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Dolor de cabeza.

Dolor de cabeza

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"Curiosamente vive a unas casas de la mía, es extraño en cierto punto, demasiada coincidencia". Murmuró antes de dar el sorbo a su cargado café amargo y sin azúcar alguna, necesitaba espabilarse para la segunda parte del día.

"¿Por qué le das tantas vueltas al asunto del niño todavía?". Cuestionó Hoseok, frente a él en la mesa, engullendo un tazón de ramen instantáneo.

"No lo sé". Se encogió de hombros. "Sólo... Curiosidad".

"Te recuerdo que tienes treinta".

YoonGi arrugó su entrecejo con desagrado y negó con su cabeza, apartando su mirada.

"Te recuerdo que no me gustan lo niños- ¿Qué demonios, Hoseok?".

El mencionado dejó ir una carcajada estruendosa que no llamó la atención de muchos en la sala de profesores pues la costumbre de años ya conllevaba aquello. Hoseok comía ruidosamente y a YoonGi le molestaba lo grotesco que podía ser.

"Iré al salón a acabar mi café antes de que me salpiques medio litro de sopa en la cara". Comenzó a juntar sus cosas y su compañero sólo le observaba burlón, incluso despidiéndose de él con una sonrisa algo aceitosa.

El de cabellos negros caminó con cuidado con su taza a la mitad en mano. Sus ojos paseaban por algunos estudiantes vagando en los pasillos y en el extenso patio que podía ver algo de lejos. La hora del almuerzo acabaría en unos diez minutos, por lo que tenía tiempo de sobra para terminar en total tranquilidad justa su café en la privacidad momentánea del salón que le tocaba a esta hora.

Las clases pasaban relativamente rápidas, pero en otras ocasiones era lo contrario, como en este día en especial. Pareciera que las horas eran eternas e incluso él encontraba tedioso dictar del mismo libro que tenía a sus alumnos leyendo con total aburrimiento y cansancio. Su cabeza había comenzado a doler desde temprano y la migraña se sentía latir en sus sienes. Incluso su cabello se encontraba algo enmarañado pues no había encontrado forma de acomodarlo a su gusto, y, ah, pero qué molesto podía ser si no tenía todo en orden.

Empujó la puerta del salón e ingresó en este. El sonido de la suela limpia de sus botas cuerinas sonaba chocando contra el suelo en cada paso que daba en el reluciente suelo hasta que alcanzó su escritorio y se apoyó con sus caderas en la orilla de este.

Suspiró con fuerza y cerró sus ojos un momento.

El muchacho aquel, que vivía a diez casas de la suya y era hermano de uno de sus alumnos concurrentes, seguía dando vueltas extrañas por su cabeza. No sabía la verdadera razón, pues apenas y sabía que el niño llevaba como nombre "Jimin" por lo escuchado, pero nada más. Sin embargo, revolvía un poco la papelera de su mente y se instalaba ahí, con su mirada avellanada que de algún modo le transmitía una calidez que acariciaba su rostro si es que obtenía la oportunidad de que le mirara. Él se veía puro, en todo sentido, incluso en el brillo perlado de su piel suave a la vista. Se preguntaba si es que el aroma a vainilla que quedaba en el recorrido que él traspasó, le pertenecía al niño.

pure skin © yoonmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora