Cap.13

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—Yo hago la cena— Le dije mientras iba a la cocina.

—Bien, no te retare— me observo curioso —Iré a dejar tu maleta en tu habitación, ¿bien? —Asentí y salió hacia las habitaciones, que estaban en un pasillo.

Observe la cocina, era pequeña, pero tenía todo lo necesario, una estufa pequeña con un horno, refrigerar, una despensa y la ventana que daba hacia afuera, a lo lejos solo se veía un pato verde y brillante, que se veía tenido de varios tonos cálidos, por el atardecer tan hermoso que estaba ocurriendo.

Era mágico, tonos rosados como las rosas en plena primavera, anaranjados igual a las crossandras, tonos lilas idénticas a la lavanda y ciertos tonos de azul como los de un hibisco, ver el cielo con esa conjunción de colores me daba paz.

Todo me recordaba a él.

Sentí que unos brazos rodearon mi cintura y volví a la realidad.

—Quiero que te relajes—susurro en mi nuca, para luego dejar un beso y acercarme más a él.

Me voltee para poder mirarlo a los ojos —¿Más? — nos miramos y era todo lo que estaba bien en este momento, todo se había detenido justo en ese momento.

—Todo lo que puedas— se estaba acercando a mi rostro sin romper el contacto visual.

—Bien— susurré.

—¿Y que hay para cenar? — dijo, dejando un beso en mi mejilla.

—Aun no reviso la despensa— me sudaban las manos a horrores.

—Bien veamos que hay—se alejó de mi e inmediatamente el aire volvió a mí, pude respirar con normalidad de nuevo.

Revisaba dicho espacio con mucha atención, yo seguía tratando de respirar con normalidad y mantener la cordura, de momento sentía que consumía mi poca cordura.

—Mañana llegan Josh y Eva— dijo sin interés.

—Mmm okay— creo que será menos incomodo si están aquí.

—¿Pasta y vino? —se volteó en dirección a mí, con una caja de macarrones y la botella de vino.

Asentí y empezamos a buscar las ollas, para cocinar todo. Tostamos un poco de pan con ajo, servimos los macarrones con queso y cada uno con un vaso de vino.

Nos sentamos en el suelo de la cocina a comer, cada uno en un extremo.

—Mañana iremos a comprar comida, no puedo tenerte aquí en base a eso— sonrió divertido, señalando el plato.

—Puedo sobrevivir con menos— admití, sin quitar mis ojos del plato.

—Pero no es mi plan— dijo tan tajante, que sabía que estaba perforándome con los ojos y lo corrobore al mirarlo.

—¿De quién es la casa? — pregunte.

—Mía — dijo sin ponerle importancia, ya sabía que se había graduado de la universidad y que tenía trabajo, pero no imagine que le gustara una casita en mitad de la nada.

— Entonces Madd, ¿tú y Josh como se conocieron? — se llevo el vaso de vino a la boca, sin romper nuestro contacto visual.

— Tenía 7 años, repartía el periódico, mi padre y él se volvieron amigos— mire mi plato. — Un día, dejo de entregar periódicos y lo empezamos a buscar— me di un sorbo de vino— Vivía con su hermano, estaban en malas condiciones, él era adicto y nadie sabía de sus padres— metiéndome el último bocado de macarrones en la boca.

— No tenía idea—confesó.

— Ni la ibas a tener— solté.

— ¿Perdona? — me miro un poco divertido, creo.

— No le gusta hablar sobre el tema con nadie— levante mi mirada hacía el y solo asintió. Nos pusimos de pie y dejamos los platos sucios en su lugar.

—Thomas tienes que descansar— Lo observe y se veía cansado.

—Te tomare la palabra, estoy algo cansado— admitió.

—Bien—asentí y le di un beso en la mejilla, me sonrió y se fue hacia su habitación.

Me devolví a la cocina a lavar los trastos sucios, luego me dirigí a la sala a observar las pinturas que estaban colgadas en las paredes, eran siluetas de parejas, teniendo sexo, hablando, tomados de la mano, tenían que ser de él.

Sus trazos eran inconfundibles, rectos, sin titubeos, seguros. Thomas era enigmático, pero sudaba seguridad.

Tome la botella de vino que habíamos dejado a medias y  salí al jardín, un momento a solas, me hacia falta. Las estrellas ya se podían apreciar y la luna estaba hermosa, redonda, en su punto máximo. La soledad de a noche, el cantar de los grillos y la compañía de un buen vino, para poder pensar, era todo lo que necesitaba.

Thomas y yo llevábamos las cosas despacio, conociéndonos, pero me llevaba ventaja, conocía mucho mas de mi, que yo de el y en cierto modo, eso me producía un poco de ansiedad. Pero el no me había presionado, yo tampoco debía de hacerlo, ya lo haríamos.

Teníamos tiempo.

Me acabe la botella en un santiamén, ya empezaba a sentirme mareada y  entre a la habitación que sería mía, por los próximos días. Me lance a la cama, exhausta por el viaje, por los días tan difíciles de los exámenes, por todo lo que estaba pasando, pero feliz de que al fin, tendría un respiro.

Alguna VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora