Capítulo 33

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Estuve enferma el resto del día; literalmente enferma del estómago por miedo; miedo de que Nick no me quisiera más.
En el momento en que llegué a trabajar, Nick sólo me envió un mensaje para decirme que iba a recoger a Layla mañana a las once para llevarla a almorzar y al parque. Quería llamarlo y disculparme, pero necesitaba saber con seguridad que lo podía perdonar por el pasado. No podía concentrarme en otra cosa durante el trabajo.
Le advertí que no confiaba fácilmente, pero no estaba segura de que eso siguiera siendo verdad. 
¿Qué pasaba si había arruinado completamente las cosas entre nosotros?
El pensamiento me dio náuseas.
Eran casi las tres de la mañana cuando llegué a casa. 
Había abierto un poco la puerta cuando fui empujada desde atrás.
—Tú, perra —escuché a un hombre con desprecio en su voz. Era Ryan. Cuando intenté enfrentarlo, me agarró por el pelo y tiró; mi espalda se estrelló contra su parte delantera—. A menos que quieras que Layla te oiga, sugiero que mantengas la boca cerrada —dijo entre dientes.
—Ryan, ¿qué demonios estás haciendo? —pregunté, tan asustada que mi voz temblaba. Tiró de mi pelo con tanta fuerza que mi cabeza se golpeó otra vez dolorosamente y envolvió una mano alrededor de mi garganta.
—¿Tuviste sexo con él?
Las lágrimas ardían en mis ojos.
—No sé de qué estás hablando —mentí.
—Puedo ver la maldita forma en que lo miras. La forma en que te besa —retumbó en mi oído. Sin previo aviso me dio la vuelta y me estrelló contra el marco de la puerta frontal, el dolor explotó a lo largo de un lado de mi cara—. Me trataste como a un maldito perro por su culpa. Nunca me amaste, ¿verdad?
Cuando no respondí, presionó mi cara más fuerte.
—Respóndeme —demandó.
—No. Te amaba —dije lo más fuerte que pude. Me dio la vuelta para que lo mirara a la cara. Antes de que pudiera recobrar el equilibro, él me abofeteó en la mejilla, en el mismo lado en el que me golpeó contra la pared. Estaba viendo puntos.
—Mentirosa —escupió en mi cara.
Caí sobre mis rodillas y mis manos. Era vagamente consciente de él dejándose caer a mi lado. Sentí sus manos en la cintura de mis jeans. —Te daré lo que quieres, maldita puta. —Traté vertiginosamente de arrastrarme lejos de él, pero me empujó de vuelta y caí de lado. Me dio la vuelta y desabrochó mis jeans. Finalmente conseguí gritar—: ¡No!
Tan pronto como los puntos comenzaron a desaparecer, empecé a luchar con él, pero envolvió una mano alrededor de mi garganta otra vez. 
Me estaba ahogando.
—Maldita sea, me esforcé tanto para hacerte feliz. —Escuché la agonía en su voz.
Puse mis manos alrededor de su muñeca y las arañé, desesperada por conseguir aire.
—Por favor. No. Hagas. Esto. —Apenas podía terminar las palabras. A lo lejos, escuché el timbre del teléfono. Ryan lo ignoró.
Luchó con mis pantalones con una mano, pero lo logró. Yo estaba pateando salvajemente, pero también estaba concentrada en no desmayarme, con lo que no estaba haciendo un buen trabajo. Cuando sentí su mano tocarme entre las piernas, extendí la mano y le clavé las uñas en la cara.
—¡Perra! —gritó, soltó mi garganta y levantó su mano.

Grité “¡No!” justo antes de que me golpeara....
y todo se volviera negro.

Anna, nenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora