Prólogo

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Quería vomitar todo lo que había tomado anoche, me sentía terriblemente mal. No entendía cómo no había tenido un coma alcohólico, seguramente James me había sacado de la fiesta antes de llegar al extremo. Hablando de James, ¿adónde estaba? Me giré dificultosamente hacia la izquierda y allí lo ví, tirado en el suelo de mi habitación, durmiendo solo en ropa interior. Típico.

Intenté incorporarme, pero me mareé tanto al hacerlo debido a la resaca, que preferí quedarme en la cama. Me miré, llevaba solo una camisa blanca, la cual había vestido la noche anterior.

Agarré un almohadón y se lo arrojé a James, quien entre sueños solo logró producir un inaudible mmm.

—James... despertate— no respondía—. James, despertate— seguía sin responder—. ¡James despertate!

Abrió sus ojos completamente confundido y me miró asustado. Acto seguido se agarró la cabeza con ambas manos, él también tenía resaca.

—¿Qué hora es?— preguntó. Me fijé en mi despertador.

—Las cinco.

—¿Y anoche a qué hora volvimos?

—No sé, tenía más alcohol que sangre en las venas.

Ambos nos levantamos y comenzamos a caminar lentamente hacia la cocina. Afuera estaba nevado, completamente blanco, y adentro de la casa hacía demasiado frío.

—¿Café?— le pregunté mientras él intentaba prender la chimenea.

—Sí, por favor.

Pero antes de dar un sorbo al reconfortante café, me vi obligada a dejar la taza y correr hacia el lavabo de la cocina para vomitar.

James se acercó y me sostuvo el cabello durante todo ese tiempo, sin siquiera inmutarse o asquearse.

Por Dios, ¿qué había hecho la noche anterior?

La Chica de los CaballosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora