Capítulo 27

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Aquella noche dormí como un bebé. Dormí tan bien que me sentía renovada, con fuerzas. Quizás fue la charla con mi abuela o el beso de James, pero me sentía bien.

Desayuné a las apuradas y me dirigí al establo. Los caballos de salto estaban casi listos para comenzar aquel día con las clases, solo faltaba cepillarlos y ensillarlos. 

Poco a poco, mis alumnos fueron llegando. Quienes tenían sus caballos, saludaron y pasaron directamente adentro para dejarlos en sus establos y comenzar a ponerles la montura y el resto de los aperos. Así hizo Farrah, la joven que tenía un verdadero talento para lo ecuestre y que atendía mis clases desde que había empezado a darlas. Por otro lado, los niños que montaban alguno de mis caballos, esperaban impacientemente a que sean ensillados y así poder montarlos. 

—Farrah, ¿sabés si Marcus viene?— pregunté, mientras esperaba la llegada de aquel prometedor y joven jinete que con su ignorancia había lastimado a Versailles, su caballo. 

—No lo sé. Espero que no. De todas formas, su orgullo no lo haría volver. Quizás su padre lo obligue. 

Dejé la conversación allí. Farrah tenía razón, Marcus no dejaría de lado su orgullo para venir a mis clases. De todas formas, mi escuela ecuestre no era demasiado importante, ni siquiera era de aquellas que logran obtener a los mejores jinetes y caballos. Aún así, fue para mi sorpresa cuando vi al joven pasar por las puertas de mi estancia.

Continué ensillando los caballos del resto, e intenté no darle demasiada importancia al hecho de que Marcus se había dignado a aparecer. Sabía muy bien que alguien con tanto orgullo también poseía un temperamento grande y fuerte. No había que tentar a las bestias en el primer día.

—Buen día— dijo y respondí con las mismas palabras y un tono bastante maternal para que sienta que era bienvenido. Aunque mi falta de confianza hacia el chico lo iba a mantener en prueba hasta que demostrara que era merecedor de ella, y ahí sí sería bienvenido.

Una vez que tuve a todos montados a sus caballos, comencé a dar las órdenes. Paso, trote inglés, galope, trote inglés, diagonal, más pierna, más rienda, paso. Acomodé los saltos para el pequeño circuito, luego de las largas vacaciones de invierno, deberían empezar con pasos de bebé para luego saltar alto. Farrah se veía muy segura, no había dudas de que llegaría lejos. Marcus seguía siendo tan buen jinete como antes, pero parecía haberse estancado. De todas formas, el caballo que montaba no era Versailles.

Continuamos la clase, la dimos por finalizada cuando ya estaban cansados. 

—Cada uno desensilla su caballo y lo lleva al establo— dije mientras bajaban de los mismos. 

Me acerqué al caballo de Marcus, era un árabe negro como la noche y la sombra. Se veía manso, si bien los árabes son conocidos por su temperamento. Al decir verdad, eran tal para cual con Marcus.

—¿Cómo se llama?

Phoenix

—Es muy bello. Se nota su talento para el salto— hice una pausa —. Marcus, este no es un caballo que uno tiene de repuesto, no es del tipo que se deja comiendo pasturas mientras montás otro caballo. 

—¿Y qué?— dijo, con un tono sobrador.

—Marcus, ¿qué pasó con Versailles

Me miró, sabía que en algún momento alguien le haría aquella pregunta, y aún así no se había preparado para responderla. Vi su rostro relajarse, pero apretaba la mandíbula y sus ojos miraban hacia abajo. Entendí completamente qué había sucedido. Ofrecí mis brazos, para que su cabeza llena de rulos repose en mis hombros y sus lágrimas caigan sobre mi remera. Me abrazó fuerte y no me soltó, se notaba que lo necesitaba y que nadie en su entorno había sido capaz de contenerlo. A mí se me hizo fácil, había vivido lo mismo con Spirit. Pero yo tuve a mi hermano, Thomas, para contenerme. Luego de su accidente, me quedé sin nadie.

—¿Te gustaría entrar por una taza de té?

—Gracias, pero mi padre me espera. ¿Puedo entrar a lavarme la cara?

Hice que sí con la cabeza y terminé de cepillar a Phoenix para dejarlo en el establo. Cuando salí, vi a Marcus subirse al auto de su padre. Mantuvo la mirada conmigo y esbozó una tímida sonrisa en forma de agradecimiento.

Junté los elementos que estaban en la arena para llevarlos al depósito. Luego, dejé comida para cada uno de los caballos y me dirigí a la casa. Dentro, mi abuela me esperaba con una valija en su mano.

—No, no te vayas.

—En algún momento debo partir.

—¡Pero llegaste anoche!

—Lo sé. Mi visita tuvo un único motivo, Lyn, era ver que estés bien. Siempre fui consciente de lo que viviste en esta casa. Creeme, tu padre siempre fue así, y lamentablemente se desquitó con vos. Te veo bien, sana y fuerte.

—Pero no me siento así. Siento que el peso del mundo está sobre mis hombros y que no aguantaré mucho más.

—El peso del mundo no recae en vos. No estás atrapada en un callejón sin salida.

—Abuela si te vas no voy a poder seguir— para este momento, me encontraba llorando —. Ya perdí a todos quienes me amaron, no puedo perderte a vos también.

—Lyndy, amor, Thomas y tu abuelo te cuidan, te protegen. Quizás no están acá físicamente, pero no por eso dejarán de estar en tu corazón. Y yo nunca te voy a abandonar.

La abracé, tan fuerte como mis brazos podían. Le dije que la amaba y la dejé ir, pero se detuvo en la puerta, aún tenía algo por decirme.

—Considerá escribirles una carta documento a tus padres— me quedé sorprendida ante su propuesta, estaba hablando de presentar un documento ante su hijo y su nuera condicionándolos a hacer lo que dicho documento diga —. Ambas sabemos que ellos en cuanto puedan irse lo harán, dejándote otra vez sola y probablemente con deudas. Lo han hecho antes.

Volvió a decirme que me amaba y que pronto nos veríamos, luego, se marchó, dejando mi casa vacía y sin nadie que me contenga.

Me quedé pensando en esa carta documento. ¿Por qué no se me había ocurrido antes? Era la única forma de lograr que me devuelvan el dinero que perdí ante las deudas que ellos no pagaron, y también podía recuperar a Cowboy.

El sonido de que me había llegado un mensaje me quitó de mis pensamientos, por otro lado veía que una camioneta estaba entrando en la estancia. La reconocí de inmediato, era la camioneta de James. El mensaje, preguntándome cuándo podíamos vernos, sin embargo, era de Oliver.

La Chica de los CaballosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora