Cuando Oliver me dijo que teníamos que ir al hospital, creí que me desmayaría. Es decir, acorde al lugar al que teníamos que ir y a la voz de la persona que había llamado, que no era James, ¿qué podía imaginarme? James no estaba bien, probablemente esté en un coma y no despierte jamás. Lo único que podía pensar era que lo último que habíamos hecho, había sido pelear.
Llegamos al hospital y entré corriendo como si no estuviese embarazada de siete meses. Oliver quiso frenarme pero ya estaba muy lejos como para pretender que lo había oído.
—Vengo a ver a James... James... uhm...— ante la desesperación, el apellido de James se había borrado de mi cabeza.
— ¿Tu nombre?
—Lyndy Wennienfred.
—James Futierg— dijo haciendo énfasis en el apellido — está en radiología y será trasladado a la habitación 203. Podés esperar allí.
—Gracias— dije y comencé a caminar hacia las habitaciones en cuanto vi que Oliver estaba ya a mi lado.
— ¡Señorita Wennienfred! — gritó la enfermera con la que había hablado, me di vuelta y retomé unos pasos hacia el escritorio — ¿De cuánto está?
—No se preocupe, no vengo por el embarazo.
—No es lo que pregunté.
—De siete meses.
—Acá dice, en su historial médico, que su último control prenatal lo hizo a los cuatro meses de embarazo. ¿Por qué no me acompaña y le hacemos un pequeño chequeo para corroborar que todo está bien?
—No es necesario, sé que todo está bien.
Quería decirle que en realidad no me interesaba, que en el momento que esta bebé saliera de mi cuerpo que no la vería más y que una familia que la deseara iba a tenerla. Con la cara que me puso, no fue una opción decirle eso, y tuve que acompañarla hasta la sala de ecografías donde me hizo recostar en una camilla y me puso un gel extremadamente frío.
—Ya viene la doctora, esperá un segundo.
— ¿Podría averiguarme cómo está James?
Con tan solo un gesto de su cabeza, la enfermera se retiró, dejando pasar a Oliver a la sala. Se sentía raro que el estuviera a mi lado en esta situación, más cuando no debía estar en ella. Aún así, su compañía me hacía bien, era muy probable que hubiese caído en la locura si esto lo hubiese atravesado sola.
— ¡Lyndy! ¿Cómo andas? Soy la doctora Willa Anderson, espero me recuerdes.
La miré, su cabello color caoba caía sobre sus hombros perfectamente peinado y llevaba maquillaje que disimulaba si cansancio. Seguramente había estado muchas horas trabajando ya, siendo las tres de la mañana, pero aún así lucía fresca. Suspiré, ¿cómo es que ella podía con todo y yo era simplemente un desastre?
—Te recuerdo, sí— dije. La última vez que la había visto fue cuando mis padres se aparecieron por primera vez en casa, y yo caí desmayada.
—Me alegro, entonces. ¿Estás acá por un control?
—Sí.
—De acuerdo...
Comenzó a aplicarme el gel, helado como siempre, para poder pasar aquel aparato del que todavía no sabía el nombre, y tener una imagen de mi bebé.
Y allí estaba, como siempre hacía siete meses, pero esta vez fue distinto verla. Seguía sin sentir cariño alguno, realmente no deseaba ser madre, pero ver la forma de un bebé en aquella pantalla me hizo caer en cuenta qué era lo que sucedía. Estaba atravesando un embarazo, y si bien era algo que sabía desde que el test dio positivo, esta vez se hizo real y dejó de ser algo que podía ignorar.
No podía pensar en lo que estaba viviendo, no quería pensarlo. Realmente estaba embarazada y de mi mejor amigo, quien estaba en otra habitación del hospital por haber sufrido un...
— ¿Falta mucho?
—No, Lyndy. Todo está perfecto. ¿Querés que hablemos de posibles fechas de parto o preferís esperar al mes que viene?
—Esperar, sí. Debo irme. Un gusto verla de nuevo.
Salí casi corriendo hacia la habitación donde James estaba. Mientras doblaba por pasillos y tomaba ascensores, pensé también en que mi vida tendría que haber sido así. Yo amaba a los caballos, pero quería ser médica y, de hecho, estaba estudiando para serlo. Si no hubiese sido por mis padres...
Había una sola cosa que tenía en claro sobre el embarazo y era que, aunque me cueste la vida que así sea, me iba a asegurar que ella no pase lo que yo pasé.
ESTÁS LEYENDO
La Chica de los Caballos
Teen FictionUna fiesta, mucho alcohol, un test de embarazo, y, por supuesto, muchos caballos. Lyndy tiene el poder de unir todo eso en su vida y hacer que luzca normal, ¿la acompañás?