Capitulo 35

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Me desperté en mi habitación del hospital con la luz del sol entrando por las ventanas. Me tomó unos minutos orientarme mientras echaba un vistazo por la habitación. 
Nick estaba sentado en el sillón con Layla dormida tumbada encima de él. 
Jons me estaba mirando.
—Hola —dije en voz baja para no despertar a Layla—. ¿Qué hora es? —Eché un vistazo alrededor de la habitación de nuevo en busca de un reloj y vi que eran las once en punto.
Sólo dormí cuatro horas. 
Después de una tomografía computarizada, bolsas de hielo y una fuerte dosis de medicamento para el dolor, caí noqueada a eso de las siete de la mañana. Miré de nuevo a Nick. 
Se levantó de la silla y puso a Layla en todo el ancho de esta. Vino a mi lado.
Su mano apartó suavemente mi cabello de mi frente y me besó allí. Cuando se levantó vi cómo una lágrima se deslizaba por su mejilla—. Acabo de recuperarte y casi te pierdo otra vez —dijo con voz estrangulada—. Lo siento por todo lo que pasó ayer. No debería haber esperado que simplemente dejaras ir el dolor que te causé con tanta facilidad. No sé cómo hubiera reaccionado si hubiera sido al revés. Esto es enteramente mi culpa. Debería haber estado contigo. Esto no debería de haber ocurrido. —Ahora estaba acariciando mi garganta.
—Jons, esto no es culpa tuya, es mía. Ya te he perdonado por el pasado, he estado demasiado asustada para admitirlo ante mí, especialmente ante ti —susurré, todavía me dolía la garganta—. Te amo.
—Entonces cásate conmigo, nena —dijo.
Miré a los ojos del amor de mi vida. —Me casaré contigo —susurré y sonreí, pero sonreír me dolió, así que hice una mueca y puse una mano en mi mejilla.
Los ojos de Nick se estrecharon. —Él es tan jodidamente afortunado de que la policía llegó allí antes que yo —dijo con furia.
—¿Cómo sabías siquiera que algo había pasado? —pregunté.
—Layla me llamó. Dijo que te escuchó gritar. Cuando me di cuenta de que eran las tres de la mañana, le dije que entrara en el armario. Me sentí mal, pero le colgué y llamé a la policía. En el momento en que llegué allí el lugar estaba repleto de policías.
Cerré los ojos. —¿Y Ryan? ¿Has oído alguna noticia? —pregunté en voz baja.
Tuvo una mirada extraña en su rostro antes de responder. —El detective Bryant me llamó hace una hora. El detective que estaba aquí antes. Ryan sigue en la cárcel, pero esperan que pague la fianza al final del día, mañana a más tardar.
Asentí con la cabeza. —Ese es el mismo detective que vino a tomar mi declaración tan pronto como llegué aquí. Bryant... sí, ese era su nombre.
Ahora Nick parecía enojado. —Ese cabrón no me dejaba salir de la sala de espera para venir a verte. Debería haber estado aquí contigo mientras estabas siendo interrogada —dijo con fiereza. 
Le di una pequeña sonrisa y me encogí de hombros.
—Fue muy agradable y dijo que sólo necesitaba conseguir una declaración rápida antes de que la medicina para el dolor me pateara.
Me olvidé de mencionar el hecho de que sólo ver la cara del detective me había hecho sentir mejor en ese momento. 
¡Era muy caliente! 
Sonreí para mis adentros. 
Iba a guardarme ese pequeño dato de información para Trish.
Miré a Nick, que estaba frunciendo el ceño. Mis cejas se juntaron. 
—¿Qué? —pregunté.
—¿Te gustó el agradable detective que vino a tomar tu declaración? —preguntó con suspicacia.
—Ummmm... ¿No? —respondí con una pregunta. Me gustó el policía, pero de alguna manera no creo que el significado de Nick y el mío fueran la misma cosa.
—¿No? —preguntó otra vez, y sus cejas se elevaron en duda.
—Siento que esta es una pregunta con trampa, así que no estoy segura de cómo contestarte —dije desafiante.
Rápidamente se inclinó sobre mí y puso su cara justo contra la mía. —He estado volviéndome loco de preocupación por ti, Anna. Por favor no me hagas enojar en este momento —dijo.
—¿Cómo te estoy haciendo enojar, y por qué razón en el mundo eres tan gruñón? —Levantó una mano y me aparté de él.
Cerró los ojos con fuerza. —Nunca te haría daño, nena. Lo siento. —Movió la mano levantada para trazar suavemente el moretón de mi cara. Sus ojos se movieron hacia él también.
—Conozco los pensamientos inocentes que están corriendo por tu cabeza, Anna. Y mejor que sean pensamientos inocentes. Pero te lo advierto ahora, aléjate de él. Si intenta algo contigo, nena, voy a hacerle daño. ¿Entiendes?
Sus ojos se clavaron en los míos.
Fue en ese preciso momento que decidí que todos los hombres de mi vida ¡estaban locos!

Anna, nenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora