.

—No puede ser.—tapó su boca.—Metí la pata.—se culpó.

—Descuida. Tu no lo sabias.—suspiré.—Hace tan solo unos momentos no esperaba nada de Rami, digamos que me presentara a todos como su novia o algo así, solo espero que sea sincero conmigo, porque además de sus sentimientos no me ha dicho nada.

—¿Ni de Lucy ni de Alemania?.—negué con la cabeza.—Seguro espera el momento adecuado.

—A veces no hay momentos adecuados para eso, o hay confianza para hacerlo o no la hay.

—¿Crees que no confía en ti? El doctor es muy buena persona.—dijo segura.

—No dudo sobre eso, sino sobre mí...

—Buenas tardes.—nos interrumpió una voz femenina a un costado de nosotras.

—¿Gina?.—exclamé confundida.

—Tengo una cita con el doctor Hardy.—sonrió y arrulló a su bebé. Verónica y yo intercambiamos miradas. 

Esclavo de sus besos 《Rami Malek》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora