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Controversia.

YoonGi había regresado a su hogar con los labios de un tono rojizo y las orejas ardiendo por la sangre abombada en ellas

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YoonGi había regresado a su hogar con los labios de un tono rojizo y las orejas ardiendo por la sangre abombada en ellas. No era debido al frío; Por esta ocasión, el prominente color que bañaba rincones específicos de su rostro, tenía como causante a, nada más ni nada menos, que un muchacho de dieciséis que de alguna forma había conseguido estar entre sus brazos por más de una hora completa. El profesor había contado mentalmente cada minuto en el cual se veía interrumpido por la boca estampándose en la suya de forma repetida. Y no se quejó, porque en el fondo, y tal vez a simple vista, sus ojos temblaban con emoción por el cosquilleo que en sus labiales se encontraba merodeando por su culpa.

Jimin había permanecido tan colorado cual maduro tomate, y se preguntó si es que tal vez la fiebre no le iba a causar un estrepitoso desmayo, teniendo que llamar a urgencias en caso de algo agravado. Fue un escenario bastante extraño para la situación en la que se encontraban, pero YoonGi estaba tan alerta que hasta le había dicho al menor que se asegurara de que cada cortina y ventana estuvieran cerradas. Por supuesto, aquello era totalmente controversial teniendo en cuenta lo que estaba haciendo en base a lo que dijo que no buscaba hacer. Sonaba paranoico, y tenía razones para estarlo.

Pasando ya de la emoción del momento, la preocupación no tardó en caer como balde de agua fría en el azabache, quien estornudó de repente mientras se sentaba a orillas de su cama, un reflejo involuntario que su sistema mostraba para dejar en evidencia su nerviosismo por el asunto. Sus manos se apretaron entre sí y ambos párpados cerraron con fuerza, soltando un tendido suspiro que desgastó a sus pulmones. Le había comenzado a doler la espalda en la parte superior cervical, y había maldecido entre dientes por aquello. Era demasiado complicado siquiera pensarlo. Se sentía como un impulsivo adolescente que toma decisiones estúpidas de las cuales luego se arrepentía tras darse cuenta qué conllevaba lo cometido.

"¿Realmente es tan malo?", murmuró al aire, observando sus pies descalzos tocando la alfombra debajo.

Su cabeza retumbaba en un insoportable dolor que le obligó a caminar hasta la cocina, buscando una píldora y un vaso de agua que ingirió con rapidez.

"Lo es", resopla, tirando hacia un lado su cuerpo para apoyarlo en el lateral de su nevera.

El hecho de que Jimin fuera menor de edad, y él un claro adulto en la sociedad, no daba chances a que algo de todo ese embrollo estuviera bien. Tal vez podría rescatar la forma en la cual se sintió estando con el chico. Sus labios eran tan esponjosos que sus dientes rogaban por morderlos con fuerza. Su cuerpo, tan menudo y pequeño, encajaba entre sus brazos, entre sus manos, las cuales buscaban su cintura marcada, delgada, que al tacto era suave, como todo él. Sin embargo, pensar en aquello tampoco era bueno, y se volvía a contradecir sin parar.

Se denominaba un enfermo por lo hecho, y a la vez no. Su cabeza era una sopa revuelta que no dejaba de dar vueltas y que con frustración le hacía rechinar la mandíbula por no encontrar claras respuestas. Era bastante odioso para el profesor no saber auto-responder a sus propias incógnitas y con desgano había frotado sus ojos con ambas manos hechas puños, manteniéndolas por unos segundos en su rostro mientras mentalmente contaba hasta diez. Para cuando llegó a susodicho número, su teléfono suena en su bolsillo y lo toma de inmediato para encontrar el nombre de quien había estado rondando entre sus pensamientos.

pure skin © yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora