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Silencio.

Jimin despertó con una sonrisa plantada en sus comisuras

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Jimin despertó con una sonrisa plantada en sus comisuras.

Había desayunado bastante temprano y su madre se sorprendió de verlo una mañana de un domingo a sabiendas de lo dormilón que era su hijo menor. Incluso había preparado extra para los demás, así que se había sentado con extrañeza en la isla de la cocina a consumir de las tostadas con mantequilla y mermelada junto a un café recién hecho que el muchacho le entregó risueñamente.

También se ofreció a realizar las compras de víveres para el almuerzo y la señora Park ya había fruncido su entrecejo curiosa.

"Andas más servicial que de costumbre tú", había pronunciado mientras guardaba los utensilios que el mismo Jimin había lavado.

El menor abre sus ojos y ríe un tanto nervioso, encogiéndose de hombros.

"No tiene nada de malo querer ayudar un poquito a mi mamá", simplemente dijo, secando sus manos con unas servilletas que luego tiró a la basura.

"No digo que sea malo", se acercó hasta él y pellizcó su mejilla. "Sino que es raro", le sonrió y Jimin lo hizo de regreso.

Una vez su madre le entregó la lista de compras, Jimin colocó su gorro de lana sobre sus cabellos castaños y salió de casa hacia el supermercado. En el camino su cabeza se repetía las escenas de la noche anterior. La llamada, el cuerpo del profesor, su voz, sus palabras... Pronto sus mejillas se habían tornado carmesí y no precisamente por el frío de ese día.

Llegado a su destino, comenzó a pasearse entre las góndolas metiendo en el carrito que había tomado todo lo que estaba en la lista, deteniéndose en uno de los pasillos en búsqueda de una salsa de tomate que le faltaba, siendo distraído por una voz familiar que le hizo girar su cabeza tan rápido que podría haber dado una vuelta entera.

Su mirada vagó hasta encontrarse con una silueta conocida de cabellos oscuros, asomándose tras unos colgantes con especias.

"¿Por qué regresaste?", se escucha su ronca voz particular.

"Por ti, ¿por qué más lo haría?" La voz contraria era más afinada que la otra, pero Jimin seguía sin poder verle pues habían varias personas pasando por allí.

"¿Por mí? No me hagas reír", las palabras del profesor se escucharon toscas y el menor pudo suponer que ya estaba molesto.

"¡No estoy bromeando!"

"Baja la maldita voz", antes de que pudiera notarlo, el azabache había tomado el brazo del otro desconocido y se fueron de su campo de visión.

Jimin no entiende qué está ocurriendo, pero fue inevitable preocuparse. Tomando la salsa ya encontrada, se acercó a la cajera para pagar por sus compras y retirarse del lugar, quedándose en el estacionamiento cuando divisó el auto del profesor.

pure skin © yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora