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Carmesí, su piel.

Sus ojos brillaban

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Sus ojos brillaban. Parecían dos estrellas deslumbrantes enormes que acompañaban una sonrisa endulzada. Sus cabellos castaños revoltosos y las mejillas rojas como dos manzanas maduras.

YoonGi no podía describirlo de otra manera, aunque también, tal vez, podría hacer algún especie de énfasis en el hecho mismo que sus propias orejas estaban tan coloradas como lo estaba el menor en aquella fotografía.

Sepa Dios el por qué, pero había accedido a intercambiar números telefónicos con Jimin, porque esa mirada de cachorro que le regaló cual soborno despiadado había sido lo justo y necesario para que dictara su número en voz alta la tarde anterior, y sin que pudiera anticiparlo, al día siguiente, por la mañana, recibiera una foto del rostro radiante de aquel mocoso que había invadido su mundo calmo tan precipitadamente.

La foto venía junto al mensaje:

" ¡Buenos días, YoonGi Sunbae!♡ "

Sí, después de todo, YoonGi también accedió a presentarse formalmente y hacer mención de su nombre completo. Había descubierto que, más allá del honorífico que se había acostumbrado a escuchar, su nombre en la voz del menor sonaba armonioso, como si lo cantara de forma suave como una canción de cuna. Más que comparar su sonido, YoonGi comparaba la sensación que le provocaba. Era vergonzoso... Oh, ¿por qué estaba pensando en ello?

Gruñe en su cocina y resopla los cabellos azabaches que se arremolinan sobre sus gafas, bebiendo de pequeños sorbos su café sin azúcar para espabilar más pronto y soltar el deseo de su cama pues en unos minutos debía partir a su trabajo. A mitad de su ajetreo de cada mañana, en su cabeza se había quedado grabada la sonrisa del chico. Era reluciente. Blanca. Como una hilera de perlas perfectas. El rubor en sus mejillas era tan puro e inocente, como si se tratara de una muñeca. Demasiado pulcro.

No había respondido a su mensaje. No sabía si debía hacerlo o no. Aún se estaba cuestionando todo lo sucedido y era un hueco en su estómago que le tenía de los nervios, tanto que apenas pudo pegar el ojo anoche. Había besado a Jimin con un pretexto vano que no explicó como hubiese querido su razón, y de todas maneras, no podía decirlo, no podía hablarlo, no quería. La sensación de los labios del menor en los suyos fue suave como terciopelo para los suyos maltratados por la resequedad descuidada. Eran pomposos, como si hubiese tocado una cama de plumas con su boca. Y fue tan cálido, que el cosquilleo había persistido en ellos incluso tras volver a su casa luego de una despedida torpe y apresurada. YoonGi no sabía cómo ordenar sus ideas. Creía que el gusto del menor no se debía más que a una mera curiosidad. A su edad, todo mundo es curioso, es normal, por supuesto, pero la forma en la cual se lo había afirmado con ojos tan seguros de sus propias palabras avergonzadas, lograban que el profesor suspirara y sus mejillas ardieran como una colegiala, y por supuesto era más que molesto.

pure skin © yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora