Noveno Acto, segunda parte.

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Hola a todos, gracias por esperar pacientemente. Este capítulo fue una delicia, adoré redactar cada palabra que aquí se grafican. Espero que sea de su agrado.

¡Por favor! ¡Si no contesto algún comentario mándenme un PM recordándome que les responda!  

¡Ustedes me hacen sentir realmente mal por escribir cosas que les rompen el corazón!

LOS PERSONAJES DE LOK NO ME PERTENECEN Y ESO NO ES HECHO CON FINES DE LUCRO, SOLO PO MERA Y PURA DIVERSIÓN.

Nuestra Historia Sigue.

Noveno Acto, segunda parte: Juntas.

Estaba realmente preocupada, Asami había pasado toda la noche vomitando y con mareos constantes. Mañana, apenas regresara del viaje que debía hacer para restablecer con su conexión con sus vidas pasadas, la llevaría con Katara para que le hiciese un análisis completo, desde que fueron a la Nación del Fuego hacía tres semanas su estómago devolvía todo lo que le ingresaba por lo menos dos días o tres a la semana y la joven morena sabía que no estaba para nada bien eso. Además de aquel síntoma tenía igual mareos constantes, dolores de espalda y su nariz se había vuelto demasiado sensitiva a los olores, sobre todo a la esencia de algas. Cuando estuvieron en el festival tuvo que separarla de los estantes de comida pues su rostro se ponía verde con tan solo el olor de la planta acuática que era obligada en la mayoría de las comidas verdes de la Tribu Agua del Sur. Si Korra no supiese que ambas fuesen mujeres y que su novia le tenía una fidelidad intachable, se atrevería a decir que Asami estaba en cinta, pero eso era prácticamente imposible y la idea fue renegada al instante.

La mañana llegó al polo y una cansada Asami se paró de su cama al no sentir la presencia de su pareja a su lado. Algo alterada, buscó con la mirada a la Avatar y la encontró sentada a su lado con la cabeza inclinada, un hilo de saliva en la abertura de los labios y más que dormida. ¿Se había quedado cuidándola toda la noche? Los recuerdos de cuando la luna reinaban en el basto cielo bombardearon su mente. Eran pasado de las once cuando una sensación desagradable le obligó a despertarse, una arcada le subió desde el estomago hasta la garganta y cómo pudo saltó de la cama en busca del baño y, una vez ahí, dejó ir todo el contenido de su estómago. Aquello era horrible, jamás pensó sentirse así en su vida, ni cuando enfermaba su cuerpo le hacia pagar de esa forma. Después de que al fin los vómitos cesaran, lo único que recordaba era a su novia cargarla hasta la cama pues el esfuerzo realizado por su diafragma la había dejado agotada. De ahí solo había una oscuridad inminente que fue producida gracias a su nula memoria del sueño tenido esa noche.

Suspiró apenada, Korra tenía un duro día hoy y ahora, por su culpa, de seguro no había dormido lo suficiente. «Debo recompensarle por haberme cuidado toda la noche a sabiendas que hoy tenemos que hacer un viaje bastante agotador... creo que le haré huevos de gallina-cerdo revueltos con carne de vaca-hipopótamo. Son sus favoritos.», pensó la ingeniero mientras salía de la cama y ponía a su novia en su lugar para que al menos descansara en un lugar más cómodo que en una silla de madera. De inmediato sintió un peso en su hombro, el pequeño Ryou, el dragoncito no había estado con su ama durante casi todo el día anterior pues Asami no quería que el animalito enfermase por el inclemente clima así que prefería que se quedara en la tienda por la cálida temperatura. Sin hacer el mínimo ruido salió de la habitación y se dirigió a la cocina con su acompañante en el hombro, apenas le diese de comer al Ryou empezaría a cocinar la comida de su prometida, le haría tres raciones completas para ella sola, sabía lo voraz que era por las mañana así que más valía estar preparada para cuando el estomago de Korra atacara.

Un olor suculento le acarició las fosas nasales con una seducción incontrolable, conocía a la perfección aquel aroma desde que era una niña. Aun adormilada y con los ojos parcialmente cerrados, se irguió de la cama y siguió aquella esencia que le había hipnotizado el estomago. Sin darse cuenta llegó hasta la cocina dónde el olor era más penetrante, con ligereza sus párpados se abrieron para permitirle ver su entorno y, lo primero que esos ojos azules percibieron fue una esbelta figura femenina, alta y de hermosa cabellera negra meneando con delicadeza una cuchara de madera sobre una sartén que desprendía un sonido semejante a la lluvia torrencial cayendo. Sin pensarlo dos veces la joven Avatar se encaminó en dirección a la hermosa y bella mujer que cocinaba, la abrazó por la espalda y apoyó su barbilla en el hombro de la pelinegra. Con curiosidad se asomó para ver que estaba haciendo y al ver una materia esponjosa amarillenta rodeada de pedazos de carne sus ojitos brillaron con ilusión.

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