XXXVIII

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— Demonios! —grito Marina arrojando el huevo de oro sobre su cama— en dos jodidos días es la segunda prueba y sigo sin saber sobre que demonios trata.

Marina se  tiro de su cabello, con frustración, y se acercó a la ventana para mirar el cielo nocturno, soltó un largo suspiro.

— Okey, primero cálmate ¿quieres?—dijo Hermione que nunca había escuchado a la pelinegra decir tantas malas palabras en la misma oración.

— Herms tiene razón—dijo Riham, Marina solo las miro mal y si las miradas mataran, ya estarían 100 metros bajo tierra.— es decir si solo sigues maldiciendo al huevo no lograras nada.

— argh, supongo que tienes razón —dijo resignada, pero aún sin dejar de fruncir el ceño.

— que dices vamos a cenar?— sugirió Hermione.

— Vayan ustedes, yo las alcanzó luego —fue lo único que dijo Marina aún sin apartarse de la ventana.

Hermione y Riham no dijeron nada y se fueron, Marina estaba totalmente frustrada y no sabía que hacer, está vez su libro de hechizos no la iba a salvar, o bueno más bien ella era incompatible con ese hechizo, hacia un rato había descubierto (sacrificando algunos oídos de Gryffindor) que la prueba era bajo el agua, porque la canción decía eso, aunque todos la miraban raro y decían que eran solo chillidos, busco todos los hechizos posibles para respirar bajo el agua, pero era como si tuviese una capa encima, porque los hechizos estaban bien hechos e incluso los había probado con ayuda de los gemelos que querían fastidiar al calamar del lago.

— Maldita sea —maldijo de nuevo y se acostó en al cama de Riham, pero se levantó al instante, algo se le había clavado en la espalda, lo que se le había clavado había sido una de esas extrañas monedas de oro que su amiga cargaba, las había visto un par de veces y un día intento preguntarle por ellas, pero su amiga solo cambio de tema. Además que Marina era consiente de que Riham guardaba bastantes secretos y no le molestaba, pues ella tenía los suyos, pero por más que quisiera no podía evitar enojarse, pues Riham la consideraba tonta o algo por el estilo, una cosa muy diferente era ser tonta y otra parecerlo.  

Tomó la moneda y la dejó en la mesita de noche junto a la cama de su amiga, se levantó y decidió tomar aire, salió de la sala común y caminó por lo pasillos, algunos la saludaron amablemente, mientras otros la señalaban y murmuraban sobre ella, en ese momento la pelinegra no estaba de humor y con una sola mirada hizo que todos se callaran. buscó el extraño tapiz por el que siempre se escabullía el número III se iluminó en la pared que luego de abrió para darle paso, caminó rápidamente y vigilo que nadie la siguiera.

Caminó por los largos pasadizos murmurando cosas sobre si misma, Riham, su pasado, la prueba, en conclusión se estaba quejado. Después de  caminar sin rumbo fijo llegó a un callejón sin salida la pared se abrió y salió por uno de los invernaderos.

— Vaya quien diría que los pasadizo llegan hasta aquí —  salió del pasadizo y caminó para salir del invernadero.

La luna estaba oculta entre las nubes así que estaba todo oscuro, caminó un poco hasta que escuchó pasos. Se ocultó en algunos arbustos y vio a Filch pasando con una lámpara mientras refunfuñaba. en su intento por ocultarse más en los arbustos pisó una rama, lo que alertó al conserje de su presencia. 

— ¿Quién está ahí? —pregunto el viejo squib mientras se acercaba.

—demonios, demonios —murmuró su única esperanza era su pequeño truco de aparecer en lugares más oscuros, pero para eso necesitaba concentrarse y estaba demasiado estresada para intentarlo, el ruido de una maceta rota resonó en la oscuridad.

Princesa Del Mar Y La MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora