Capítulo 11

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Ya habíamos decidido que dejaríamos en pausa hasta el viernes lo de vender o no a Cowboy. James sabía que era necesario dejarlo ir, mientras que yo buscaba todas las posibles opciones para no venderlo.

Dejé mi taza en el lavabo y me puse las botas de lluvia. La noche anterior había llovido a cántaros e hizo charcos de agua en toda la estancia. Por suerte, en la arena y en el corral redondo ya se había absorbido.

El teléfono fijo sonó, posponiendo mis planes de salir y arreglar el circuito para las clases de aquellos que deseaban aprender a andar a caballo.

—¿Hola?— dije.

Hola, ¿está Lyndy Wennienfred?

—Estás hablando con ella. ¿Quién habla?

Soy Maesy Woods. Acabo de comprar un hermoso caballo, potro, y quería saber si podías domarlo y entrenarlo para carreras de barriles.

Por ahora no estoy domando, es que estoy embarazada, si eso no es un...

¿Problema? No, yo solo quiero que lo entrenes. Mi esposo me dijo de llevarlo a Blue River Lands, pero prefiero intentar primero con vos.

—De acuerdo. ¿Podés traerlo esta tarde?

Blue River Lands. Vecinos con los quienes jamás pudimos entendernos. Tienen una estancia ecuestre aún más grande que la mía, establos soñados, caballos de razas puras y de allí salieron grandes profesionales de la equitación. Que Maesy Woods me haya elegido a mí antes que a ellos, es un honor.

Salí de casa y me dirigí hacia el depósito del establo, allí teníamos todos los obstáculos de salto, los barriles, los elementos para domar y algunas que otras cosas que usábamos para que las personas aprendan a andar.

—Buen día, Lyn— dijo alguien a mis espaldas. Me di vuelta para encontrarme con James.

—Todavía no me acostumbro a que me llames de esa manera. Buen día.

—¿Te ayudo en algo?— preguntó, escondiendo tras esas palabras un "no hagas fuerza que estás embarazada".

—No, gracias.

Aún cuando le dije que no, agarró los conos que estaban apilados en una repisa y los llevó hacia la arena. Se quedó mirando cómo acomodaba los elementos sin decir nada.

— ¿Qué me vas a preguntar, James?

— ¿Por qué creés que te voy a preguntar algo?

Enarqué mis cejas y resoplé, sin pronunciar nada, esperando a que él hable. A veces me molestaba que tuviera esas actitudes, que me mienta de esa manera. No porque no pueda hacerlo, sino porque ya conozco la respuesta o qué le sucede, y no tiene sentido pretender que no es así.

—No te quiero preguntar nada, Lyn. Tengo noticias que no sé qué tan bien te van a caer— titubeó antes de decir lo siguiente—. Ya tengo un comprador para Cowboy. Vendrá mañana a buscarlo.

—Dijimos que recién mañana tomaríamos una decisión. ¿Por qué actuaste sin saber lo que yo quería?

—Porque sé bien lo que vos querés, y venderlo no es una opción en esa cabecita tuya. Es necesario que lo hagas. Además, este hombre es de confianza, vi cómo trata a sus caballos y sé que Cowboy va a estar en buenas manos, sino ni se lo ofrecería.

— ¿Podemos hablarlo en la cena?— dije, intentando evadir el tema bajo toda costa.

—No. Hay que resolver esto ahora... ¿esperabas a alguien?

Miré hacia la entrada de la estancia, una Chevy azul y sucia entraba con un trailer tras ella. Probablemente era Maesy que venía a dejar a su caballo.

—Sí— dije y dejé los conos en el suelo.

Una mujer con tacones de diez centímetros, jeans blancos y ajustados, y una camisa del color de su camioneta, pero limpia. Bajó de la misma y se dirigió hacia mí.

— ¿Lyndy? Soy Maesy Woods— estrechamos manos y ella sonrió mostrando unos perfectos dientes blancos—. Vine a dejarte a Prince Charming. Si tenés algún problema mientras lo domás, o necesitás más tiempo por el embarazo, llamame y arreglamos. Muchas gracias, en serio.

—No hay porqué, gracias por confiar.

Maesy bajó al caballo del trailer y me dio las riendas para que lo sostenga, luego de despedirse, se subió a su Chevy y se fue de la estancia.

Uno de los establos ya estaba desocupado y reservado para Prince Charming. Lo llevé allí y le puse avena con banana y miel mientras me encargaba de terminar de armar el circuito. James caminaba tras mis pasos, enfurecido, buscando las palabras correctas.

— ¿Domar? ¿Escuché bien?

—Escuchaste perfectamente. Eso es bueno, significa que no estás sordo.

—Lyn, basta con los chistes. Esto no es un chiste. ¿Cómo se te ocurre domar estando embarazada? ¿Sabés que requiere de mucha fuerza y movimiento?

—James, por supuesto que sé eso, no es la primera vez que domo un caballo. Y tenés razón, no es un chiste, es mi trabajo. Creo haber sido muy clara cuando dije que seguiría con el mismo, embarazada o no.

—No lo apruebo.

—¡Por favor! Sos mi amigo, no mi papá.

—Bien, entonces quiero que escuches al doctor decir que no lo aprueba cuando le cuente en la ecografía de mañana.

— ¡¿Es mañana?!

Prince Charming

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Prince Charming

La Chica de los CaballosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora