Décimo Cuarto Acto

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¡Hola a todos! Perdón por la demora, pero al fin acabé todo lo pendiente y les traigo la actualización que toca -que es, quizá oficialmente, el capítulo más largo de todos-.

Normalmente hago este tipo de cosas al final en la sección: «Deliraciones de la escritora», pero sé que si lo dejo para el final se me va a olvidar. Así que, allá va:


Ustedes saben perfectamente que no soy del tipo de escritora que pide comentarios ni nada de eso, les dejo a su libre albedrío si mi trabajo es merecedor de que ustedes sedan unos minutos de su tiempo para redactarme en un comentario lo que les pareció el capítulo que leen y yo les respondo tan rápido como puedo y de las maneras que sean posibles (a los usuarios de FanFiction por PM y a los visitantes en la sección dónde se contestan los comentarios). Así que, con la increíble cantidad de 254 comentarios ya en su haber, no tengo palabras para agradecerles a todos ustedes. Como mi compañero Susurro Nocturno dice, para nosotros, los escritores, sus comentarios son una de las pocas satisfacciones egoístas que tenemos. Así que, no me queda más que agradecer su apoyo constante y espero que mi FanFic siga siendo de su agrado. Gracias, en serio, gracias.


NOTA IMPORTANTE: Estuve investigando MUCHO sobre la psicología de los niños dos años y... pues... digamos que solamente encontré cosas MUY generalizadas cómo "Los niños de esta edad hacen berrinches por todo...", "A esta edad las rabietas están a la orden del día...", "Los niños tienden a desafiar los límites y ver qué tan autoritario eres...". Después de ingerir miles de cosas, decidí hacer una investigación de "campo" (preguntarle a mis amigos/compañeros/mi madre cómo eran/era a los dos años), y descubrí que todos éramos igual... jamás dimos lata y no hacíamos berrinches... En mi caso, según mi madre cuenta, solo hice UNO que ameritó una sanción severa. Y cómo no me imagino a la pequeña Yasuko y al pequeñito Tonraq con un mal comportamiento -teniendo a Asami como madre, menos-, tomaré de base las conductas que teníamos mis compañeros y yo a esa edad.


Perdón por eso, pero realmente me llegué a cansar de leer lo mismo y, al momento de compararlo con la información adquirida en "campo" y ver que no era concorde... Mi cerbero murió. Lo siento... Los niños y yo no nos llevamos nada bien. Así que sin más, les dejo leer.


Escrito por: Zakuro Hatsune.

Edición: Korrasammii.


Nuestra Historia Sigue.


Décimo cuarto Acto: Avatar.


El sol empezaba a salir por el horizonte de manera lenta y consistente, los animales nocturnos comenzaban a resguardarse en sus hogares exhaustos de sus actividades rutinarias para dejarle el camino libre a los diurnos quienes apenas despertaban de su sueño. El cielo se teñía de colores naranjos y azulinos fusionándose en un hermoso amanecer, las estrellas seguían a su guía la Luna en su descender del firmamento pero quedando por un efímero segundo a la par de su amante quien reinaban el cielo de día. La nieve adquiría tonalidades jamás antes vistas gracias al agua que estaba cristalizada en ésta y actuaba como un gran espejo que emulaba aquella danza colorida que se desarrollaba en su frío entorno. La temperatura subía con lentitud mediante el Sol se apoderaba del basto nirvana y el viento acariciaba toda la metería sólida con gesto amable.


Una pareja dormía tranquilamente en su habitación, era fin de semana y ninguna de las dos mujeres que ocupaban un lugar en esa cama debían despertar antes del alba así que, a pesar de que alguno que otro rayo de sol se colaba por las persianas, preferían darse la vuelta e ignorar aquel acto tan natural. Ambos cuerpos permanecían unidos en un abrazo protector, cierta morena quien había dejado crecer su cabello acogía a su hermosa mujer de tez blanca y verdes ojos entre sus brazos, ésta simplemente cortaba la distancia lo más que podía con su pareja, a pesar de que el tiempo pasara, ambas seguían atesorando como cuando su amor apenas florecía esos pequeños momentos de intimidad dejando de lado el deseo que no se había extinto entre ellas, aquellos momentos les eran más que apreciados pues se limitaban a entregarse los sentimientos que tenían la una por la otra, sin palabras, sin roces candentes, solo puras caricias llenas de afecto y amor.

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