•Anécdota #13•

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Finalmente toca contarles cómo se dio la resolución de mi conflicto con Shōto, o como se calmaron las aguas por lo menos y volvimos a acercarnos. 

Luego del festival deportivo nos dieron unos días libres para descansar. La familia Kirishima decidió hacer una cena para felicitarme por mi triunfo incluso, son súper lindos conmigo.

Uno de esos días me levanté temprano para ir a un supermercado grande del centro, era la mejor y primera opción de muchos, pero aún así no esperaba encontrarme a nadie conocido.

—¿Koizumi-chan?— Una voz me hizo desviar la atención de las golosinas.

—Oh, Fuyumi-san.

Me quise meter a un pozo, me resultaba súper incómodo tener que darle la cara luego de haberme peleado con Shōto, mucho más considerando que ella pensaba que en serio yo era una amiga preciada de él.

—Me alegra mucho verte, es como si cayeras del cielo.— Suspiró aliviada llevando una mano a su pecho.

—¿Por qué?— Me asusté un poquito.— ¿Necesita mi ayuda?

—De hecho sí.— Asintió.— Es Shōto, ha estado enfermo desde que volvió del festival deportivo, no consigo que le baje la fiebre, pensé que se animaría si pasabas a verlo.— Paren todo.— Ha estado en cama, ¿crees que puedas acompañarme?

Muy bien, ahora sabía que Shōto no le había comentado sobre el fin de nuestra amistad. Sólo debía negarme y explicar que las cosas ya no estaban bien entre ambos, ella lo entendería y cada una se iría por su lado.

¿Pero cómo le dices a alguien que tiene toda la esperanza de curar a su familia en ti que ya no puede contar contigo? Además la forma tan desesperada en que me miraba…

—Por supuesto que iré contigo, Fuyumi-san.— ¡No me juzguen, ustedes tampoco hubiesen tenido el valor!

•♡•

Al llegar a casa de los Todoroki ya había estado al borde del ataque un par de veces, esto iba a ser una de las cosas más incómodas de mi vida. Les juro que hasta por mi mente pasó volver a mi realidad.

—Estará muy feliz de verte.— Me sonrió mientras me indicaba que la siga por las escaleras.

¿Han visto el video del sapito gritando? Pues así estaba internamente.

—¿Shōto?— Llamó a la puerta con suavidad y rogué a todos los dioses, porque juro que en ese momento me volví creyente, que esté dormido.— Alguien vino a verte.— Me indicó que entre.

Lo hice y… NO ESTABA DURMIENDO POR LA CHUCHA.

Me observó fijamente y no dijo nada, obviamente yo tampoco lo hice y eso no alivianaba el ambiente en lo más mínimo.

—Los dejaré solos, confío en ustedes.— Cerró la puerta nuevamente y se fue.

De inmediato aparté la mirada hacia el resto de su habitación, al localizar el escritorio caminé hasta la silla correspondiente porque le daba la espalda a la cama y así no tendría que verle. Ninguno dijo nada, tampoco tenía intenciones de entablar una conversación con él, sólo me restaba esperar un buen rato hasta poder irme sin que Fuyumi sospeche y así evitar romperle el corazón.

Les juro que la incomodidad era de otro nivel, incluso el solo hecho de sacar el celular de mi bolsillo me parecía bochornoso. Me desconcentré viendo por la ventana un rato y habían unos niños jugando, nada muy interesante.

¡Así estuvimos una hora completa!

Lo supe porque podía revisar el reloj pegado en la pared por lo menos, sino sería una tortura de otro nivel. 

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