Capítulo 16

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Me dolía todo el cuerpo, o casi todo. Recordaba todo lo que había sucedido, pero luego de haberme desmayado, no tenía memoria alguna.

Podía sentir ese olor frío y esterilizado a hospital. El olor de todas las enfermedades juntas pero a su vez, olor a inmunidad.

Desperté para ver una intravenosa en mi brazo izquierdo y a mis padres hablando con la doctora afuera. Los tres vieron que había despertado, por lo que aprovecharon a entrar y acercarse a mi cama.

—Buen día, Lyndy. Mi nombre es Willa Anderson y soy tu neonatóloga y obstetra. Me contaba tu madre que estuvieron discutiendo y que luego comenzaste a tener pérdidas hasta quedar inconsciente, ¿no es así?

No podía responder porque no tenía fuerzas ni ganas, además el olor a hospital estaba revolviéndome el estómago.

—¿Perdí el embarazo?— fue lo único que se me ocurrió preguntar.

La doctora Anderson negó con la cabeza y con una sonrisa en sus labios. En cuanto a mí, esa noticia hicieron que mis ojos se llenen de lágrimas. No había forma de salir de esta situación.

—Pudimos controlar la pequeña pérdida y no hay nada fuera de lo normal. Vas a estar bien y vas a poder ir a tu casa tranquilamente, pero te tendremos en observación hasta la noche. De todas maneras, es improbable que a esta altura del embarazo tengas un aborto espontáneo. Cualquier cosa que necesites, podés llamar a una enfermera.

No. No podía aceptar el hecho de que el embarazo seguía intacto. Según lo que me había dicho la doctora, no es lo mismo perderlo a los cinco meses que a los dos, era más difícil. Ya sabía eso, hice hasta tercer año de la carrera de medicina, ya lo sabía. Pero de alguna manera no quería aceptarlo. Lo había estudiado, lo había rendido, y aún así deseaba tener memoria fotográfica para recordar qué decía en el libro sobre las complicaciones en el embarazo, ¿pero qué haría si me lo acordaba? ¿Causarme una?

Mi padre se quedó sentado a mi lado mientras mi madre se fue a buscar café y a llenar ciertos papeles.

—¿Cómo se llamaba esa película de...? Ya me acordé —dijo papá para cortar el silencio. No estaba pensando en ninguna película, estaba buscando formas de comenzar una conversación—. ¿Ya... ya pensaron nombres?

Genial, sigamos hablando del embarazo que me encanta.

—James piensa, los subraya de un libro que tiene. A mí no me dan ganas de pensar.

—En realidad, esa es la parte más interesante de la paternidad —dijo—. Tu madre y yo no parábamos de hablar sobre nombres que habíamos escuchado o algunos que nos gustaban. Hasta intentábamos convencernos. Si hubiese sido por Erica, tu hermana se hubiese llamado Paulette y vos Georgia.

—Le propuse ese nombre a James, Georgia —dije recordando ese día en el obstetra—. ¿Y si hubiese sido por vos?

—Nunca me decidí, pero me gustaba mucho Sarah para tu hermana y Louise para vos.

—Aún así, nos llamamos como nuestras abuelas.

No quería mirar a mi padre después de ese comentario, sabía que no le había gustado. Cuando algo no era de su agrado, se podía notar en su cara, con una mirada fría y apartada, las cejas enarcadas; tal cual como me miró toda la vida, y como me miraba desde que regresó.

Mamá volvió unas horas más tarde con unos frascos de pastillas y me dijo que ya me habían dado el alta, por lo que podía irme.

—Son vitaminas prenatales, una por día —dijo mientras sacudía el frasco entre el dedo pulgar y el índice.

Una vez en casa me dediqué a llamar a James y contarle lo que había sucedido, no esperaba una buena reacción de su parte pero como padre de la criatura me parecía propicio contarle. Unos veinte minutos más tarde, ya estaba bajándose de la camioneta.

Saludó primero a mi madre, a quien se le ocurrió que ese día haría jardinería. A mi padre lo saludó de lejos, ya que sabía que él estaría enojado luego de enterarse que James y yo habíamos estado juntos.

Se acercó al establo y comenzó a ayudarme con las raciones para los caballos. Al estar en receso escolar, no tenía alumnos, por lo que los caballos que se habían tenido que ir del establo, ahora habían regresado.

—Hey...— dijo mientras apoyaba una mano en mi hombro. Lo miré y no fui capaz de contener las lágrimas, estaba muy débil físicamente y negada a vivir la situación en la que me encontraba —Lyn, todo va a estar bien. Ya vas a ver. Fue un pequeño susto, la bebé va a crecer fuerte y sana y todo va a resultar bien.

Tomé su mano que estaba acariciando mi pelo en ese preciso instante, la quité de mi cabello y la solté. No sé exactamente porqué lo hice, pero lo separé de mí con un empujón. No lo quería cerca mío.

—¡Lyndy! ¿Qué sucede?

No lo miré, pasé por su lado chocando su hombro y me dirigí hacia mi camioneta. Me subí del lado del conductor y trabé todas las puertas para que James no pudiera subirse. Deduje que si no arrancaba rápido, él sería capaz de viajar en la caja de la camioneta, por lo que puse marcha atrás y giré velozmente para salir por la entrada del campo.

Había algo que tenía que hacer.

La Chica de los CaballosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora