Capítulo 5

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Pero Ryan no había hecho nada más que besarme, aunque eran unos besos geniales, me dejaban sin resuello. 
Su excusa era—: No quiero fastidiar las cosas entre nosotros por apurarte a hacer algo para lo que no estás lista.
¡Bien!
Después de unos tres meses saliendo… sí, ¡tres! De hecho, tres meses, dos días y dieciocho horas. No podía soportarlo más. Sólo había estado con otro hombre y ansiaba esa conexión, mi cuerpo la necesitaba. 
¡Este condenado hombre también era irresistible! Conocer a Layla tendría que esperar porque realmente necesitaba ver lo que Ryan ocultaba bajo esas estúpidas camisas.
Fue un viernes. 
Mis padres se estaban quedando el fin de semana y se ofrecieron a cuidar de Layla por la noche. Esta sería mi primera noche lejos de ella y estaba un poco triste por eso. Ryan me recogió fuera de mi departamento y fuimos a su casa a cenar y a ver una película. Bueno, ese era su plan, yo tenía otras ideas, solo que no podía decidirme por la mejor manera de seducirlo.
Cuando entramos pregunté:
—¿Podemos ordenar una pizza, Ry? Realmente no tengo ganas de salir esta noche.
—Por supuesto —dijo. Comencé a caminar, pero atrapó mi mano y me detuvo—. Estás olvidando algo. —Lo miré. Ry tenía esta cosa ridícula sobre querer que siempre me sintiera cómoda cuando él estaba cerca—. Cariño, quítate los zapatos y relájate.
¿Relájate? ¿Por qué este hombre no podía leer mi mente? ¡Solo quería estar desnuda y sudando en su cama! ¡O en el sofá! ¡O en el piso! ¡No me importaba dónde!
Suspiré.
Caminamos hacia la cocina, donde Ryan ordenó la comida. Me recosté contra el mostrador, mirando los DVDs y pretendiendo escoger cuál quería ver primero. Que gran artista estaba hecha, por supuesto.
Miré a Ryan, llevaba los pantalones y la camisa, pero estaba caminando descalzo, toda una vista sexy, si me preguntan.

Pero no comparto, así que mejor no pregunten.

Estaba tan perdida en mis pensamientos de Ryan atándome, que no me di cuenta que se había puesto detrás de mí hasta que sentí su aliento en mi nuca y sus manos en mis caderas.
¡Ya era hora!
Cuando levanté mi cabeza para mirarlo, su boca bajó hasta la mía. Rodeó mi cintura con un brazo y levantó el borde de mi camisa para pasar sus dedos por mi estómago. Su otra mano fue hasta mi rostro, donde acarició suavemente mi mejilla con su pulgar. Gemí en su boca. ¡Necesitaba esto! Profundicé el beso y alcancé su nuca para acercarlo más a mí, pero no era suficiente, necesitaba mucho más.
Me aparté del beso y giré en sus manos. Cuando me levanté, él me detuvo. Puso su frente contra la mía, respirando aun con dificultad y enrosqué mis brazos alrededor de su cuello.
—Lo siento, Anna. Te deseo demasiado. Yo… se me fue de las manos —susurró.
¿Estaba loco? ¿Qué era lo que lamentaba? Rápidamente comencé a desabotonar su camisa con manos temblorosas. Él levantó la cabeza y agarró mis muñecas para detenerme.
¡Estaba loco!
—No tienes que hacer esto, Anna. No quiero que te arrepientas de nada. —Me incliné apartándome un poco de él.
—Ryan, suéltame y quítame la blusa antes de que te derribe en el suelo y te viole.
Él me sonrió, pero no me soltó de inmediato. Tan pronto como le di a mi brazo una pequeña sacudida, me soltó y sacó mi blusa por encima de mi cabeza. Bajó la mirada hacia mí; todo de mí. Desabrochó mi sujetador y lo deslizó lentamente, acariciando mi piel a su paso. Yo realmente comencé a ser consciente de mí misma. En verdad no había cambiado mucho después de tener a Layla, pero tenía un par de estrías que eran ligeramente visibles, y mis caderas eran más anchas, pero funcionaba… de vez en cuando. Quería esto tan desesperadamente y por tanto tiempo, que me olvidé por completo acerca de él viéndome como Dios me trajo al mundo.
—Nunca he visto nada tan hermoso en mi vida, Anna —susurró y se inclinó para devorar mi boca mientras sus manos acariciaban mis pechos; sus pulgares rozaron mis pezones.
Está bien entonces. Vamos a hacer la maldita cosa.
Lo que parecía un milenio más tarde, finalmente terminé de desabotonar la camisa que él tuvo que quitarse debido a los incomodos botones alrededor de las muñecas. ¡La camisa era como un rompecabezas de mil piezas del desierto! ¿Quién diablos lo hizo y por qué?
Me retiré para explorar su pecho, pero se detuvo en seco. Alcé mi cabeza para míralo a los ojos. —Podrías hacerte socio de la compañía mucho más rápido si caminaras sin camisa.
Ryan se rió a carcajadas de mi comentario. —Anna, considerando que la mayoría de mis compañeros son hombres, no estoy seguro de cuánto apreciarían eso.
Pensó que estaba bromeando, pero estaba hablando completamente en serio. —Tienes razón, ellos no podrían apreciar tu pecho, lo adorarían.

Anna, nenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora